Isaías Ayala
"Siempre que sueño las playas, las sueño solas, mi vida. ...Acaso algún marinero... quizás alguna velilla de algún remoto velero…"
— Rafael Alberti, Marinero en tierra.
Al vivir las experiencias cotidianas la mente toma nota de lo que le emociona y parece importante en el momento de tal manera que se producen recuerdos estructurados que conforman nuestra identidad.
En la infancia, a los pocos años de dominar nuestras percepciones más básicas, comenzamos a generar dichos recuerdos: Las sonrisas de nuestros padres, los sabores de la cocina en el hogar, la calidez de una brisa veraniega, el olor salino del mar y demás experiencias que se encapsulan en la mente biográfica para ser recuperadas cuando alguna ocasión lo amerite.
Los detalles abundantes del pasado son descartados por simple economía del pensamiento: Tal vez no recordemos la colonia donde dimos nuestro primer beso o el número del autobús que abordamos en el viaje más emocionante de nuestras vidas, quizá tampoco recordamos el color de las cortinas en la casa de nuestros abuelos. Para la memoria de algunos estos detalles son triviales, razón por la cual son relegados al olvido. Se deduce entonces que la memoria es selectiva.
Este proceso explica cómo Santiago Olguín nos presenta sus memorias de puertos yucatecos, partiendo de una sencillez visual que enmarca la estabilidad y quietud que germinaron durante su época de estudios universitarios en el estado.
Se podría inferir que la representación pictórica de este artista —antropólogo de profesión— se inclinaría a describir la dinámica de interacciones en la multitud humana; sin embargo, en el suponer se puede errar. El pintor opina que a diferencia del trabajo comunitario del antropólogo, el trabajo artístico nace por y para el sujeto.
Sobre esta línea y como consecuencia de experiencias turbulentas recientes, Santiago Olguín recurre a la cualidad terapéutica del arte para recobrar la tranquilidad y narrar a través de planos horizontales estables —cafés, grises, verdes y azules— la calma singular que sólo pudo encontrar en las memorias de la península yucateca.
Así como un niño registra con inocencia sus recuerdos, también observamos en la mayoría de las obras una síntesis de impresiones que sugieren un abrazo de la amplitud marina hacia el ser humano. De vez en cuando algunas estructuras de la civilización descansan en el paisaje: Faros vigilantes, casas aisladas, muelles rústicos y embarcaciones estáticas aparecen en la escena como recordatorio de que, después de todo, en el amable reposar de la naturaleza se encuentran también el artista y el hombre.
Faros y memorias
Santiago Olguín Mitchell cursó sus estudios de antropología en la Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida; Universidad Central de Seattle, Washington, Estados Unidos y Universidad de las Américas, Puebla, México.
En el 2001 expone en varios espacios institucionales y alternativos de la ciudad de Oaxaca, a partir del 2012 trabaja en el taller de grabado Francisco Limón en donde incursiona en diversas técnicas de la gráfica, así mismo ha trabajado en colaboración con fotógrafos, como Víctor Chagoya y Patricia Cerezo, interviniendo trabajos análogos y digitales. Se ha desempeñado también como promotor cultural en la región de la costa chica en Oaxaca.
El pintor originario de la Ciudad de México, presentará su nueva exposición individual: Faros y memorias, -compuesta por 20 pinturas al oleo-, este 20 de mayo a las 19:00 horas en Lux Perpetua Art Centre, calle 20 #87E por calle 15. Colonia Itzimná. Mérida, Yucatán.
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