de

del

Foto: Cortesía

Especial: Sueño de verano

Disfrutar de la fresca brisa, un delicioso baño de mar, admirar un bello atardecer, jugar un partido de fut en la arena y la imprescindible “botaneada” son algunas de las actividades que realizamos gozosamente durante el verano y, ya sea Chelem, Chuburná, Telchac o el malecón de Progreso, ésta es la época que los yucatecos esperamos con ansia y la llamamos Temporada.

Les cuento sobre las primeras casas que se construyeron frente al mar. En 1880 doña Loreto Peón y don Manuel José Peón construyeron la primera casa en los Corredores de Xculucyá (cerca del muelle de Progreso) y regalaron a sus hijos los terrenos aledaños en los que, tiempo después, construirían sus casas de verano. La más imponente de todas, llamada “San Jacinto”, fue construida por Augusto Luis Peón esposo de Jacinta Bolio, que años después, al ser donada a la Arquidiócesis, cambiaría su nombre a “Stella Maris”. En ese mismo rumbo, Pedro de Regil Casares y Candita Peón construyeron su casa veraniega, misma que quedó como herencia a su nieta María Cristina Peón de Regil (mejor conocida como la tía Bi Peón) por haber nacido en ella un 19 de julio de 1923. De niña jugué en los corredores de esa casa, que en aquel entonces, me parecía un palacio veraniego. 

Hace unos días una querida tía, bisnieta de Pedro de Regil, me platicó: 

“El recuerdo de mis temporadas en Progreso, gracias a mi abuela que nos proporcionaba su casa en el rumbo de los Corredores de Xculucyá, es el de los tiempos más felices de mi vida. Muchos de nuestros vecinos eran parientes, los apreciábamos mucho, aunque sólo los veíamos durante esta época. Nuestras amigas de verano eran las Cámara, las Arrigunaga, las Cano, las Martínez; era toda una fila de casas construidas por nuestros bisabuelos. A finales de los años 50 y principios de los 60 fuimos la cuarta generación que disfrutó de ellas. Recuerdo que todo se hacía con orden y en horarios; se servía el desayuno, la comida y la cena a hora determinada; el baño de mar, obligatorio, era también con horario. Después de bañarnos, enjuagábamos y tendíamos nuestro único traje de baño para que secara y estuviera listo para usar al día siguiente, sólo teníamos uno. El baño en regadera era hasta más tarde pues mi mamá decía que “el agua de mar lo cura todo”. Al terminar de comer se rezaba el rosario con quien estuviera, así fueran invitados, luego costurábamos, nos bañábamos y cenábamos alrededor de las 6 p.m. Al terminar, casi a diario, nos encaminábamos al muelle a “tirar el cordel”, luego jugábamos beisbol, elástico, adivínalo con mímica o películas y a dormir o a conversar en nuestras hamacas hasta la hora que quisiéramos. Algunas tardes íbamos a la tienda La Pescadora o a La Tabasqueña a comprar salados chinos y otras veces a comprar pan francés a El Resbalón. A veces nos quedábamos fabricando nuestros propios papagayos con papel periódico y una mezcla de engrudo hecho con harina (usado como pegamento). No había televisión y mucho menos aire acondicionado.

A principios de los años 80 veníamos a la temporada ya con nuestras familias y por supuesto, mi mamá. Mis hijos y sobrinos fueron la quinta y última generación que disfrutó de aquella casa”.

 

 

