Opinión
Martha Pimienta
18/11/2025 | Mérida, Yucatán
La forma más fácil de reconocer a una persona es por su rostro, ya que los rasgos faciales son únicos y distintivos de cada individuo, a menos que sean gemelos idénticos y aun así, existen pequeñas diferencias. Al observar los rasgos del rostro, podemos reconocer entre una multitud a un familiar, un amigo, alguien a quien no vemos desde hace tiempo o incluso a una persona que no nos resulta agradable. Del mismo modo, somos capaces de identificar y comprender emociones como alegría, miedo, diversión, disgusto, desprecio, sorpresa, dolor y asco, entre otras.
Es posible llevar a cabo dicha identificación gracias a que en el cerebro existen estructuras específicas para el reconocimiento facial. Cabe señalar que esta cualidad no es exclusiva de los humanos, también otros primates como chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos pueden reconocer rostros y no sólo eso, sino también pueden reconocerse a sí mismos.
Cuando existe una lesión en esa región del cerebro, el individuo no puede reconocer los rostros, aunque sea de aquellos con quienes se convive cotidianamente, es más, ni siquiera pueden reconocer su propio rostro en un espejo, esta condición se conoce como prosopagnosia o ceguera facial. De todas las características físicas visibles que distinguen a un individuo, se considera que los rasgos faciales son los más variables y tienen un componente genético muy alto, es decir, son altamente heredables, por eso los hijos se parecen a sus padres, o a sus tíos o abuelos.
Cabe mencionar que se ha encontrado que las dimensiones horizontales (por ejemplo, la anchura de la cara) mantienen una mayor heredabilidad, al igual que los fenotipos de forma y tamaño (estatura, color de pelo y color de ojos entre otros) que aquellas que corresponden a las verticales (altura facial) o las de profundidad.
Ahora bien, ¿podemos conocer el rostro de un individuo cuando sólo tenemos los huesos de del cráneo? La respuesta es sí, ya que las características óseas de la región facial son el fundamento de nuestra cara. En el Centro INAH, Yucatán estudiamos poblaciones prehispánicas, coloniales y modernas a través de sus restos óseos y a partir de las características del cráneo y la región facial podemos recrear la forma de la cabeza y su rostro.
Las medidas consideradas son múltiples, algunas de estas son: distancia y profundidad entre las cuencas de las órbitas, forma de los pómulos (huesos malares), entre otros. Aquí describiré algunos índices que revelan la forma y el tipo de cabeza y rostro. Las medidas que se mencionan en los párrafos siguientes se ilustran en la figura presentada.
Uno de los primeros cálculos es definir y ubicar diferentes puntos en el cráneo para luego tomar las medidas pertinentes que permitan conocer la forma de la cabeza y el rostro del individuo. Con dos medidas: la longitud total A-B (del punto osteométrico glabela al opistocráneo) y la anchura C-D (del punto eurión derecho al eurión izquierdo) del cráneo se obtiene el índice craneal horizontal que define si la persona tiene un cráneo alargado, es decir dolicocráneo, si es mesocráneo que corresponde a una cabeza ni muy larga ni muy ancha o braquicráneo que se trata de un cráneo que en proporción es más ancho.
Para conocer si el cráneo es alto se conforma un índice formado por dos distancias; la primera va desde el agujero occipital (donde se inserta la columna vertebral) hasta la parte más superior del cráneo E-F (del basión al bregma), la segunda es la longitud total del cráneo A-B y así se obtiene el índice vértico-longitudinal que nos muestra si un cráneo es alto (hipsicráneo) o si se trata de un cráneo bajo (camecráneo).
La altura de la nariz G-H se mide entre dos puntos osteométricos señalados como nasión y subnasal, en tanto que la anchura I-J se toma entre dos puntos denominados alar derecho y alar izquierdo, con ello podemos saber el tipo de nariz; respingada (leptorrina), recta (mesorrina) y aguileña (platirrina).
En lo que se refiere al índice facial superior, este nos revela la forma de la cara y se obtiene de la anchura máxima facial K-L (del zygión derecho al zygión izquierdo) y la altura superior de la cara M-N (del nasión al prostion), así tenemos una cara larga y estrecha (Leptoprosopo) o una cara más cuadrada (Europrosopo).
De la misma manera, las dimensiones de altura y anchura de las órbitas permiten apreciar el tamaño y la forma de estas; otras características de la región facial nos dan a conocer si el individuo mantenía una proyección hacia adelante de mandíbula o maxilar, es decir, sobresalientes. Es preciso aclarar que lo mostrado aquí es solo una parte de todas las dimensiones que existen tanto del cráneo como de la región facial para elaborar un acercamiento a la forma de la cabeza y el rostro que tuvo un individuo en vida.
Martha Pimienta Merlín es antropóloga física del Centro INAH-Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social
Edición: Estefanía Cardeña