Foto: Marco Peláez

Con un padrón de 2 mil 992 enfermeras entre las que sirven al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y el Seguro Popular, la pandemia aún latente vino a darles el valor y mostrar la importancia de las enfermeras en los cuerpos médicos de Campeche, destacó Noé Martínez Reyes, secretario general del Comité de Enfermería del Sur de México.

El también enfermero señaló que el 2020 fue un año muy difícil, la pandemia no sólo descubrió las carencias que hay en la infraestructura médica, la falta de capacitación y de apoyo a los cuerpos médicos, sino que demostró la realidad de la enfermería en tiempos graves, “hay enfermeras y enfermeros que apenas ganan 2 mil 500 pesos a la quincena, que tienen guardias de 12 horas en algunas ocasiones, y son denigrados”, destacó.

Señaló que los galardones por la pandemia entregados por diversos gobiernos fueron dirigidos incluso a personas que no lo merecían, como ocurrió en Campeche, donde médicos enfermeros e incluso camilleros manifestaron en silencio su molestia por los galardones que entregaron a personal administrativo que nunca puso un pie en los llamados “covitarios”.

Reconoció a todos los enfermeros, especialmente enfermeras por su día, pues dijo que la pandemia demostró que valen más de lo que muchos ven.

Y tal es el caso de Sofía, una de las tantas enfermeras de la capital campechana que está activa en el IMSS, pero por cuestiones de seguridad y para que no tenga problemas con la institución pidió que cambiaran su nombre porque no están autorizados a hablar sobre el protocolo y el manejo de manuales al interior de las hospitales generales del organismo.

Resaltó que durante un año, desde marzo del 2020, el proceso de preparación no bastaba con dedicarle unas palabras a Dios, sino que en su caso, le rezaba, hacia oración por ella, su familia y sus compañeros de trabajo, además del ritual de preparación para ponerse el traje de protección y seguridad que les entregaron al personal que estaba dedicado al covitario.

“Primero el traje, recuerdo que algunos tuvieron problemas porque algunos no eran de nuestras medidas, parecía que íbamos a grabar una película de extraterrestres o futurista, esos trajes blancos y azules que sólo veíamos en las películas fueron una realidad para nosotros, sin duda el tedio era la mascarilla y todo con lo que protegíamos nuestros rostros, pues lo usábamos por 12 horas, y en algunas ocasiones hasta doble turno, es decir, 24 horas”, contó.

Explicó que la mascarilla era sujetada con un asa extra, iba de la mano con unas gafas protectoras además del cubrebocas y sobre todo que estaban con la capucha del traje, o sea, estaban cubiertos completamente aún con el calor, y con la presión de lo que pudiera ocurrir en caso que algo del dispositivo fallara.

“Ah, pero antes, pasábamos por filtros de sanidad para ingresar a nuestra área, recordábamos con risas como muchos decían que tenían miedo de infectarse por entrar a las áreas sencillas, pero no sabían la realidad, en el covitario vivíamos con miedo, nos volteábamos a ver asustados cuando ingresaban diario cuatro o cinco pacientes para los meses de mayo, junio y julio, pero siempre nos encomendamos a Dios”, precisó.

Finalmente dijo que no le desea a nadie perder a su familiar por el Covid-19, incluso contó con voz quebrada que le tocó atender a un paciente que era parte de su familia, pero así como lo atendió a él, también cuidó de los demás pacientes, “sigan cuidándose, tomen sus medidas, respetemos indicaciones y todo saldrá bien”, recomendó.

 

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-Ts’o’ok 55 ja’abo’ob káajak u meyaj ti’al u béeykunsik ba’ax u náaytmaj: u ts’o’oksik u xookil x-áantaj ts’akyajil


 Edición: Laura Espejo


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