Jesús Mejía
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 21 de enero, 2019

Pese a ser criticado por inmoral a mediados del siglo XIX y vilipendiado por ser parte de una aristocracia caduca y de una sociedad conservadora, el vals ratificó su vigencia en el gusto del público en pleno Siglo XXI con la presentación de una gala a cargo de la Orquesta Sinfónica de Yucatán.

En 1833 un manual británico de nuevos modales consideraba el vals inmoral y no apto para las señoritas de la sociedad europea, sin embargo pronto cobró auge como signo de distinción no sólo del viejo continente, sino en otras partes del mundo, incluido América.

La Sinfónica de Yucatán, con Juan Carlos Lomónaco en la batuta, rompió el paradigma que vincula al vals con la moral y el conservadurismo de una época y delimitado a las fiestas de quinceañeras; la puso nuevamente en boga entre los melómanos yucatecos.

Como parte de una costumbre que se ha vuelto tradición entre las orquestas sinfónicas tanto de Europa como de América de interpretar valses en conciertos de año nuevo, OSY presentó obras del rey del género, Johann Strauss II así como operetas de Franz von Suppe y el famoso Can Can de Jacques Offenbach.

Primero fueron interpretadas las obras obertura El murciélago y Voces de primavera, la primera una opereta y la segunda un vals de los más de 400 que creó Johann Strauss Jr (1825-1899), el compositor más prolífico de ese género.

Cuando estaba animada la concurrencia, cayó un tanto el ánimo ante la regular aceptación que hubo en torno de Valses Nobles y Sentimentales, del francés Maurice Ravel (1875-1937), quien junto con su obra La valse quiso despedir una época e innovar al estilo con regular éxito.

En lugar de la obra de Ravel, la orquesta hubiera puesto en los atriles Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá; Alejandra, de Enrique Mora Andrade o por qué no, El vals sobre las olas, de Juventino Rosas

En la parte complementaria la orquesta interpretó la obertura Orfeo en el infierno, una sátira del mito de Eurídice y Orfeo, de Offenbach, que incluye el famoso Can Can que le dio un carácter jocoso y audaz a las coreografías del emblemático Molino Rojo de París y posteriormente fue parte distintivo del cabaret.

Del rey de las operetas, el austríaco Franz von Suppé (1819-1895), la agrupación musical interpretó su famosa Caballería ligera ante un público animado con la gala de valses, la cual requirió de tres presentaciones para atender la demanda de boletaje, el cual se agotó con anticipación.

La parte estelar estuvo a cargo de El Danubio Azul, el más famoso vals de Johann Strauss Jr. en torno del río que no es precisamente de ese color, pero que baña diversos países de Europa y es referido como segundo himno nacional de Austria.
 
El Danubio azul ha trascendido en las épocas desde su estreno en 1867 en la Sala Diana de Viena y luego el mismo año en la Exposición Universal de París, a tal grado que formó parte de la obra maestra de la cinematografía futurista 2001 Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick.

El público feliz, entusiasmado por los compases de tres cuartos de los valses, recibió un regalo que es también tradicional en los conciertos de año nuevo: la interpretación de la famosa Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre, un tema rítmico, en el que la gente participó con sus palmas y alternó con la orquesta.

De manera previa al concierto el director de la orquesta, Juan Carlos Lomónaco, compartió entre el público la funesta noticia del fallecimiento el pasado 30 de diciembre de uno de sus músicos, el violonchelista José Antonio López, a quien le fueron dedicadoslos tres conciertos del primer programa de la temporada.

La presidenta del patronato de la OSY, Margarita Molina Zaldívar, en su mensaje de apertura de la XXXI temporada, dio la bienvenida al público y agradeció al gobierno del Estado su respaldo al tiempo que llamó a la sociedad en general apoyar y sumarse a este proyecto de difusión de la música de concierto.


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