Felipe Escalante Ceballos
Ilustración Arbee Farid Antonio Chi
La Jornada Maya

2 de noviembre, 2015

[i]Mezzo soprano[/i] dramática, fue integrante del elenco del Metropolitan Opera House de Nueva York y ha destacado a nivel mundial interpretando obras de Gustav Mahler, Manuel de Falla, Verdi y Mascagni, entre otros. Precisamente de este último compositor, en 1988 grabó Iris para el sello CBS/Sony Classical. El elenco incluía al tenor Plácido Domingo y la soprano Ilona Tokody, con la München Rundfunk Orkester, bajo la batuta de Giuseppe Patané. Ese mismo año le fue conferida la Medalla Yucatán “por su trayectoria artística y por su papel de embajadora musical de la entidad y de México en el mundo”.

El abogado y escritor Felipe Escalante Ceballos, autor de Adobado con achiote, Más achiote y Alegría y nostalgia. Semblanza de mi barrio, platicó con la [i]mezzo soprano[/i] luego de su reciente presentación en Valladolid, y amablemente nos comparte su charla.

[h2]Un desayuno[/h2]

Siempre amable, con la sencillez que la caracteriza, la conocida [i]mezzo soprano[/i] Conchita de Antuñano accedió en días pasados a la solicitud de mi esposa y mía de compartir un desayuno en el restaurante de céntrico hotel meridano.

Puntualmente, a las 9, hora convenida, Conchita hizo su entrada al lugar y prestamente el personal que atiende al público vino a saludarla y a ponerse a sus órdenes, pues la gentil cantante es muy apreciada ahí por su don de gentes.

Servidas las primeras tazas de café, lancé la primera pregunta:

-Conchita, en tu recital en Valladolid mencionaste que a los once años saliste de Yucatán. ¿A dónde fuiste?

-¡Ah, tú quieres una entrevista! No, vamos a charlar y tomas los apuntes que quieras.

-¿Dónde te has presentado y cuáles han sido tus mejores éxitos?

-Mejor lo averiguas en Internet. Nosotros venimos a charlar de mí como ser humano y te contaré ese aspecto de mi vida.

-Adelante, pues.

(En este momento los amables anfitriones nos traen a la mesa sendos platos con un poco de fruta y unos riquísimos huevos motuleños, a los que hacemos los correspondientes honores).

-Mi nombre es María Conchita Sánchez de Antuñano Aguilar, y como artista lo recorté a Conchita de Antuñano. Nací en Mérida –lo único que no te voy a decir es mi edad-, y radico en Miami. Mi padre, Agustín Sánchez de Antuñano y Toledo, de ascendencia española, fue asentado en el Registro Civil de Veracruz y radicó en Puebla. Establecido en Yucatán, contrajo matrimonio con mi madre, Conchita Aguilar Alfaro, oriunda de Valladolid. Hasta la fecha existe una placa que señala la casa en que vivió la familia Aguilar Alfaro, al lado de la iglesia de San Servasio, frente al parque principal.

- Tu padre es el introductor de la charrería en Yucatán.

-Sí, pero por cierto, el lienzo charro que lleva su nombre tiene incorrectamente la denominación “Agustín Sánchez Antuniano”, muy a la yucateca. Ojalá pueda corregirse al nombre correcto: Agustín Sánchez de Antuñano y Toledo.
-¿Y tu madre?

-Era maestra de educación primaria en una época en que la mayoría de las mujeres se dedicaba a las atenciones de su hogar. Al fallecer mi padre, cuando yo tenía ocho años, quien me cuidó y protegió fue mi tío el gran poeta Alfredo Aguilar Alfaro.

-El autor de la letra de esa bella canción [i]Ojos tristes[/i], que musicalizó Guty Cárdenas.

-Si, el mismo. Fue precisamente mi tío Alfredo quien me enseñó esa canción. Ya desde muy niña me gustaba cantar. Aprendí el [i]Ave María[/i], de Schubert, que canté de memoria, pues aún no tomaba clases de canto.

-¿Y tu alejamiento del terruño?

-Tenía yo once años cuando mi madre tuvo oportunidad de trabajar como maestra en la ciudad de México, con un salario modesto pero muy superior al que recibía en Mérida, por lo que nos trasladamos al Distrito Federal. Ahí cursé la primaria, secundaria y preparatoria y luego realicé estudios de soprano concertista en el Conservatorio de la Ciudad de México y de filosofía e historia en la UNAM. Tuve la satisfacción de graduarme el mismo año en ambas carreras profesionales.

-¿Y no hubo tiempo para el amor?

-Sí. Tiempo después me casé, pero las cosas no se dieron como esperábamos. Sin embargo, estoy agradecida de esa unión, pues de ella nació mi hijo Carlos que es todo mi amor, mi adoración. Es un buen muchacho, muy atento y cariñoso conmigo y destacado economista, dedicado a las actividades relacionadas con los bienes raíces. Él también radica en Miami y lo veo muy a menudo. Todavía tengo comunicación con su padre, pues mantenemos contacto como buenos amigos.

