La crisis humanitaria en el este presenta casi todas las complicaciones posibles para detener un brote de viruela símica, dijo el doctor Chris Beyrer, director del Instituto de Salud Global de la Universidad de Duke.
Esto incluye la guerra, las industrias de minería ilegal que atraen a trabajadoras sexuales, las poblaciones en tránsito cerca de las regiones fronterizas y una pobreza arraigada. Además, la comunidad internacional ha pasado por alto múltiples señales de advertencia, agregó.
“Le estamos prestando atención ahora, pero la viruela símica lleva propagándose desde 2017 en Congo y Nigeria”, afirmó Beyrer, que añadió que los expertos llevan tiempo reclamando que se compartan vacunas con África, aunque con poco éxito. La declaración de emergencia de la OMS fue “tardía”, cuando ya hay más de una docena de países ya afectados.
A diferencia que con el Covid-19 o el VIH, para la viruela símica hay una buena vacuna y buenos tratamientos y diagnósticos, pero “los problemas de acceso son peores que nunca” en lugares como el este de Congo, dijo Beyrer.
En 2022 hubo brotes en más de 70 países en todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, lo que llevó a la OMS a declarar una emergencia que duró hasta mediados de 2023. En los países ricos se atajó en cuestión de meses gracias a las vacunas y tratamientos, pero en África había pocas dosis disponibles.
La nueva cepa, posiblemente más contagiosa, fue detectada por primera vez este año en una localidad minera en el este de Congo, a unos 450 kilómetros (280 millas) al sur de Goma. No está claro cuánto depende de la nueva variante, pero el país está sufriendo ahora su peor brote hasta la fecha y al menos 13 naciones africanas han registrado casos, cuatro de ellas por primera vez.
Los brotes en esos cuatro países — Burundi, Kenia, Ruanda y Uganda — han sido relacionados con el de Congo y Médicos Sin Fronteras dijo el viernes que el repunte allí “amenaza con una importante propagación de la enfermedad” a otras naciones.
Salim Abdool Karim, un experto en enfermedades infecciosas que preside el comité de emergencias de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África (CDC, por sus siglas en inglés), dijo que el brote de República Democrática de Congo tiene un cambio especialmente preocupante, y es que afecta de forma desproporcionada a los jóvenes. Los menores de 15 años suponen el 70 por ciento de los casos y el 85 por ciento de los decesos registrados en el país, según los CDC.
A diferencia del brote global de 2022, que afectó en su mayoría a hombres homosexuales y bisexuales, el actual parece estar propagándose en poblaciones heterosexuales.
Las 26 provincias de Congo han registrado casos de viruela símica, según la agencia noticiosa estatal. Pero el ministro de Salud, Samuel-Roger Kamba, declaró el jueves que el país no tiene aún ninguna dosis de vacuna.
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La doctora Rachel Maguru, que dirige el centro multiepidémico del hospital provincial Kivu Norte de Goma, apuntó que tampoco disponen de medicamentos ni de ningún tratamiento establecido para la viruela símica y que dependen de otros especialistas, como los dermatólogos, para ayudar en lo que puedan. Un brote más grande en la ciudad y en sus numerosos campos de desplazados, ya abarrotados por la llegada de gente, sería “terrible”, afirmó.
Además llamó la atención sobre un problema fundamental: los pobres y los desplazados tienen otras prioridades, como ganar dinero suficiente para comer y sobrevivir. Las agencias de ayuda y las autoridades locales ya tienen problemas para proporcionar alimentos, alojamiento y una atención médica básica a los millones de desplazados, mientras lidian también con brotes de otras enfermedades como el cólera.