Un manglar, más importante que un bosque tropical: Las Chelemeras

Especial: Ecosistema vivo

Para Keila Raquel Vázquez Lira, de 43 años, un manglar tiene mucha más importancia que un bosque tropical: es hogar de muchas especies marinas, un pulmón de vida, además de que sirve como contención para huracanes y tormentas, evitan inducciones, y demás funciones vitales.  

Vázquez está consciente de los efectos del cambio climático, las afectaciones al medio ambiente, a los ecosistemas y a la vida de las personas, por eso, sigue una labor de conservación y restauración del mangle. Quiere dejar un mejor lugar a sus nietos y familiares. 

Ella forma parte de Las Chelemeras, un grupo de 18 mujeres -algunas de hasta 70 y 80 años- de la comunidad de Chelem (Yucatán) que se dedica a preservar el manglar de las costas yucatecas, desde hace 12 años.  

Sólo en Yucalpetén han ayudado a restaurar más de 30 hectáreas en estos años. 

Chelem, comisaría del puerto de Progreso, ubicada -aproximadamente- a 51 kilómetros al norte de Mérida, colinda con unas 100 hectáreas de manglar rojo y negro, donde abundan los cocodrilos, las mojarras y los martines pescadores entre una diversidad de especies nativas.  

No obstante, durante las últimas décadas, la demanda “desmedida” del turismo y el desarrollo urbano ha provocado el deterioro y, en algunos casos, la deforestación del ecosistema de los manglares en gran parte de las costas del estado, según indica Jorge Herrera Silveira, investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) Mérida.  

Keila Vázquez es de las fundadoras de la agrupación; inició en esta labor “sin querer” en el 2010, ante la falta de trabajo decidió acudir a una convocatoria que emitió la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y otras dependencias para la limpieza del manglar, como trabajo temporal; solicitaban hombres y mujeres.  

Sin embargo, dijo que el salario no le pareció suficiente a los hombres, por lo que la mayoría ya no siguió, los que sí se quedaron al poco tiempo desistieron y sólo se quedaron las mujeres; las fundadoras de lo que sería este grupo.  

Con el paso del tiempo y con apoyo de diversos investigadores como Jorge Herrera ,las mujeres empezaron a generar una mayor consciencia sobre la importancia de este ecosistema y de su labor, contó.  

Hoy en día colaboran con dependencias, instituciones y demás organismos para el trabajo de limpieza y conservación del mangle en la zona de Progreso. 

“Al inicio lo hicimos por tener un ingreso, pero poco a poco fuimos aprendiendo las diferentes especies de manglares, su importancia”, indicó. 

Señaló que algo que la motiva más a continuar con su labor es el cambio climático y cómo los manglares tienen un papel importante en esto; incluso, como ya se mencionó, para la mujer un manglar -hoy en día- es más importante que un bosque tropical. 

“Vemos que el calor es insoportable y los glaciares se están derritiendo”, apuntó. 

Isabelle Vanderbeck, experta internacional en aguas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), recalca que los manglares tienen la capacidad de almacenar más carbono que muchos bosques tropicales. “Esto los convierte en verdaderos escudos naturales de protección del medio ambiente, ya que ayudan a mitigar los efectos del cambio climático en la Tierra”. 

Las mujeres trabajan en la zona Yucalpetén y la Pista Internacional de Remo y Canotaje Progreso, ambas áreas han sido destruidas por las “dragas”; la primera por los trabajos que se hicieron por la construcción del Puerto de Abrigo, todo el ceniciento que sacaron afecto al mangle; y en la segundo por los trabajos de construcción de la pista. 

Las Chelemeras, explicó, se dedican a crear una especie de canales, los cuales se unen a un paso de agua dulce, además de la limpieza de las vías fluviales existentes para que “brote” el agua fresca a las zonas deforestadas o degradadas.

Para los viveros de mangle que han sobrevivido, construyen pequeñas barreras con postes de madera y mallas para que las plántulas se queden y arraiguen, en lugar de ser arrastradas al mar. Esto quiere decir no han plantado ni una sola semilla para reforestar sus manglares.

“Para que entre y salga el agua y vaya como lavando tanta sal que hay y circule el agua limpie hasta el mangle y llegue la semilla”, indicó. 

A pesar de que han podido transmitir lo que han aprendido a lo largo de este tiempo a sus familias y comunidad, reconoce que todavía falta mayor información para que la gente conozca sobre el valor real del manglar. 

“En muchos lados hay destrucción, la gente nunca termina de entender la importancia”, expresó. 

No obstante, gracias a la labor, muchas personas han aprendido más sobre este ecosistema y se suman para apoyarlas, tanto hijos como hijas, sus esposos y parejas, de hecho, ha servido de ejemplo para las futuras generaciones, una de sus hijas está estudiando Biología, contó. 

¿Usted la motivó?, se le preguntó.  “Podría ser”, afirmó entre risas.

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Edición: Estefanía Cardeña