Opinión
La Jornada Maya
01/09/2025 | Mérida, Yucatán
El 1 de septiembre es en México, desde hace ya más de un siglo, un día consagrado al poder político. El Legislativo inicia su período ordinario, pero por muchos años esta primera sesión fue la de la comparecencia solemne del jefe del Ejecutivo, a fin de rendir un informe a la nación, por lo que durante varias décadas la jornada fue denominada “el día del Presidente”.
Este lunes, sin embargo, han sido protagonistas los tres Poderes de la Unión. Primero, porque el Congreso recibió el texto correspondiente al informe de la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo; seguido del mensaje que ésta dirigió a la nación desde Palacio Nacional, y por último, por la toma de protesta a los 881 integrantes del Poder Judicial de la Federación que resultaron electos el pasado 1 de junio, lo que marca el inicio de una transformación de sus instituciones, comenzando por la Suprema Corte de Justicia (SCJN).
El inicio del período de sesiones del Legislativo resulta ahora trascendente porque éste está marcado por las negociaciones en torno al presupuesto para el próximo año fiscal. La renovación del Poder Judicial es ahora novedad, incógnita y desafío a la vez, porque tampoco se dio un cambio total de magistrados de circuito y jueces de distrito. En cuanto a la Presidencia, lo que se tuvo este lunes fue el primer informe rendido por una mujer al frente del Ejecutivo.
La comparecencia de Claudia Sheinbaum con motivo de su informe fue sobria y sin salirse de la narrativa de la Cuarta Transformación; la particularidad de su discurso fue la repetición del tema que hizo propio desde hace un año: por primera vez, una mujer está a la cabeza de los destinos de la patria y es ejemplo para varias generaciones. Sin embargo, la marca de este discurso fue la presentación de datos duros que le sirvieron a la Presidenta para fundamentar que “vamos bien y vamos a ir mejor”. Ahora, estos datos duros y porcentajes abren un frente de batalla por la percepción de la ciudadanía; una en la que se enfrenta principalmente a una oposición oportunista que busca magnificar las fallas y errores y que hace de la excepción la generalidad.
Esta oposición, por ejemplo, busca cualquier mal uso en algún programa como Jóvenes Construyendo el Futuro para descalificar todo el plan social que se tiene actualmente, y al que se dedican 850 mil millones de pesos en beneficio de 32 millones de familias. El reto es, entonces, que la población “sienta” que estos programas sí están llegando a toda la población, que realmente contribuyen a la disminución de la pobreza y que en verdad este dinero existe en el presupuesto porque se ha eliminado la corrupción.
Mención aparte merece la relevancia que dio la mandataria en su discurso a la inversión pública. Esta es la gran diferencia ideológica con los gobiernos anteriores a 2018: brindar a la construcción de carreteras, hospitales, aeropuertos y vías férreas la calidad de creadora de empleos y de condiciones de justicia social.
Y justicia, debe aclararse, también es reducir la pobreza. La presidenta destacó lo avanzado en este rubro de 2018 a 2024, lapso en el que la población en pobreza pasó del 41.9 al 29.5 por ciento. Sin embargo, cuando aún resulta sumamente difícil para cualquier familia el adquirir una canasta básica, o que independientemente del ingreso no puede acceder a servicios básicos, de salud o educación de calidad, la percepción sigue siendo campo de disputa.
Esto mismo ocurre con la infraestructura hospitalaria, que la presidenta destacó como uno de los grandes avances que se tiene actualmente, tanto por los hospitales ya construidos como los que están en proceso y deben concluirse durante su sexenio. Hay una población que aún no está convencida de que el sector salud cuenta con la capacidad de hacer llegar los medicamentos indicados a los pacientes, en tiempo y forma.
El informe de Sheinbaum Pardo no fue, en ningún modo, de palabras vacías. Sin embargo, los datos no suelen ser efectivos ante testimonios próximos (“le pasó a una amiga que llevó a su hijo al IMSS”), y la mezquindad política siempre estará a la vuelta de la esquina. Y cuando se trata de convencer, el nivel de aceptación de la presidenta no va solo y sí, en cambio, los cuestionamientos arrastran tras de sí a todos los que llegaron con ella.
Edición: Estefanía Cardeña