Opinión
Ulises Carrillo Cabrera y Ana Brun
22/05/2025 | Cannes, Francia
El Festival de Cannes 2025 ha sido testigo de la llegada de The Phoenician Scheme, la más reciente joya cinematográfica de Wes Anderson, un director cuyo nombre evoca, de inmediato, imágenes de mundos meticulosamente construidos, paletas de colores pastel y narrativas que, bajo su apariencia excéntrica, suelen esconder profundas reflexiones sobre la condición humana. En esta ocasión, Anderson nos sumerge en las turbias aguas de la acumulación de riqueza, desnudando el cinismo con el que se construyen las fortunas billonarias de nuestra era.
The Phoenician Scheme no es una historia de emprendimiento heroico ni de genios innovadores que transforman el mundo con sus ideas. En cambio, Anderson presenta un retrato ácido y mordaz de personajes que, más que ser hábiles o creativos, se encuentran en posiciones de privilegio, beneficiándose de monopolios y acuerdos tácitos que les permiten extraer riqueza a expensas de la mayoría. A través de su lente, Anderson expone cómo las fortunas modernas a menudo se erigen sobre la explotación de circunstancias ventajosas y la falta de escrúpulos.
La estética distintiva de Anderson, con sus composiciones simétricas, su diseño de producción detallista y su característico humor negro, sirve como un contrapunto irónico a la oscuridad de la trama. El cuidado exquisito en la construcción de cada escena contrasta con la frialdad y la falta de empatía que parecen caracterizar a los personajes que se mueven en ese mundo. Es un choque deliberado, una invitación a mirar más allá de la superficie y a cuestionar las estructuras que sostienen tales desigualdades.
La película sugiere que estos billonarios, lejos de ser los motores del progreso, están impulsados por un deseo de dominación y un afán por satisfacer su propio ego. Cualquier avance o innovación se convierte en un mero instrumento para consolidar su poder y ampliar su influencia o vanidad, sin una genuina preocupación por el bienestar colectivo. Anderson nos presenta un mundo donde la riqueza no se traduce en beneficios para la sociedad, sino en una herramienta para perpetuar la desigualdad, la explotación y los egos de unos cuantos.
The Phoenician Scheme plantea una inquietante pregunta: ¿es posible este tipo de acumulación de riqueza en una sociedad donde la democracia y la rendición de cuentas funcionan correctamente? La película se convierte así en una crítica sutil pero contundente a los sistemas que permiten que unos pocos acumulen fortunas inmensas a expensas de muchos. Es un llamado a la transparencia, a la responsabilidad y a la necesidad de repensar los valores que rigen nuestra sociedad.
La inclusión de The Phoenician Scheme en la selección oficial del Festival de Cannes reafirma el compromiso del festival con la promoción de un cine que invite a la reflexión y al debate. En un momento en que la desigualdad económica y la falta de transparencia son problemas cada vez más acuciantes, la película de Wes Anderson se convierte en una herramienta valiosa para cuestionar el statu quo y exigir un mundo más justo y equitativo. Cannes, una vez más, demuestra que el cine no es solo entretenimiento, sino un poderoso medio para mantener viva la llama de la democracia y exigir la rendición de cuentas a aquellos que detentan el poder. Anderson, con su particular estilo, nos recuerda que la belleza puede esconder verdades incómodas, y que el cine, en su mejor expresión, tiene la capacidad de iluminar esas verdades para construir un futuro mejor.
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Edición: Estefanía Cardeña