Sedeculta o lo disruptivo desde la política pública gubernamental

A poco más de un año del cambio político que el pueblo decidió en las urnas para México y para Yucatán, nos hemos sumado a las críticas sobre la permanencia de personajes políticos del pasado régimen, tanto a nivel federal como a nivel estatal, donde encabeza el gobierno, Joaquín Diáz Mena, por Morena.

Negociación política le llaman con complacencia algunos; sin embargo, si aspiramos al equilibrio a la hora de poner en la balanza lo alcanzado en tan pocos meses por un nuevo gobierno de izquierda que resultaba impensable para Yucatán, un estado con un arraigo conservador conocido por todos, habría que destacar, sin ambages, la incorporación de la sociedad civil en la toma de decisiones del primer círculo del mandatario: sus secretarios de Estado, entre quienes destaca, sin duda, la artista visual, Patricia Martín Briceño, al frente de la Secretaría de la Cultura y las Artes (Sedeculta).

Esta institución, otrora feudo de unos cuantos y en donde artistas y trabajadores vivieron todo tipo de humillaciones y atropellos, ahora está en manos de un equipo que en su mayoría son artistas y promotores culturales o, cuando menos, están familiarizados con esas expresiones.

Hemos visto con asombro cómo el actual gobierno ha roto la inercia e invierte convencido de su capacidad transformadora y ajustándose al presupuesto existente se construyen puentes culturales con la sociedad de los nuevos tiempos.

Es notable también la capacidad de gestión con la Federación, con la iniciativa privada, pero también la sensibilización al interior de la Sedeculta y del gobierno es su conjunto para llevar a cabo una propuesta nueva, diseñada para generar nuevos públicos e incentivar nuevas expresiones locales, que convivan con otras latitudes en lo contemporáneo y en la capacidad creativa actual, lo que la define como una nueva política pública disruptiva. 

Cabe detenerse un poco para recordar que hay modos de generar recursos suficientes para cimentar este camino, esta forma de hacer desde los espacios públicos políticas novedosas; acudamos a lo que propone la Unesco en el sentido de que cuando menos el uno por ciento del presupuesto de un Estado debe destinarse al apoyo de las culturas y las artes. Obviamente, en las condiciones actuales esto resulta una falacia; pues en ninguna parte del país se ha encontrado una articulación legal que congregue a todos los sectores sociales y generar las condiciones de qué lo que establece el organismo internacional se aterrice en nuestra realidad. ¿Qué tal esta propuesta: generar un Fondo para la Cultura y las Artes, parecido al esquema del Fondo de Cultura Económica con una iniciativa de ley que establezca que todo el aparato gubernamental confiera cada año el uno por ciento de su presupuesto para la promoción de las culturas y las artes; que sea un organismo público y totalmente transparente? Soñar no cuesta nada, pero esto podría ser un elemento novedoso en lo legislativo para el 2026.

Si esto se aplicase en Yucatán estaríamos hablando de que la Sedeculta tendría al menos 600 millones para fortalecer las expresiones artísticas en suelo yucateco.

Por otra parte, es notable que algunos medios de Yucatán nadan sincronizadamente contra lo que ocurre en el ámbito local y nacional, analizando y emitiendo juicios desde el hígado y no con los datos duros.

La realidad los avasalla y tira de entrada sus “argumentos”. Olvidan que las culturas son un derecho universal y ejercen una crítica desde la distorsión de su precaria visión, odian los eventos gratuitos, no soportan que la gente acceda libremente a un evento otrora exclusivo de Ocesa, los ven como pérdida y no como inversión para que ese derecho se cumpla.

Lo que yo veo es que la Sedeculta ejerce con energía y contundencia este precepto. sosteniendo que, desde una perspectiva tradicional, patrimonial y de exploración contemporánea, las culturas y las artes impulsan el desarrollo y la creatividad, recomponen el tejido social, enriquecen la vida humana y promueven la paz y la inclusión social, buscando generar comunidades resilientes, innovadoras y en todas sus acciones promover un mejor entendimiento de las interconexiones humanas.

Hagamos un breve repaso de lo que se puede conseguir: desde el concierto de la artista norteamericana Cat Power que reunió a 2 mil espectadores, propició una ocupación del 100 por ciento de la oferta hotelera en Izamal (tan solo en dos horas, el mercado artesanal promovido por el IYEM a la entrada del concierto reportó una venta de 200 mil pesos), Elsa y Elmar, Odisseo, Meme del Real, entre muchos otros, coronados por Julieta Venegas que llevó más de 14 mil personas a Valladolid y provocó un derrama económica por arriba de los 10 millones de pesos.

Las pocas voces, más necias que realmente críticas, no soportan el cambio, prefieren mantener al estado como zona de silencio.

Por último, pongamos el acento en un hecho sin precedentes en la entidad y, de seguro, en muchos lugares de la República: esta administración se ha reconfigurado con hechos que parecen simples pero son de gran calado colocando a personas genuinamente mayas y distinguidos internacionalmente en puestos clave; ejemplos: Fidencio Briceño, Elisa Chavarrea y Julián Tzul, quienes recuperan herencia, tradiciones, saberes y lengua; pero que, sobre todo, derriban y ponen en evidencia prejuicios sociales. Además han despertado al elefante blanco dormido que era ese Gran Museo del Mundo Maya, donde se han llevado a cabo eventos multitudinarios, lo que no había pasado en su historia de 13 años, salvo para rendirle culto a las autoridades en turno.

Y algo más, Sedeculta abrió sus puertas a las expresiones contemporáneas, a una gran cantidad de artistas visuales de la entidad, al movimiento de música independiente local, olvidados por administraciones anteriores; se trata de muchos y muy buenos artistas , promotoras, managers, productores, técnicos, quienes desde hace tiempo lucharon por tener un espacio en la escena nacional. Sin olvidar, por supuesto, a los consagrados y emergentes elementos de la Trova Yucateca, que ignorados durante décadas, ahora ocupan un lugar primordial en la escena local y en otras partes de México y el mundo. Todos, por primera vez, reciben un respaldo para dar a conocer su trabajo en foros nacionales e internacionales y así implementar juntos estrategias de circulación y promoción.

Una bienal en camino, muestras de cine, teatro contemporáneo y talleres de creación artística en el 90 por ciento del estado; la muestra nacional de arte textil Original, la revaloración del trabajo de las mujeres artesanas yucatecas y el bordado textil maya son algunos hechos que representan hoy más que nunca al estado.

Tener visión y apostar por el cambio es lo que debe guiar la voluntad de un gobierno.

Democratizar los accesos y al mismo tiempo abrir el estado a expresiones actuales debe ser su misión. Yucatán es su pasado y su presente, hoy pujante y vigoroso.

Recordemos textualmente que "las culturas no deben considerarse como algo aislado, tienen una dimensión transversal que puede fomentar un cambio de paradigma para renovar la formulación de políticas hacia un enfoque inclusivo, centrado en las personas y relevante para el contexto", como lo establece la Unesco.

Critiquemos lo criticable y celebremos lo celebrable; lo demás proviene del rencor por haber perdido privilegios y la rabia frente a un verdadero cambio.

Edición: Fernando Sierra