En los años 90, durante mi infancia y adolescencia, recuerdo que “íbamos de temporada” a la casa de madera que había sido construida por mi abuelo Oswaldo González en 1948, recuerdo a mi mamá como si fuera ayer: “no te pierdes, mi casa está a diez cuadras de La Sirena, en la mera esquina”; otra inconfundible referencia era la vistosa casa de los tíos Emmita y Alfredo Reppetto. Todos los primos Toraya dormíamos en el mismo cuarto, las filas de hamacas dependían del número de primos, que era variable, algunas noches era necesario colgar hamacas en segunda fila para que todos cupiéramos, cosa que no nos importaba pues lo divertido era estar en “moloch”. Al despertar (alrededor de las 8:30 a.m.) lo primero era ponernos el traje de baño, desayunar  y correr a la playa a jugar con nuestros vecinos: Las gemelas Rodríguez, los Guidos, los Chacatos, los Núñez, los primos González, los Rosado, Micky Portilla, las Novelo, Huevo y Melón; también los foráneos como Jacky y Tito, que viajaban cada año desde Estados Unidos, igual que nuestro querido primo Freddy que gozaba esta época, tanto, que un día se encontró un pescado muerto en la playa y decidió meterlo a su maleta ¡para llevarlo de recuerdo! Era cuestión de un rato para que algún nuevo vecino -sin importar edad, gustos, ni preferencias- se volviera parte de “la banda”. En nuestro cotidiano baño de mar no podía faltar el “juguete marino”, un bastidor flotante de hielo seco forrado con madera que utilizábamos como plataforma para tirarnos de clavado y echar relajo que había sido fabricado personalmente por el buen tío Lony. El crujir de nuestras pancitas alrededor de la una treinta indicaba el fin del baño de mar, salíamos corriendo a devorar lo que hubiera de comer para luego encaminarnos a la tiendita de doña Nuria -autoridad en la elaboración de bolis de coco- o esperar en la terraza a que pasara  el amable Sordini, un señor de edad que haciendo honor a su apodo llevaba una caja de madera con toda clase de dulces, como duvalines, pico rey, miguelitos, chocolates Tin-larín, brinquitos y chicles Bubaloo, entre otros - con cinco pesos uno se abastecía hasta para dos tardes- nos sentábamos a saborear nuestro “postre” en la terraza mientras leíamos cuentos de Archie, Condorito o La Familia Burrón. Alrededor de las cuatro de la tarde corríamos de nuevo a jugar busca-busca, pesca-pesca, softball, teléfono descompuesto, calabaceados o películas -había veranos en los que el simpático y vacilador tío José estacionaba su camper en la puerta de la casa y jugábamos que viajábamos en él-, regresábamos a cenar y terminando, volvíamos a salir a la playa.  Algunas noches se nos hacía tan tarde que mi mamá o mi tía tenían que salir a buscarnos. El tiempo vuela cuando se está entretenido y como dicen: “el mejor juguete de un niño es otro niño”. A las diez de la noche caíamos rendidos en los brazos de Morfeo sin importar en qué fila estuviera la hamaca. 

Estos y muchos otros son los recuerdos que atesoro de mis temporadas, y son por mucho, los mejores de mi infancia. Espero que ahora mis hijos las disfruten tanto o más que yo en mi niñez.

ESTA ES LA MARAVILLA QUE LA NATURALEZA AÑO CON AÑO NOS REGALA, QUÉ AFORTUNADOS SOMOS DE PODER GOZAR  LA TEMPORADA. 

[email protected]

 

También te puede interesar: 

-¿Y qué es 'La Temporada'?

-UNAM propone 'bypass' para restablecer flujo de sedimentos en costa yucateca

-Progreso recibió 32 mil turistas semanales esta temporada

-Vacaciones, verano, vaivén de olas y su arena que se nos va

 


Edición: Laura Espejo


Lo más reciente

Con 258 votos a favor, diputados aprueban reforma a Ley de Amnistía

El pleno inició la discusión de 71 reservas, aunque 22 serán enviadas al Diario de los Debates

La Jornada

Con 258 votos a favor, diputados aprueban reforma a Ley de Amnistía

Acusan en Texas a más de 140 migrantes por intento de ingreso masivo a EU

No se reportaron heridos durante la supuesta entrada del 12 de abril en El Paso

Ap

Acusan en Texas a más de 140 migrantes por intento de ingreso masivo a EU

Vila a la campaña, primera llamada

Editorial

La Jornada Maya

Vila a la campaña, primera llamada

Los ''jueces del mundo'', sin calidad moral

La Resaca 2.0

Normando Medina Castro

Los ''jueces del mundo'', sin calidad moral