Juan Manuel Contreras
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 6 de febrero, 2018

Los mercados son lugares icónicos. A lo largo de la historia han sido pieza clave en la vida económica y cultural de las sociedades, así como escenario de innumerables manifestaciones de nuestra condición humana.

En Mérida, es el Lucas de Gálvez y el de San Benito. Emblemáticos bazares visitados diariamente por propios y extraños, quienes no han dejado de asombrarse por sus pasillos multicolor, ni por los peculiares olores que emanan de los locales.

Don Armín Cruz Cetina ha sido parte de esa historia. Dedicó su vida a la noble labor de servir a la clientela durante los últimos 60 años, en los que se desempeñó como carnicero; con su vasta experiencia describe al mercado como “un monstruo que nunca duerme, una maquina que nunca descansa”. Aunque don Armín también lo es de algún modo, ya que en los años sesenta su disciplina lo llevó a conseguir el título de fisicoculturismo Mister Yucatán. Quizá debido a su vocación deportiva, aún se conserva en perfecto estado de salud.

Ha visto los cambios que los dos centros de abasto más importantes de la entidad sufrieron a lo largo de su servicio, y platicó con [i]La Jornada Maya[/i] al respecto.

Su carrera como mercader comenzó cuando contaba los 13 años. “Comencé a trabajar gracias a mi padre, que era abastecedor. En esa época, desde una edad muy temprana ya era tiempo de definir lo que uno haría con su vida”, relata.

El interés del joven Armín por el fiambre no fue casualidad, pues su abuelo también se dedicó al oficio. Recuerda pasar horas contemplando atentamente los certeros cortes que realizaba con los instrumentos propios de la carnicería.

“Es así como comenzó todo. Ayudando a mi abuelo desde las 4 de la mañana en el Lucas de Gálvez, para terminar a las 6 y dirigirme a la escuela. Así era de lunes a viernes; sábados y domingos trabajaba todo el día. A los 15 años ya trabajaba por mi cuenta”. Cabe recalcar que Don Armin le dio carrera profesional a sus tres hijas de su trabajo.

Para Don Armín, la vida de un locatario está marcada por la rutina. Desde las 3 de la mañana, el producto ya está en su mesa de trabajo; lo que sigue es prepararlo para su venta al público. Lo más difícil del trabajo es cuando la carne no es del agrado del público, “a veces el cliente quiere una carne especial, y cuando se gasta, sólo queda la sencilla; la más difícil de vender”.

Hace 12 años, el mercado sufrió un cambio que afectó severamente la economía de los locatarios del Lucas de Gálvez. Durante la segunda gestión de Ana Rosa Payán Cervera, los inquilinos fueron reubicados al nuevo a San Benito. Muchos de ellos se opusieron -sin éxito- a la mudanza.

En el mercado de San Benito hay más de 100 locatarios, y a pesar de que existen buenas relaciones entre ellos; todos son competencia. Alguna vez existieron líderes, sin embargo, ya no es así. “Antes estábamos sindicalizados, pero ya no. Tenemos representantes; pero no líderes, tampoco hace mucha falta porque no hay discusiones entre nosotros. Cada quién conoce su trabajo y se ocupa de sus asuntos”, apunta el entrevistado.

Uno de los problemas más grandes para los locatarios del San Benito es la accesibilidad. “Por fortuna nosotros estábamos en el primer nivel, pero el segundo y tercer piso, -destinados a otro tipo de productos-, registran ventas bajas porque la gente no sube. Está prácticamente abandonado”.

Dicha situación ha derivado en un incremento exponencial del ambulantaje en la calles del primer cuadro, pues los locales desocupados son utilizados como bodegas, mientras sus inquilinos recorren las arterias de la ciudad tratando de comercializar su producto.

“El ambulantaje es el cáncer Mérida. Las autoridades han tratado de solucionarlo sin éxito, sólo a medias. El motivo es muy claro: accesibilidad. Ellos están en el paso de la gente. Tú puedes tener buena mercancía, pero la gente no va a ir a buscarte a donde estés, salvo algunos casos muy aislados”.

A doce años de su apertura, luego de una inversión de 180 millones de pesos y con 250 locales distribuidos en tres niveles, el mercado San Benito parece condenado a ser un elefante blanco, pues casi el 70 por ciento de sus espacios están desocupados.

En referencia a la cuota de, Don Armín se sincera: Nadie la paga. “Dejamos de pagar porque la gente ya no acudía al mercado, no había publicidad y como consecuencia las ventas decayeron. Ya nadie tiene para pagar. Desde que nos pasaron al San Benito, ni se toman la molestia de cobrarnos”, reconoció.

Aunado a los problemas de accesibilidad, se suman los del tipo económico, pues el precio de la carne de cerdo ha incrementado en los últimos años a causa de la apertura de un gran número de granjas porcícolas, ocasionando que la carne de res sea más costosa; cuando antes era lo contrario. La venta de carne en el mercado ha disminuido considerablemente en los ultimos años, debido al cambio de estilo de vida y el notorio crecimiento de las franquicias de supermercado. Don Armin afirma que antes las personas contaban más tiempo para hacer las compras y cocinar guisos complicados, ahora la prioridad es la practicidad.

Según la Asociación de Porcicultores de Yucatán, los productores cerraron el 2017 con una producción récord de dos millones de vientres, en las más de 600 granjas que operan en la entidad. A nivel nacional, Yucatán es el tercer lugar en producción de carne de cerdo, por debajo únicamente de Sonora y Guanajuato.

“Todos los días sucede algo novedoso en el mercado. Dejarlo luego de tanto tiempo me deja un sentimiento de nostalgia”, relató Don Armín, quien hace apenas unos días colgó sus instrumentos de carnicero para dedicarse a otras actividades.

“Ha sido un largo camino lleno de satisfacciones y sin sabores; ha habido de todo. Doy gracias a Dios porque me fue bien, pues supe invertir mi dinero. De igual forma, agradezco a mi esposa y a mi familia”, finalizó.


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