La herencia de una diáspora se ha convertido para Marruecos en su mejor hazaña en un mundial. Después de cuatro copas del mundo con una participación regular, la Real Federación de Futbol Marroquí hizo una restructura desde 2009, respaldándose en los hijos de migrantes que se formaron como jugadores en Europa y quienes ahora han llevado a la selección a una histórica semifinal en Qatar 2022.
Hassan Hakimi dejó Marruecos en la década de 1980 para migrar a Europa, donde forjó un patrimonio vendiendo fruta mientras su esposa, Saida, era trabajadora de limpieza. Poco más de 20 años después, su hijo Achraf Hakimi, quien nació en España y se formó en las fuerzas básicas del Real Madrid, se ha consagrado como el jugador marroquí más importante después de haber eliminado a “La Roja” y Portugal en el mundial.
Pero más allá de las canchas, Hakimi, defensa del PSG de Francia, es el representante de una generación de futbolistas que nacieron fuera de Marruecos y ahora se han convertido en la sensación en Qatar al estar a un paso de la final.
El desempleo, las repercusiones por el conflicto del Sahara Occidental y la cercanía a España provocaron que 4.5 millones de marroquíes salieran al extranjero, de acuerdo con un reporte de 2014 de la Organización Internacional para las Migraciones de la Organización de Naciones Unidas.
La migración ha tenido tal peso que 8 por ciento del PIB se debe a las remesas y ahora ha alcanzado un impacto en el futbol.
Además de Hakimi, jugadores como Hakim Ziyech, marroquí-holandés y delantero del Chelsea, y el portero Younes Bounou, nacido en Canadá y héroe en los penales ante España, forman parte de los llamados Leones del Atlas, una selección de 26 integrantes, 14 de los cuales nacieron fuera del país africano, pero que por lazos familiares defienden los colores de Marruecos.
Si bien, la Real Federación de Futbol de Marruecos ha aprovechado la formación y talento de sus migrantes en Europa, no ha sido la única causa de su desarrollo futbolístico. Hace más de 10 años comenzó un proyecto a largo plazo que incluyó la creación de una academia nacional del balompié, con el respaldo del Rey Mohammed VI.
La escuela se convirtió en un impulso para que jóvenes jugadores también migraran a Europa, pero esta vez con un pasaporte y sin los riesgos de enfrentarse a condiciones inhóspitas en el mar Mediterráneo.
Los casos más emblemáticos son los del zaguero Nayef Aguerd, quien dejó la liga local para fichar con el Dijon y ahora viste los colores del West Ham United, así como Youssef En-Nesryi, que terminó su formación con el Málaga para después firmar con el Sevilla.
Así, la escuadra de Marruecos presume al menos 16 elementos que juegan en Europa.
Como cereza del pastel está el timonel de los Leones del Atlas, Walid Regragui, quien comparte el apego hacia Marruecos, pese a haber nacido en Francia. El estratega, de 47 años, fue seleccionado marroquí para más tarde forjar una carrera como entrenador en Qatar y consolidarse con un bicampeonato en la liga con el Wydad Cassablanca.
Regragui tomó las riendas de la selección cuando apenas faltaban tres meses antes del Mundial, tras la inesperada destitución del bosnio Vahid Halilhodžić, quien consiguió de manera invicta la clasificación a Qatar 2022.
El proyecto de Marruecos tuvo su primera prueba en Rusia 2018, donde su actuación fue funesta, pero sirvió para foguear talentos como Hakimi y Ziyech.
Ahora, con un juego de defensa y orden, reivindica su historia futbolística y despierta una esperanza en el mundo árabe tras sus logros en Qatar.
Edición: Ana Ordaz
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