Las chelemeras, una agrupación de 17 mujeres que, con mucho esfuerzo, se ha convertido en restauradora de manglar en Yucatán, logrando ya la recuperación de al menos 100 hectáreas (ha). Las integrantes miran su avance con los ojos llenos de alegría.
Cuando llegaron a una zona de manglar en Progreso por primera vez, contaron Guadalupe y Rosario, no había nada, el suelo estaba seco y las plantas del manglar no estaban; ahora, cuentan esto paradas a la orilla de donde inicia el agua dulce del manglar que han recuperado y en este momento ya luce lleno de vida.
Hacer que esto fuera posible requirió mucho esfuerzo manual para ellas, iniciando por la creación de canales para restablecer el flujo hidrológico en la zona y que las plantas comenzaran a crecer nuevamente.
Keyla, otra integrante, recuerda que cuando comenzaron a hacer esta labor fue porque en su municipio ofrecieron las vacantes temporales para el trabajo y miraban que podrían ganar unos pesos extras para sus familias; sin embargo, sobre la marcha aprendieron la importancia de este ecosistema y ahora el dinero dejó de ser el factor que las mueve.
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Gracias a la recuperación que han realizado del área natural, han encontrado chivitas, camarón, peces, aves y hasta huevos de algunas especies, sensibilizándose al reconocer que esa diversidad contribuye a su comunidad que se beneficia de la actividad pesquera.
“Ahora nos sorprende y nos emociona ver cada planta en la que hay gracias a nuestro trabajo”, añade Keyla.
Además, aprendieron también que los manglares les protegen de los ciclones y lluvias; “la misma comunidad no sabe la importancia que tiene (el manglar) […] también hemos escuchado o aprendido que, por ejemplo, el impacto del cambio ambiental y todo eso que nosotras pues con el poco o mucho trabajo que hacemos, estamos favoreciendo”.
Todo este conocimiento que han adquirido, no solamente las beneficia a ellas mismas, sino a la comunidad, pues reconocen que aunque ellas aprendieron todo eso siendo adultas, ahora las infancias lo están viendo y experimentando desde su corta edad y, si bien sus hijas e hijos son quienes lo hacen de forma directa, les cuentan a sus amistades en la escuela y así extienden esta información.
Este esfuerzo también les ha llevado al reconocimiento de sus esposos, contó Keyla, pues las han acompañado y miran que su labor realmente es valiosa e implica mucha fuerza y desgaste físico, llegando incluso a entender que al llegar a casa necesitan descansar y que las tareas del hogar sean compartidas.
Pero el trabajo en sí mismo no es el único reto que enfrentan, pues poder realizar su labor requiere instrumentos como botas, palos, entre otros, y requieren recursos económicos para conseguirlos, pero no siempre hay quien invierta en esto, por lo que en ocasiones incluso han tenido que desembolsar de sus propias carteras.
Edición: Estefanía Cardeña
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