Foto: Abraham Bote Tun

Grandes árboles y cultivos de maíz, entre otras especies, abrazan y rodean a Cecilia Hu Giménez, también conocida como Sasil Ha Sak Beh; ella ha formado una comunidad agroecológica en Hunucmá, en un terreno convive con plantas medicinales, compostas, abejas meliponas, gallinas, patos, gansos y otras especies llenas de vida, lejos de la ciudad y con una conexión mínima al mundo digital y virtual. Es todo lo que necesita para ser libre.

Para ella, la agroecología no sólo es un estilo de vida, sino también una forma de resistencia contra un modelo capitalista y consumista que depreda el medio ambiente y sus recursos. En más de 13 años, través de su escuela U Neek’ Lu’um (Semillas de tierra), ha compartido sus conocimientos a cientos de jóvenes, adultos, hombres y mujeres que desean cambiar su estilo de vida y generar un cambio de conciencia en sus modos de vida: crear una convivencia armónica con el medio ambiente y al mismo tiempo producir sus propios alimentos e insumos orgánicos. 

Sasil se siente completamente libre y autónoma. Ha creado un vínculo especial y un amor profundo y respeto hacia la tierra y todo lo que de ella emana. Demuestra que se puede optar por una agricultora orgánica libre de fertilizantes y pesticidas químicos, que dañan el medio ambiente, otras especies y al agua.

 

 

De igual manera, hace retornar hacia esos conocimientos ancestrales tan esenciales de nuestros abuelos, para el rescate de este planeta que cada día agoniza a consecuencia de las malas prácticas de los humanos y los intereses comerciales y empresariales.

“Tengo libertad para poder compartir lo que sé, lo que siento, lo que soy, vivo bien, me gusta estar así. Aquí estoy feliz, estoy rodeada de naturaleza y bienvenido quien quiera venir a trabajar, ayudar y compartir lo que tenemos; esto me ha permitido ser autónoma, tomar mis propias decisiones”, expresa alegre y orgullosa.

Mientras riega uno de sus cultivos de maíz, la ingeniera agrónoma, quien viste con un sombrero café de mimbre, una playera morada con la leyenda: “La violencia es un delito, Detengámosla”; un pantalón que ha transformado en bermuda y unas botas, comenta que una parte de sus saberes la aprendió en la Escuela U Yits Ka’an, en Maní; durante muchos años su espacio fue una subsede de ésta, hasta que decidió independizarse y formar su propia academia, con sus propios ideales. 

Actualmente, explica, dentro de su comunidad agroecológica se encuentran guardianes de las abejas y estudiantes de U Neek’ Lu’um. Pronto, luego de más de 13 años, se trasladarán a un terreno propio y más amplio para seguir con sus enseñanzas y así concretar esta comunidad agroecológica y extender su trabajo a otras comunidades cercanas.

Quienes llegan a su escuela lo hacen con un poco de conciencia, por eso su principal objetivo es fortalecer ese espíritu de respeto hacia la tierra, equilibrio ecológico; que creen un compromiso de vida, producir sus propios alimentos, intercambiar con otras personas la producción, las semillas, los conocimientos; crear lazos entre todos, que las personas puedan incidir en las comunidades mayas, y en las ciudades, con sus vecinos, en sus colonias; empezar a crear huertos urbanos en espacios que hay en espacios que no estén sirviendo por ejemplo.

 

 

Sasil Ha reflexiona un momento: la agroecología es nuestra vida, afirma sin titubear; es el camino que hemos escogido como modo de vida, se trata de regresar a las raíces y volver a lo que los abuelos hacían antes, pero que se ha perdido en algunos lados; producir los propios alimentos con la milpa, huertos de traspatio, las abejas meliponas, usar el abono orgánico con lombrices, gallinas de traspatio y plantas medicinales. “Eso es los que estamos construyendo cada día, sembrando semillas de resistencia, recuperándolas e intercambiándolas”, expresó.

Además, añadió, busca sembrar esta forma de ver la vida, alejada del consumismo, que ha fomentado la industria alimentaria, que genera residuos, alimentos dañinos y peligrosos. “Se ha trastocado mucho las raíces de nuestros pueblos y cuando las personas ven nuestro proyecto y platicamos siempre recuerdan ‘mi abuelita hacía esto y ya no lo hacemos’, tratamos de recordarles estos conocimientos y que vuelvan a adaptarlos y lo hagan en sus casas”, comentó.

Actualmente la agricultura tradicional impacta severamente en la tierra, el agua y otras especies; sobre todo por el constante uso de insecticidas, fertilizantes y otros químicos. Una opción para revertir esto es la agroecología, los campesinos pueden usar los abonos orgánicos, que no tengan que comprar bolsas de fertilizantes y también hacer insecticidas biológicos, de ser necesario. Se puede hacer la misma diversidad que hay en la naturaleza para estos temas.

“Al recuperar toda la diversidad de plantas que hay, medicinales, aromáticas, nos protege y logra un equilibrio. Las plantas son alternativas para tratar las plagas y controlarlas”, indicó.

 

 

Antes de aceptar a sus estudiantes les hace una pequeña entrevista personal para conocerlos, saber sus inquietudes, por qué desean acudir a la escuela, su intención. Ella busca inculcar que apliquen estos conocimientos en su vida, en sus terrenos, y espacios, no pretende que lo vean como una forma de hacer conocidos y lucrar. “No es nuestro primer objetivo llegar al mercado y competir con los demás, sino vivir bien, sanamente y colaborar con otras personas”, precisa.