(A esta hora, las once de la mañana, Conchita pide una orden de tacos y pronto tiene ante ella un plato con cuatro tortillas con cochinita pibil, lechón al horno, relleno negro y lomitos entomatados. La [i]mezzo soprano[/i] nos dice que no olvida sus orígenes, que es yucateca y nuestra cocina regional es de las mejores del mundo. Irma y yo pedimos más café).

[h2]La formación de una artista[/h2]

-Conchita, tengo noticia de que muy joven te trasladaste a los Estados Unidos.

-Sí, ese país me otorgó una beca para estudiar en el Conservatorio de Filadelfia, que es uno de los mejores del mundo. Luego obtuve cuatro becas más, que me permitieron superarme en mi desempeño profesional. Se puede decir que mi carrera se la debo a esa nación, a la que quiero mucho por todo lo que me ha dado. Pero yo sigo siendo yucateca y mexicana.

-¿Sigues estudiando música?

-Desde luego, y no sólo música. También estudio historia, biografías e idiomas, pues un cantante de ópera debe de conocer las obras literarias y los sucesos históricos en los que se basan los libretos. Además, hablo cinco idiomas con fluidez, lo que me permite interpretar a conciencia las óperas en que intervengo. Es mi consejo a los jóvenes cantantes: estudien y prepárense no sólo en el canto, sino también en las disciplinas relacionadas con su profesión.

[h2]Talento yucateco[/h2]

-¿Alguna nostalgia por vivir fuera de México?

-No. Seamos universales, ciudadanos de todo el mundo y no regionalistas. Todos somos iguales y debemos tener las mismas oportunidades. Aquí en nuestra tierra hay muchos valores jóvenes. Desgraciadamente, en nuestros gobiernos no hay becas para ellos.

-¿Podrías citar algún caso?

-Un ejemplo de ello es Pedro Carlos Herrera, el director de la Orquesta Típica Yukalpetén, que tiene un gran potencial, pero él no se ha dado cuenta de ello; tiene todo un porvenir en la música. Esto me consta, pues grabé con esa orquesta el cedé Romance en México. Otros ejemplos son el guitarrista Cecilio Perera, con quien grabé Romance Español, y el pianista Manuel Escalante. Ambos residen ahora en Europa. Otro joven prometedor es el también pianista Jorge Piña Sosa, quien me acompañó en el recital en Valladolid. Nuestro gobierno debiera becarlo para superarse, tiene muchas facultades para destacar. O se ayuda a esos valiosos elementos locales o seguirá la fuga de cerebros.

-Conchita, ya sé que por modestia no me dices respecto a tus éxitos, pero sí sé que tu última presentación, antes de venir a Yucatán, fue hace poco tiempo en el Historic Philadelphia City Hall. ¿No es así?

-Sí, actué con un excelente conjunto de cuerdas. Nuestro recital fue muy del agrado del público.

(El capitán de meseros se acerca a nuestra mesa y pregunta si no deseamos algo más, pues ya van a retirar el buffet. Son las 13 horas. Conchita pide un platito con pequeñas porciones de guisados yucatecos).

-Conchita, admiramos tu buen apetito.

-Felipe, cuando tengo trabajo no como casi nada, me cuido mucho. Tú viste en Valladolid que del espléndido buffet servido en la Casa de los Venados después de mi presentación, no probé absolutamente nada. Pero en estos pocos días se puede decir que estoy de vacaciones y puedo darme un pequeño lujo de degustar la comida de mi tierra.

-¿Que harás ahora, Conchita?

-Regreso a Miami para preparar mis próximos recitales. Tengo programadas actuaciones en Londres y otras ciudades europeas y presentarme en Estados Unidos durante la temporada de invierno. En la próxima primavera volveré a Yucatán. Espero actuar nuevamente ante mis paisanos.

-Te esperamos, Conchita. Tus conciertos en el teatro Peón Contreras, de Mérida y en la Casa de los Venados, de Valladolid, fueron un éxito rotundo. Lograste comunicarte con el público, que en ambos recitales te aplaudió de pie al terminar tu actuación.

-Gracias, y agradezco a Dios que conservo intactas mis facultades, mi voz es la misma de siempre. Seguiré cantando hasta que ya no se pueda. Por ahora, continuaré trabajando en lo mío, soy cantante de ópera.

Nos despedimos afectuosamente, nuestra amiga regresa a sus habitaciones y nosotros vamos por el automóvil, comentando la sencillez y simpatía de esa gran dama que es Conchita de Antuñano: una diva en el escenario y humilde y modesta fuera de él. ¡La esperamos en primavera!


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