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Un mamut en Yucatán

Cauces del Tiempo
Foto: Imágenes realizadas por Roberto E. Hernández Jasso con IA

Roberto Emmanuel Hernández Jasso

Hace 14 mil años, el hemisferio norte de la tierra comenzaba a calentarse gradualmente. Una parte de los hielos glaciares que cubrían el norte del planeta empezaron a derretirse, provocando un incremento en el nivel del mar. Este hecho marcaría el final de la última glaciación.

Estas nuevas condiciones climáticas también afectaron a latitudes más bajas del globo. En México, el clima se volvió más cálido y seco, incluso en la península de Yucatán. Los bosques espinosos y selvas que una vez dominaron el sureste del país, fueron poco a poco sustituidos por grades extensiones de pastizales con pequeños arbustos. Gracias a estos cambios de vegetación, muchas especies del centro y norte de México, comenzaron a expandir su dominio tan al sur como Yucatán.

Un joven mamut colombino (Mammuthus columbi) del suroeste de Chiapas, fue expulsado de su manada por la matriarca. Su comportamiento brusco y agresivo, cada vez era menos tolerado por otros miembros del grupo. Esta conducta temporal en elefantes y mamuts machos se le conoce como must. Se trata de un periodo de celo, en donde los machos producen hasta diez veces más testosterona de lo normal, con el fin comunicar su estado reproductivo, así como en buscar y competir por posibles parejas.

La experiencia de este joven mamut fuera del núcleo familiar era limitada, pero su ímpetu por formar su propia familia era mayor. Se dirigió hacia al suroriente, a territorios nunca antes explorados por la manada. Al llegar a las montañas de la región Lacandona, no encontró las vastas selvas que evitaban tiempo atrás el paso de los mamuts hacia el sur. Ahora extensas praderas de pastos y arbustos se extendían hasta las tierras planas de la Península de Yucatán.

Estos nuevos territorios se veían prometedores, con alimento abundante y sin depredadores que lo atemorizaran, era el nuevo titán de Yucatán. El inconveniente principal de este territorio era la ausencia de ríos y lagunas. Las únicas fuentes de agua dulce disponibles estaban entre las cuevas inundadas y cenotes dispersos de la región. Aunque, el olfato del mamut era poderoso, sentía la presencia del agua a unos kilómetros sobre la Sierrita de Ticul. Siguió los rastros de humedad hasta una zona llena cuevas y cavernas conocidas como la gruta Loltún. En el sitio se encontraban manadas de caballos pleistocénicos (Equus conversidens) alrededor de una enorme cavidad llena de agua. El mamut al ver esta situación barritó con todas sus fuerzas para que los caballos le abrieran paso. El ímpetu y la sed hicieron que se acercara de forma intempestiva a la orilla de la cavidad, pero sus nueve toneladas de peso jugaron en contra de él. Aunque los mamuts tienen articulaciones llamadas bisagras elásticas que les permiten balancearse, el barro y la inclinación de la orilla hicieron que cayera al interior. Por un momento sólo fue un susto, pues los mamuts son excelentes nadadores. Después de saciar su sed, quiso salir, pero para lograrlo requería trepar una pared resbalosa y recta de 2 metros de alto. Tarea imposible para un animal tan pesado. Cansado de nadar y barritar, este mamut se convertiría en una víctima más de la trampa natural de la cueva Loltún.

Durante décadas, la comunidad paleontológica creyó que el mastodonte de las montañas era la única especie de proboscídeo que había llegado al sureste de México. Sin embargo, el reciente hallazgo de los restos de un joven mamut en la cueva de Loltún cambia esa visión. Este descubrimiento no solo representa la segunda especie de proboscídeo identificada en la región, sino que constituye el primer registro de un mamut en toda la península de Yucatán. Se trata, además, del ejemplar de mamut más suroriental y aislado que se ha encontrado en el país. Actualmente, sus restos están resguardados en la colección del Centro INAH-Yucatán.

Roberto Emmanuel Hernández Jasso es investigador posdoctoral en Paleontología en el Centro INAH-Yucatán 

Coordinadora editorial de la columna: 
María del Carmen Castillo Cisneros, antropóloga social Centro INAH Yucatán

Lea, de la misma columna: Los incensarios prehispánicos

Edición: Fernando Sierra


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