En 1775 un químico sueco inventó un colorante artificial que si bien pintaba de un verde extraordinario telas, juguetes, periódicos y hasta muebles, poseía ingredientes venenosos que podían llevar a la muerte a quienes lo usaran.
Se trata del “verde de Scheele”, conocido así por su creador, Carl Wilhelm Scheele, quien mezcló carbonato de sodio con óxido arsenioso y sulfato de cobre, una combinación que causaba efectos secundarios, como intoxicación, a quienes lo tocaban.
El químico logró un pigmento vibrante que sustituyó a los colorantes que ya existían debido a que era más llamativo. Dominó incluso pasando por alto el arsénico que contenía.
Además, de acuerdo con historiadores, el colorante era barato y fácil de hacer, lo que propició su expansión en el mercado.
Sin embargo, este pigmento causó lesiones en la piel, vómitos, diarrea, enfermedades cardiacas, cáncer y la muerte de algunos usuarios.
El verde de Scheele estaba en una gran cantidad de productos: caramelos, medicamentos, accesorios y hasta en las flores para darles un color más vibrante.
De hecho, este color venenoso ha sido considerado una de las probables causas de la muerte de Napoleón Bonaparte porque el verde predominaba en su habitación y los análisis realizados después de su muerte muestran grandes cantidades de arsénico.
Se piensa que el pigmento pudo hacer reacción ante la humedad y liberó vapores cargados de arsénico.
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