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Rodrigo Medina
01/11/2024 | Mérida, Yucatán
Parecen hechas de fuego por ser casi imperceptibles al ojo humano, chispas en la noche que se encienden de forma intermitente y que sólo podemos ver mientras más densa sea la oscuridad que nos rodea. Las luciérnagas, pertenecientes a la familia de los escarabajos, tienen mucho qué decirle a la humanidad en cuanto a la comunicación y los procesos vitales en entornos urbanos y fuera de ellos.
Este bicho de luz, como también se le llama, es familiar de las mariquitas y de los gorgojos, todos ellos coleópteros. Cumplen un ciclo de vida que se divide en cuatro etapas: huevo, larva, pupa y la adultez.
“Desde el huevo tardarán de una a cuatro semanas en eclosionar para volverse larvas, la etapa de la larva es de uno a dos años, de ahí pasan a la etapa de la pupa, en la que pasan de dos a tres semanas, y salen como adultos siendo machos o hembras, y pueden vivir de dos a tres semanas hasta dos meses”, explicó Gerardo Díaz, biólogo, apicultor y meliponicultor.
En Yucatán tenemos entre 15 y 20 especies, todas ellas pertenecientes a la familia de los lampyridae. Su presencia se relaciona con la abundancia de humedad, la temperatura cálida y la temporada de lluvias.
“Estas condiciones son las que necesitan los huevos para poder eclosionar y también las larvas para mantenerse por dos años. Estas se alimentan de pequeños invertebrados y de raíces. Los adultos se alimentan de néctar y de azúcar”, añadió,
Su bioluminiscencia corresponde a un efecto bioquímico que implica a cuatro partes de su constitución anatómica: el fotoma, que es el órgano que se enciende, los fotositos, que son las células que recepcionan la luciferina, la cual es un compuesto que interactúa con el cuarto componente, la luciferasa, enzimas que en contacto con elementos como el magnesio y el oxígeno, entre otros, generan esta luz viviente.
“Esta bioluminiscencia sirve para la reproducción pero igual funciona como mecanismo de defensa, para proteger el territorio y para la comunicación”, detalló Gerardo Díaz.
En la temporada de apareamiento, que es intensa de junio a agosto, son los machos los que utilizan más el órgano del fotoma. Las luces de las hembras son tenues y se encienden para comunicarse con sus pretendientes. Los tipos de luciérnagas incluso pueden diferenciarse por el patrón de luz que generan.
“Es un poco más difícil ver a las hembras, por lo general están abajo de las hojas y no vuelan tan activamente. La manera más sencilla de reconocerlas es ver a alguna que no tiene mucha actividad de encenderse y que está detenida en algún lugar”.
Como en todo proceso de comunicación, se necesita que el canal sea claro y sin intermediarios. Es por eso que la presencia de luciérnagas en las ciudades es rara, no obstante, no es sólo la contaminación lumínica lo que la aleja de las urbes, sino otros factores.
“A las luciérnagas les afecta la pérdida de hábitat y la contaminación de pesticidas, así como la lumínica, ya que no pueden verse volando. Como es la base primordial de la interacción en cuestiones de reproducción, no se puede dar el apareamiento en las ciudades tanto como en las áreas conservadas”, señaló.
En temporadas de intensa lluvia. como las de ahora, a las luciérnagas se les ha notado más en puntos de la ciudad de Mérida como parques e, incluso, en los espacios menos iluminados de nuestros hogares, esto responde a un hecho positivo para su entorno y para el nuestro.
“Las luciérnagas siempre han estado presentes. Ahora que ya las notamos es porque hay un poco más de cuidado en esta parte de la arborización y el diseño de los parques. Sobre todo porque se han inundado. Lo que beneficia a que la tierra como tal conserve la humedad y contenga los nutrientes necesarios para las larvas, por lo tanto, la ciudad no es un lugar tan hostil, pero todo depende de la especie y su adaptación”.
En fechas como las de Janal Pixan, las luciérnagas representan la llegada de nuestros antepasados, puesto que estos escarabajos sirven de guías para las almas que se fusionaron con la luz eterna.
“En esta época, significan la presencia de antepasados, también se vinculan con los dioses mayas, ya que se utilizan para las ceremonias de la renovación de la luz y para que guíen las ánimas que están perdidas”.
Apaguemos las luces, entonces, para permitir la comunicación entre estos bichos luminosos, nos traen de vuelta el recuerdo de nuestros seres queridos en su danza por encontrarse y dar inicio a su propio ciclo de vida.
Edición: Estefanía Cardeña