Francisco Martín
La Jornada Maya

Nunkiní, Campeche
Martes 25 de abril, 2017

Dos veces al año, hombres y mujeres de la comunidad de Nunkiní construyen un muñeco al cual visten de “caballero”, haciéndolo la imagen de un hacendado español. Dicha figura se hace explotar en la plaza principal del pueblo para conmemorar el “milagro” de San Diego, que curó y protegió a la población en tiempos de la Colonia. Si bien en el pueblo no hay quien diga exactamente cuándo comenzó esta tradición, data de la llegada del santo patrono, San Pedro, a Nunkiní.

Así nace la leyenda del caballero de fuego o Dzul li’k’áak, que los habitantes de este pueblo cuentan y transmiten por tradición oral, desde hace cientos de años.

Cuando la imagen de San Diego llegó al pueblo, su advocación fue requerida de inmediato por los fieles, pues la viruela mermaba la población, que estuvo al borde de desaparecer. La leyenda indica que el santo, al ser una entidad inmaterial, decidió aparecerse al Jmeen o médico tradicional, a quien dio la instrucción de elaborar, en tamaño real, la representación de un hombre español, que hoy día se construye de liana y periódico y luego es atiborrada de explosivos.

Una vez concluida la imagen, se le pasea por el pueblo, mientras los vecinos lo van vistiendo. Para ello utilizan ropa nueva, paliacates, y también se otorgan algunas ofrendas al Dzul, a cambio de que los proteja y mantenga a raya a la enfermedad.

El día del festejo, alrededor de las 15 horas, el Dzul está listo y adornado con sus ofrendas. Los vecinos salen de sus casas al escuchar la llegada de los músicos, y se dirigen al punto de partida. Con las primeras notas, dirigen sus pasos hacia la plaza, donde el caballero es preparado para su cita ritual. Una larga cuerda de petardos anticipa la gran explosión del muñeco, tras la cual se gente se abalanza sobre sus despojos. Un pedazo de tela pasa a ser amuleto contra cualquier enfermedad. Por último, el enterrador del pueblo reúne los restos y los lleva de regreso al punto de donde salió la procesión.

Los habitantes de Nunkiní realizan con fervor este ritual, en el que el Dzul, como figura emblemática de la enfermedad, es destruido; es la victoria del pueblo sobre la peste.

Santo católico y Jmeen no pueden faltar en esta ceremonia. La estrecha relación entre San Diego y la cosmovisión prehispánica, el trabajo conjunto entre ambas fuerzas, entre el mundo material e inmaterial, hacen que el pueblo esté protegido, un tiempo más, mientras que el caballero permanezca en la memoria de los habitantes de Nunkiní.

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