Opinión
Francisco J. Hernández y Puente
21/05/2025 | Mérida, Yucatán
El Sistema de Administración Tributaria (SAT) dio a conocer hace unos días que los ingresos por impuestos en México crecieron en 9.9 por ciento durante el primer cuatrimestre del año, respecto al mismo período del año anterior y, por arriba del programa de recaudación estimado para 2025.
Este destacado impulso obedece básicamente al comportamiento de los ingresos provenientes del Impuesto sobre la Renta (ISR), el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), que constituyen el sustento fundamental de la recaudación que se genera cada año para enfrentar las necesidades de gasto de la economía.
El dato no es menor ya que se trata del mayor incremento para un período similar desde 2015, según señaló la propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público. De esta manera, se ha consolidado una tendencia que lleva ya un decenio, a pesar de que en ese mismo período la economía ha registrado tasas de crecimiento que apenas rebasan 1 por ciento. Si en última instancia el nivel de recaudación depende del nivel de la actividad económica, y esta se mantiene estancada, ¿cómo es que los ingresos tributarios reportan tales incrementos?
La respuesta está en la denominada Estrategia ABC que el propio SAT ha puesto en práctica consistente en Aumentar la eficiencia recaudatoria, Bajar la evasión y elusión fiscales y Combatir la corrupción. Basta recordar a las grandes empresas deudoras que durante la administración pasada se pusieron al corriente de sus adeudos al fisco, y casos de otras que se han rehusado y que siguen pendientes.
Con esta estrategia la eficiencia para combatir o disminuir la evasión fiscal aumentó en 10 puntos porcentuales, y la rentabilidad promedio de la fiscalización pasó de 76.8 a 220.7 pesos por cada peso invertido entre 2018 y 2024.
El escenario de bajo o nulo crecimiento se está repitiendo para este año. En el primer trimestre el PIB sólo aumentó al 0.2 por ciento y ante la incertidumbre económica generalizada los pronósticos más optimistas calculan un crecimiento ligeramente arriba del 1 por ciento para el cierre de 2025. Los pesimistas prevén una desaceleración de la inversión y el consumo durante la segunda parte del año. En el mejor de los casos, --si bien la economía no entró ya en recesión--, seguirá en el escenario de un crecimiento mediocre.
Desde el punto de vista de la política fiscal ¿será posible en adelante seguir obteniendo cifras récord de recaudación tributaria con la estrategia desarrollada por el SAT para hacer frente a las necesidades de gasto?
Probablemente sí. El SAT continuará con su Programa de Fiscalización a Grandes Contribuyentes, de los que obtiene 75 por ciento de la recaudación tributaria. Además, ya los instrumentos de la política económica se alinean para estimular mayores niveles de actividad económica en los meses por venir. La política monetaria del Banco de México está encarrilada en un descenso gradual de las tasas de interés que estimulen el crédito y la inversión, en un contexto de inflación que parece ceder.
En todo caso este escenario optimista seguirá amenazado por las ocurrencias y locuras del presidente de los Estados Unidos. La incertidumbre seguirá ahí. Por ello no suena nada mal la noticia de adelantar las negociaciones del T-MEC, precisamente para acotar los riesgos y las certezas. Todo indica que aún en el escenario de incertidumbre los principales instrumentos de la política económica están alineados para sortear la segunda parte del año con los menores daños posibles.
Sin embargo, en varios sectores las necesidades de gasto siguen ahí desde hace tiempo, esperando un estímulo de recursos fiscales que no llegan y que en el escenario de recaudación creciente sin crecimiento, no logran superar sus deficiencias estructurales. Tal es el caso del sector salud que se mantiene en una condición desastrosa, el de la infraestructura del sector eléctrico y el de pensiones, por mencionar solo algunos de los más sensibles. La reforma fiscal aparece recurrentemente como necesidad imperiosa de la política económica que impulsa el gobierno de la 4T.
*Economista.
Edición: Fernando Sierra