De hecho, indica que ha venido gente que realiza agricultura con pesticidas, pero quieren dejar de usarlos y aprender otras formas de cultivar; hay un cambio de consciencia en este sector, pues se han dado cuenta que este tipo de practicas daña la tierra, ya no es fértil y ya no la no pueden trabajar.

“Hacer agroecología implica ser autosustentable, autosuficiente, autónomo; tú decides qué comes, qué no; en cambio cuando tienes que sembrar de acuerdo al mercado, tienes que sembrar pesticidas, semillas transgénicas”, detalla.

Se trata de respetar la tierra, el agua, el medio ambiente, las semillas, las platas, animales, y respetarte a ti mismo y tus demás hermanos. Porque si destruyes estás dañando a otras personas. “Uno tiene que vivir en equilibrio primero en su propia persona y respetar también a la naturaleza”, expresa.

Como consecuencia del trabajo que se hace al estar cultivando, en algún momento se van a tener excedentes que podrían comercializar en los mercados o con otras personas, que te permite la sustentabilidad, pero no es el fin primordial, insiste.

 

Un despertar de conciencia 

Sin embargo, este modelo de vida no es promovido por los gobiernos, ni el propio sistema, pues afectaría interés comerciales. Si más personas adoptaron esta forma de vivir, producir sus propios alimentos en sus casas, ya no sería necesario acudir a las grandes tiendas y supermercados; no obstante, cada día más gente despierta.

Durante años, las mismas autoridades otorgan subsidios que incluyen paquetes de agroquímicos y demás plaguicidas para los cultivos. “Los pesticidas se inventaron y le hicieron ver al campesino que eran necesarios y crearon esta dependencia, pero se puede hacer agricultura sin estos químicos; si el gobierno quisiera un cambio, podría contar por la agroecología”, indica. 

Sasil ha visto un despertar, lo ve en los ojos de sus estudiantes, de mujeres y hombres campesinos que se acercan a ella para aprender más sobre estos temas; muchos de ellos de las ciudades, y aplican sus enseñanzas en sus casas, aunque sean espacios pequeños. Se puede hacer el cambio de mentalidad.

 

 

“Si la gente despertara, y pudieran hacer agroecología de alguna manera bajarían las ventas de químicos, y más venenos y los fertilizantes. Sí es posible no depender de ellos, tenemos que seguir sembrando la consciencia en más gente y pueda ir haciendo agroecología en sus traspatios, y vivir de una manera más sana, sean autónomos y no gasten tanto en insumos externos”, expresa.

A su vez, las personas deben organizarse, usar terrenos y áreas verdes que hay sin usar en los fraccionamientos, exigir a los ayuntamientos que les donen estos lugares para poder trabajar en comunidad, hacer huertos y sembrar diversas plantas, frutos hortalizas; en fin, ganarle espacios al concreto. 

Si bien quienes viven en ciudades como Mérida han perdido más estos conocimientos ancestrales, por el ajetreo del día, y están enajenados con el ,mundo digital, es importante tener este despertar de consciencia y volver a la tierra, animarnos a sembrar nuestras propias plantas, lechugas, acelgas, rabanitos.

 

¿La agroecología es una forma de salvar al planeta?

-Al planeta lo hemos desgraciado, hemos hecho montón de pendejadas, pero se va a defender, los que estamos corriendo riesgo somos la humanidad por nuestra inconciencia e irresponsabilidad.

Por lo tanto es urgente que reaccionemos ante este panorama para tratar de salvar el pellejo y aprender a disfrutar la naturaleza y todo lo que nos regala la madre tierra. “Si nos dedicáramos a trabajar la tierra y disfrutarla, vivir con ella, no sólo de de ella viviríamos bien. Llegan las empresas a extraer, empiezan los conflictos, las rivalidades, quién vende su tierra; pero si están solos podrían sobrevivir mejores”, expresa.

Jonathan de la Vega González es egresado de la escuela. A pesar de haber concluido con el curso, sigue yendo esporádicamente a Hunucmá para ayudar en algunas tareas; esta capacitación le ayudó a formar el estilo de viva que lleva actualmente.

Jonathan se encuentra cursando la licenciatura en Agroeoclogía en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y dejó de ejercer por completo su profesión de ingeniero civil.

 

 

“U Neek’ Lu’um me dio una oportunidad diferente, sobre todo en un momento de mi vida, en donde había tomado la decisión de dejar ejercer mi carrera y buscar algo que me hiciera ser yo mismo, en lo laboral y en quién soy y quién quiero ser”, expresa.

De la mano de Sasil aprendió de forma práctica sobre los proceso vegetales y demás conocimientos, además se dio cuenta de que quería estudiar esta carrera en la UADY y aprendió un nuevo oficio: la carpintería.

Como su mentora, considera que la agroecología es un estilo de vida y una forma de conciencia y de resistir ante el capitalismo, colonialismo y patriarcado, tres cabezas de un mismo monstruo. “Adoptar este tipo de filosofía nos regresa a los origines, nos hace valorar más nuestra vida y la vida del pequeño ser con quien convivimos, el entorno, el medio ambiente, tierra agua, aire... me ha hecho cambiar mi forma de pensar y de ver la vida”, concluye.

Información de la escuela https:// www.facebook.com/uneekluum 

 

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Edición: Ana Ordaz 


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