Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

14 de diciembre, 2015

La Noche Blanca fue una noche de fusión de arquitectura, gastronomía y música. La quinta edición del evento organizado por el ayuntamiento de Mérida se disfrutó en un ambiente familiar; yucatecos, nacionales y extranjeros asistieron a disfrutar de las decenas de eventos culturales en el Centro Histórico. Un cielo pletórico de estrellas atestiguó la convivencia. Asistieron más de 42 mil personas y la velada transcurrió con saldo blanco.

Arquitectura y tecnología, binomio que iluminó la Catedral de Mérida. El espectáculo de luces, o [i]videomapping[/i], se realizó ante la presencia del alcalde, Mauricio Vila Dosal, quien llegó 15 minutos tarde, lo cual fue recriminado por un par de personas que exclamaron “¿qué pasó con la puntualidad, alcalde?”. Después, el primer edil asistió a tres eventos culturales más.

La historia de las piedras fue el eje; se mostró la llegada de los españoles quienes por orden del Rey de España, Felipe II, construyeron la primera catedral del nuevo mundo, sobre los vestigios de la antigua ciudad maya llamada [i]Th’o,.[/i]

Con el paso del tiempo, la Catedral de San Idelfonso fue adquiriendo elementos representativos de la vida de México como país independiente de la Corona española. Un escudo con el águila sobre el nopal ilustró su frontispicio. Durante el espectáculo, como si se tratara de un rompecabezas, las piedras se movían, se cambiaban de lugar; algunas parecían salir de su sitio dando un efecto tridimensional. La imagen de un hipil con su florido bordado se proyectó sobre los viejos muros de la Iglesia principal, representando el mestizaje maya-español.

Mientras tanto, dos sucesos fuera de programación ocurrieron: un joven era llevado por cuatro elementos de la Policía Federal por portación de drogas y frente al Palacio de Gobierno, las abuelas de la Plaza Grande protestaban por el fraude de Crecicuentas.

Una pequeña agrupación de jazz amenizaba la noche, con melodías que rememoraba las calles de París. La gente escuchaba alegremente los tonos del saxofón y la trompeta; en otro espacio, el trovador del serrucho tocaba canciones navideñas y de Armando Manzanero, ante la mirada sorprendida de los asistentes, que atónitos se preguntaba cómo una herramienta para cortar leña se convirtió en un instrumento musical.

En una calle 60 abarrotada, algunos proponían que esto ocurriera cada fin de semana, otros consideraban que no funcionaría, debido a que se perdería la expectativa generada durante los meses previos.

Restaurantes llenos de gente, en su interior y en las mesas que colocan en las calles, disfrutando de una espléndida y fresca noche meridana.

La muestra gastronómica fue el plato fuerte de la fusión. Los chefs Pedro Evia, David Cetina y José Ramón Castillo convivieron con la gente, en un show donde prepararon tacos de cochinita pibil y chocolates. Pedro Evia advirtió que usaría un lenguaje muy similar al de [i]Dzereco [/i]y [i]Nohoch[/i], que se presentaban simultáneamente. No se contradijo; Evia se convirtió en el maestro de ceremonias, mientras Cetina y Castillo explicaban cada procedimiento, hizo gala de buena conversación al mismo tiempo que improvisaba chiste.

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Para coincidir con las épocas decembrinas, José Ramón hizo estrellas mexicanas de chocolate, además de bombones, que en pocos minutos fueron repartidos entre el público.

Después de que los aromas y el sabor de la cochinita y el chocolate inundaron el ambiente, una última fusión, la más esperada de la noche: Los Méndez sinfónicos.

La Orquesta de Música de Cámara del Ayuntamiento de Mérida, dirigida por Russell Montañez, subió al escenario en los bajos del Palacio Municipal. [i]Pequeña Serenata Nocturna[/i] de Wolfgan Amadeus Mozart, y [i]Libertando[/i] de Astor Piazzolla abrieron la noche musical.

Después, [i]Pilón[/i] y su grupo motuleño entraron en escena. Las [i]chiquimamis[/i], su club de fans, se presentó para bailar a los ritmos de[i] Amores que matan[/i], [i]Frijol con Puerco [/i]y[i] Cochinita Pibil[/i]. Con su tradicional Baile de pavo, [i]Pilón[/i] se colocó un rabo plumífero y danzó como si fuera el ave.

Los giros en sus movimientos y el meneo de sus caderas fueron la sensación entre el público; los Méndez opacaron el sonido sinfónico, por lo que era un concierto más de la agrupación.

Al llegar [i]Pasitos[/i], el audio tuvo problemas. El grupo siguió bailando a pesar de los inconvenientes, mientras el público coreaba a capella. Al retornar el sonido, la gente exigió que se repitiera la canción, así que Pilón cumplió. A pesar de los problemas técnicos, Los Méndez reconocieron el trabajo de su equipo e, incluso, resaltaron que sí se trataba de un acto en vivo, sin piezas pregrabadas.

Rondando las dos de la madrugada, el sonido sinfónico de Los Méndez se apagó. Poco a poco, el Centro Histórico de Mérida se vació y los colores de la Noche Blanca se difuminaron en la oscuridad y la heladez propia de fin de año.


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