Opinión
Ulises Carrillo Cabrera y Ana Brun
25/05/2025 | Mérida, Yucatán
La clausura del Festival de Cannes 2025 será recordada no solo por los premios otorgados, sino por un evento imprevisto: un apagón masivo que sumió al sur de Francia en la oscuridad. En medio de la incertidumbre, el festival se negó a rendirse. Generadores de emergencia rugieron a la vida, devolviendo la luz a la Croisette y permitiendo que la ceremonia continuara.
Este incidente, aparentemente fortuito, resonó como una poderosa alegoría del estado actual del cine. En un mundo turbulento, marcado por crisis sociales y económicas, el apagón simbolizó la oscuridad que amenaza con consumir a la sociedad. Sin embargo, la respuesta del festival – su determinación por seguir adelante, impulsado por una energía alternativa – representó el papel vital que el cine puede y debe desempeñar en estos tiempos.
Tradicionalmente, el cine ha sido visto como un reflejo de la sociedad, un espejo que nos muestra nuestras virtudes y defectos. Pero el apagón de Cannes nos invita a replantear esta relación. ¿Qué pasaría si el cine, en lugar de limitarse a reflejar la realidad, se convirtiera en una fuerza activa para transformarla?
En lugar de extraer energía de la sociedad, alimentándose de sus miedos y ansiedades, el cine podría inyectar esperanza, inspiración y un sentido de propósito. Podría ser un faro en la oscuridad, iluminando nuevos caminos y desafiando el statu quo.
Este cambio de paradigma requiere un cine rebelde, audaz y comprometido. Un cine que no tema abordar los problemas más urgentes de nuestro tiempo, que dé voz a los marginados y que nos impulse a imaginar un futuro mejor. Un cine que, en lugar de complacer al público, lo desafíe a cuestionar sus propias creencias y a tomar acción.
La clausura a oscuras del Festival de Cannes 2025 no fue un final, sino un comienzo. Fue un llamado a la acción para los cineastas de todo el mundo, instándolos a asumir su responsabilidad como agentes de cambio y a utilizar su arte para construir un mundo más justo, equitativo y sostenible. En un mundo que necesita desesperadamente luz, el cine tiene el poder de encender la chispa de la transformación.
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Edición: Fernando Sierra