Opinión
Cristóbal León Campos
07/07/2025 | Mérida, Yucatán
El periódico La Jornada es un referente nacional del periodismo crítico para todas y todos quienes durante décadas hemos buscado la transformación del país, y hemos seguido en sus páginas los artículos de análisis, los reportajes, las crónicas y las notas del día, que han dado sentido a un ejercicio de construcción de opinión pública frente a los monopolios tradicionales y conservadores que, cuidando su interés particular, han plegado su línea editorial al servicio de grupos de poder. Algo que, como lectores, hemos constatado que La Jornada ha sabido evitar, manteniéndose independiente sin caer en el despropósito de la “neutralidad ideológica”.
Es por estas razones que, hace diez años, celebramos, primero como lectores y después como colaboradores, el surgimiento de La Jornada Maya, cuya publicación no sólo refrescó la escena editorial de los medios impresos y digitales en la entidad, y en la península, sino que significó la apertura a temas y perspectivas hasta entonces poco o nada presentes en los otros periódicos de la región. Pero, además, justo esa reivindicación de las identidades regionales, y de la cultura maya en particular, dio un aire renovador y de resistencia, en especial con la sección K’iintsil, que se suma a la defensa de los derechos lingüísticos de los pueblos, en medio de una práctica con larga tradición en Yucatán, aunque también con muchos resabios de un periodismo conservador –aunque hay que decirlo, medios como el Por Esto! merecen un tratamiento aparte-.
Es en las líneas de la resistencia cultural, de la libertad de prensa y del pensamiento crítico, donde encuentro el mayor honor al ser parte de los colaboradores de La Jornada Maya, y donde percibo el reto mayor también, pues armonizar una línea editorial lo más independiente posible del poder, sea del color que sea, y generando un diálogo de generaciones que desde perspectivas ideológicas y tradiciones resignificadas muy diversas dan sentido a una publicación que marca ruta, y que, además, con su formato de periódico-revista replantea la edición impresa de los medios en la región, y quizás sin pretender ser vanguardia.
Y es que la vanguardia en la ruta de la edición periodística no se determina por la intensión ambigua, sino por el compromiso frontal con la sociedad y los temas realmente significativos para la comprensión del devenir socio-histórico actual, pues temáticas negadas por otros medios como el aborto, la violencia obstétrica, la pobreza y explotación, el daño al ecosistema, la defensa de los derechos de los pueblos originarios, los movimientos sociales contemporáneos, la geopolítica actual, la memoria de los pueblos, las letras y la cultura, la denuncia de los crímenes inhumanos como el genocidio en Palestina, la violencia sistémica contra la mujer por el machismo y el patriarcado, la esperanza y la transformación de la nación, así como muchos otros tópicos, son un referente que, se busque o no, dan sentido a una línea editorial pensada en sintonía con el acontecer nacional.
Resulta muy satisfactorio y enriquecedor leer a compañeras y compañeros, en la sección de opinión de La Jornada Maya, desde la libertad y la creatividad como costumbre, en un espacio plural y abierto a un diálogo intergeneracional, en el que todas y todos sumamos con la esperanza de que la palabra encuentre eco en el diario ir y venir del andar crítico en cada jornada. Por ello, deseamos que estas líneas sirvan, también, para reconocer a todas y todos quienes hacen posible la publicación de La Jornada Maya.
¡Felices primeros diez años!
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Edición: Ana Ordaz