Shinzaburo Takeda: Un descubridor de culturas en Yucatán

La pandemia fue una nueva tarea para observar la realidad que se presenta al artista, señala
Foto: Katia Rejón

“Yo soy un campesino”, dice Shinzaburo Takeda en la Pinacoteca Juan Gamboa Guzmán de Mérida. Sombrero panamá y chaleco gris, Takeda regresa a Yucatán después de 50 años de haberlo visitado. Además de ser un campesino, como él se describe, es uno de los grabadores y pintores contemporáneos más importantes en México. Nació en Seto, una ciudad japonesa conocida por ser productora de setomono, un tipo de barro, pero ha pasado la mayor parte de su vida en México, particularmente en Oaxaca.

 

Foto: Katia Rejon

 

Explica que su pueblo de origen es famoso porque produce una losa especial desde hace 500 años. Está en Yucatán porque lo invitaron a inaugurar una exposición en la última edición de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey) 2021 y de ahí ha encontrado razones -o pretextos- para continuar trabajando en el estado.

 

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“Está bellísimo, el ambiente, la ciudad, su construcción y arquitectura. Para mí es elegante, muy diferente a Oaxaca”, dice.

Hace unos meses realizó un mural en el municipio de Izamal, inspirándose en la historia y cultura maya. “La cultura maya sigue viva y nos sirve para el futuro”, explica. Y los murales son parte de su historia con México desde 1963, cuando llegó al país para estudiar en la Academia de San Carlos, donde conoció a Siqueiros. Trabajó un tiempo en El Museo Nacional de las Culturas del Mundo, ubicado en Ciudad de México, después de 12 años se mudó a Oaxaca, donde encontró el destino hacia la autenticidad de México y las raíces de una cultura.

Después de medio siglo de trabajo, la pandemia significó para él una “nueva tarea” para observar y cohabitar con la realidad que se le presenta al artista, más que luchar contra ella. “Somos descubridores de culturas. Nuestro propósito es encontrar maneras y la esencia de un fenómeno. Empezamos primero observando qué cosa es esta pandemia, o el Covid-19. La convivencia es importante, no estar en contra de los fenómenos de la naturaleza”, dice.

Cuenta que sus alumnos hicieron obras que responden a la realidad pospandemia: retratos de una madre con su bebé usando máscaras, o “un niño paradito con tapabocas”.  

“Está bellísimo, me gustaría mostrarlo, cuando se tranquilice la pandemia quiero hacer una exposición de jóvenes y sus trabajos en la pandemia”, agrega. 

 

Descubrir el talento

Takeda no esconde el hecho de que sus estudiantes lo emocionan. Ante la pregunta de cómo ha sido para él trabajar con artistas jóvenes de Oaxaca, y ahora de Yucatán, responde:

“El grabado era una técnica favorita en la historia de Japón y yo la conocía, desde luego. No recuerdo el año pero entré a un taller de pintura y grabado en Oaxaca y encontré jóvenes oaxaqueños con un talento que me espantó. Los jóvenes oaxaqueños desde que nacen ya tienen talento, yo tenía el error de pensar que el talento se tiene que cultivar, pero en México no hay que cultivar, hay que descubrirlo. Empecé a descubrir los talentos mexicanos hace 40 años y todavía lo sigo viviendo”, refiere.

Desde que se mudó a Oaxaca decidió que no iba a trabajar como extranjero ni a impartir una cultura japonesa, sino dedicarse a descubrir el propio sentido del arte oaxaqueño. 

“Su espíritu, su originalidad, quiere decir que tengo que observar bien. La observación es básica para mí. Me ayuda a encontrar talento, belleza, carácter mexicano o oaxaqueño”, agrega. 

Jorge Pech Casanova, poeta yucateco radicado en Oaxaca, ha sido el puente para que el maestro revisitara Yucatán. En entrevista telefónica, dice que lo conoció en el Centro Cultural Universitario, aunque en Oaxaca lo conoce todo el mundo.

“Más allá de cómo lo vea yo, es cómo lo ve todo el mundo. En el 2012 el emperador de Japón le dio una distinción muy importante, la Orden del Tesoro Sagrado. En Japón también es reconocido, hay un museo que lleva 50 años adquiriendo sus piezas hechas en México: llevarle la pista a un artista por tantos años y en el extranjero, no es poca cosa”, dice.

Aunque ha preferido enseñar y trabajar en México, Takeda guarda una relación muy cercana con su país, donde también ha publicado libros y montado exposiciones. 

 

Foto: Katia Rejon

 

Un proyecto en crecimiento

Junto con el maestro, Pech Casanova propuso un curso de grabado para jóvenes artistas pero, durante los preparativos, Takeda se documentó sobre la historia de Yucatán y la tradición maya y quedó fascinado, así que el proyecto fue creciendo. Además del taller de gráfica, pintaron el mural llamado Infinito de quetzales en el mundo de venados en el Centro Estatal de Capacitación, Investigación y Difusión Humanística de Yucatán (Cecidhy) de Izamal. Cuando terminaron, invitaron a los estudiantes para continuar el taller de grabado en Oaxaca. 

“La idea era hacer una carpeta con 70 grabados y terminaron haciendo 400. Conocieron a otros artistas oaxaqueños. El plan original creció y creció”, explica Pech Casanova.

La carpeta gráfica tiene obra de Shinzaburo Takeda, Rolando Rojas, Rocío Figueroa Barraza, Alejandra Canseco Alhil, Fernanda Ayala, Enrique Gijón, Pablo Gómez, Mauricio Collí Tun, Christian Kuk Garrido, Ruanda Núñez Zapata, Aldo Cauich Uicab, Susy Lugo Lizama, Felipe Pool Góngora, Sofía Caballero Rodríguez, Rogelio Madrid Sánchez, Judith Alanís, Laura Can May, Emma Rosa Orozco, José Pool Mashka y Manuel May Tilán.

Ruanda Núñez, una de las artistas invitadas al taller y a la pintura del mural, dice que una de las cosas más destacables del maestro Takeda es que a pesar de su trayectoria, sigue sorprendiéndose de las cosas. Agrega que como artista, compartir una carpeta con maestros como Takeda es un impulso a su carrera.

“La calidad humana y sencillez de Takeda es infinita. Siempre está abierto a que le preguntes. En Oaxaca nos veíamos todo el día, nos ofreció de comer, conocimos a sus perritos y nos empezó a llamar hijitos. Se dio muy bonito el grupo y eso permitió convivir no sólo como maestro-alumno sino como amigos o familia”, cuenta.

 

Foto: Katia Rejon

 

De esa experiencia, rescata la importancia de mantener la calidad humana y “los pies en la tierra” a pesar de tener una amplia trayectoria, que si hay personas que hacen el mismo oficio no debe haber competencia sino colaboración. “Y siempre estar dispuesto a aprender y dar oportunidades”, finaliza.


Edición: Estefanía Cardeña


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