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El gusano barrenador y las fisuras del sistema rural mexicano

Tráfico ilegal de ganado Y abandono progresivo del campo, factores que favorecen su propagación
Foto: Ap

El resurgimiento del gusano barrenador del ganado (Cochliomyia hominivorax) en México no es un fenómeno aislado ni fortuito. Esta amenaza sanitaria, que parecía superada tras su erradicación en América del Norte durante el siglo XX mediante costosos programas de control biológico, ha reaparecido impulsada por nuevas condiciones que favorecen su propagación. Entre ellas, destacan factores estructurales profundamente interconectados: el tráfico ilegal de ganado, el abandono progresivo del campo, la migración forzada de comunidades rurales, la pérdida acelerada de cobertura forestal y los efectos del cambio climático. Estos elementos no solo debilitan los sistemas de sanidad animal y vigilancia epidemiológica, sino que también generan un entorno social y ambiental cada vez más vulnerable, en el cual este parásito encuentra nuevas oportunidades de expansión.

El tráfico ilegal de ganado desde Centroamérica hacia México, especialmente a través de la Reserva de la Biosfera Maya en Guatemala, ha sido identificado como una vía principal de entrada del gusano barrenador. Este movimiento no regulado de animales, sin controles sanitarios adecuados, facilita la propagación del parásito y pone en riesgo la salud animal y humana.

La migración rural, impulsada por la pobreza y la falta de oportunidades, ha dejado vastas áreas agropecuarias desatendidas. En Yucatán, según el Censo Agropecuario 2022 realizado por el Inegi, se ha registrado un abandono del campo progresivo. De las 60 mil 315 unidades de producción agropecuaria y forestal registradas, más de 2 mil 200 están en descanso, y al menos 35 mil hectáreas de tierras agrícolas activas no se sembraron por falta de apoyos, crédito, o simplemente porque no hubo quien lo hiciera. Esta situación refleja no solo una pérdida de productividad, sino un deterioro en la estructura social y económica del campo. La migración y el envejecimiento de la población rural son evidentes: 71.4 por ciento de las y los productores tienen más de 45 años, y 26.5 por cient supera los 65.

De acuerdo con el Boletín Económico de Yucatán, febrero-marzo 2025, la tasa de participación económica disminuyó respecto al año anterior, con un descenso notable entre los jóvenes y las mujeres, reflejando un desinterés creciente por permanecer en actividades productivas rurales. Además, la informalidad laboral en el estado afecta al 58.2 por ciento de los ocupados, y las actividades agropecuarias muestran una pérdida neta de más de 11 mil empleos en el último año. Esta precariedad estructural es un factor que debilita seriamente la capacidad de respuesta ante amenazas como el gusano barrenador.

Además, no se puede ignorar la relación indirecta entre la deforestación y la propagación del gusano barrenador. La pérdida acelerada de cobertura forestal, altera profundamente los ecosistemas locales. Esta fragmentación del hábitat expone a la fauna silvestre —potencial hospedadora del parásito— a un contacto más estrecho con el ganado doméstico, facilitando su transmisión. A su vez, los ecosistemas degradados pierden capacidad de autorregulación, reduciendo la presencia de depredadores naturales o condiciones que limiten biológicamente al barrenador. En contextos rurales como el de Yucatán, donde menos del 4 por ciento del área rural cuenta con aprovechamiento forestal activo según el Censo Agropecuario 2022, esta desconexión entre lo forestal y lo agropecuario refleja una vulnerabilidad estructural que requiere atención. La solución no puede ser una respuesta técnica aislada, sino una gestión integral del territorio que frene la deforestación, restaure paisajes productivos y fortalezca los servicios ecosistémicos como aliados en la sanidad animal.

El cambio climático agrava esta vulnerabilidad. Las alteraciones en los patrones de temperatura y humedad amplían progresivamente las zonas de riesgo para vectores y patógenos. El gusano barrenador, que necesita climas cálidos y húmedos para completar su ciclo vital, encuentra en la península de Yucatán condiciones cada vez más propicias para su expansión. Según estudios publicados en la Annals of the New York Academy of Sciences y las proyecciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el aumento sostenido de temperaturas podría extender significativamente su presencia geográfica en América del Norte para mediados del siglo XXI.

Las consecuencias económicas son inmediatas y profundas. La presencia del gusano barrenador ha llevado a Estados Unidos a suspender las importaciones de ganado vivo desde México. Al respecto, según el Boletín Económico de Yucatán y reportes recientes del Consejo Nacional Agropecuario, está generando pérdidas estimadas en al menos 171 millones de dólares. Esta cifra incluye una afectación diaria de aproximadamente 11.4 millones de dólares, especialmente en estados ganaderos clave como Sonora y Chihuahua.

El problema del gusano barrenador trasciende la dimensión sanitaria. Implica considerar, además de las soluciones técnicas y de control fronterizo, las causas de abandono del campo y la responsabilidad intergeneracional de preservar el medio ambiente. 

El gusano barrenador representa mucho más que un parásito: es un indicador biológico de las heridas abiertas en el tejido social, económico y ambiental de nuestra región. Hay que abordarlo desde una visión holística que integre la salud pública, el desarrollo social, la conservación de ecosistemas y la ética en la toma de decisiones. Solo así podremos transformar esta crisis sanitaria en una oportunidad para replantear nuestra relación con las zonas rurales y sus habitantes.

El resurgimiento de esta plaga nos confronta con la necesidad urgente apostar por un nuevo paradigma de desarrollo que coloque la dignidad humana y el equilibrio ecosistémico en el centro de nuestras prioridades colectivas. El gusano barrenador es, sin duda, tanto un problema sanitario como un espejo en el que se reflejan nuestras deficiencias estructurales como sociedad.


Edición: Estefanía Cardeña


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