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El paso deprimido

Montejo, en disputa
Foto: Enrique Osorno

Ricardo López Santillán

Investigador de la UNAM, adscrito al CEPHCIS.

Paseo de Montejo, hasta hace 9 años era una vía sin desniveles, asentada en la planicie local. Esta avenida que va del centro a norte de la ciudad y de regreso, intercepta con otras grandes avenidas que cruzan de noreste a noroeste y viceversa. En la mayoría de los cruces, Paseo de Montejo sólo cuenta con bellas rotondas que habían sido funcionales hasta que la saturación de tráfico vehicular hizo inoperantes a algunas. Entre ellas, la que se vio más pronto insuficiente para el volumen de autos que la cruzaban fue la del cruce con Circuito Colonias.

Las autoridades municipales, en aquel entonces del PRI, con estudios técnicos de por medio y con la intención de aligerar el enorme tapón que ahí se formaba, decidieron emprender una magna obra: un paso a desnivel que haría que Paseo de Montejo pasara por debajo de Circuito Colonias, haciendo fluir el tráfico de la avenida que lleva más carga vehicular. La rotonda quedaría arriba para quienes quisieran pasar de noreste a noroeste o viceversa. Los que van del centro a norte o al revés, podrían pasar por debajo sin detenerse. Para cualquier fuereño esta obra era necesaria y viable, incluso modesta para el tamaño de la ciudad (ya hacen falta obras similares en Periférico, en la entrada a Cholul y a Santa Gertrudis Copó o incluso en el entronque con la salida a Motul). Resultó difícil entender qué levantó tanta ámpula entre los vecinos de las colonias de clase media alta que rodean esa parte de la ciudad. Las molestias de algunos residentes de la avenida y de calles aledañas, así como de los empresarios que verían cerrar sus negocios durante la construcción eran justificadas, pero, insisto, no era imaginable tanta resistencia. También era impensable que la oposición cívica fuera disuelta con un episodio de violencia institucional, como el que se generó. 

El 4 de julio es para residentes y visitantes de otros lugares, incluso extranjeros, el día de la independencia de los Estados Unidos; para un gran número de meridanos, en cambio, es la infausta fecha en la que Calín y sus huestes golpearon a unos manifestantes que pacíficamente se dieron cita en el lugar para evitar el inicio de la obra. La legítima resistencia a la obra no parecía fundarse en cuestiones técnicas, de viabilidad o hasta de estética, sino que se trataba de una postura cívica y política en rechazo a la alcaldesa en turno y a sus propuestas, por ser de un partido que no los representaba y porque no estaban de acuerdo con su forma de gobernar la ciudad. Todo escaló y luego de los encontronazos violentos la obra se inició y concluyó. Fue útil mientras duró, no lo puede negar nadie que la haya usado. Cruzar circuito colonias por abajo era mucho más rápido si se compara con los embotellamientos que se generaban ahí antes…o ahora, que permanece cerrado. 

La polémica ha seguido a la obra desde que se construyó. Hubo voces que quisieron comparar esa glorieta de La Cibeles (en Madrid) o del Ángel de la Independencia (en CDMX) en las cuales sería impensable que se las cruzara por abajo a través de una vialidad. Es un despropósito la comparación; la monumentalidad, así como las escalas de tamaño, tanto de glorieta como de ciudad y vialidades no hacen posible la similitud.  En cualquier caso, dentro de la polémica, muchos han clamado por la extinción del Paso Deprimido: proponen rellenarla para dejarla como era antes. Esta idea se avivó consecuencia de los fenómenos hidrometeorológicos extremos del 2020 que generaron inundaciones que duraron meses y que dejaron por ahora inutilizable el paso a desnivel. Algunos defensores de la obra señalaron, también con tintes partidistas, que durante los años de las municipalidades panistas no se le dio el suficiente mantenimiento ni a la vialidad ni al cuarto de máquinas que tiene para bombear el agua que ahí se acumula con las lluvias. 

A diferencia del de la estatua de los Montejo, que convoca una discusión de más amplio espectro social, la polémica en torno al Paso Deprimido tiene marcadas connotaciones partidistas. Los razonamientos de los argumentos a favor y en contra han sido, por mucho tiempo, de otra naturaleza más allá de lo estrictamente técnico; marcados, en buena medida, por las filias y fobias políticas. Muy bien hizo el alcalde en convocar a instancias de especialistas a opinar para tomar una decisión. Derivado de estudios de factibilidad y viendo que salía más caro rellenarlo que repararlo, a sugerencia del Colegio de Ingenieros Civiles de Yucatán se ha optado por hacerle mejoras. El ayuntamiento estima que las obras queden concluidas en junio de este año. Acertada decisión y perfecto timing electoral.

 

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Este trabajo especial de Ricardo López Santillán es el tercero de cinco entregas, lea las otras aquí: 

Primera:  La disputa por Paseo de Montejo

Segunda: El monumento a los conquistadores

Cuarta: El carnaval de Mérida

Quinta: Las ciclovías

 

Edición: Estefanía Cardeña


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