de

del

Luna nueva

Especial: Saberes en resistencia
Foto: El Dante Aguilera

Rulo Zetaka

Por los senderos que desaparecen en la época en la que más llueve, camino. Los pasos se me camuflan con la tierra, somos del mismo color, a menos de que esté húmeda o que traiga esos guaraches nuevos que aún no agarran la forma de mi pie. Todas las mañanas salgo a caminar después de hacer el desayuno y preparar el pozole que se llevan al campo. A veces camino hacia la milpa a ayudar con el maíz, otras veces hacia el río cargando un cántaro y algunas tantas solo camino por la comunidad para recordar la alegría del movimiento por la mañana. Estas veces, las últimas, también aprovecho para saludar a la gente que se queda aquí. Pocas son las palabras que emito pues mi tradición personal es solamente sonreír, ante esto dicen en el pueblo “ahí viene Vidaura” y yo comparto mi sonrisa matutina de oreja a oreja.

Cuando fueron naciendo mis hijas noté el primer cambio, ya no caminaba sola, siempre lo hacía cargando a “La Chiquita”, luego a Francisca y ahora que nació Andresito arribó un cambio más profundo, pues él solo se calma y sonríe cuando me escucha hablar. Suelo andar un par de horas, deteniéndome unas dos o tres veces, según el apetito del chamaco, y en esos momentos me llevo las dos manos a la boca y la oculto. Mientras él come yo descanso, me reconforta sentir mi propio aliento calentándome las manos en los días húmedos, es decir, como un día cualquiera en la rueda de los días pues acá cuando no llueve, diluvia.

Ya me lo decía la tía, no va a ser Pedro quien cambie mi rutina, él sabía desde que nos casamos que yo madrugo y después camino y camino, en silencio, eventualmente vendría un chiquito o chiquita a detenerme, a hacerme ir más lento, o peor aún, hablar por la mañana rompiendo mi tradición más preciada. Y acá me tiene el Andresito bajo la ceiba, dándole de mamar y pensando en lugar de hablar, es el único momento en que me deja estar conmigo misma, cuando el hambre de vida hace que intercambiemos cuerpo y carne y nuestras almas se complementen en el desayuno tres veces repetido por la mañana.

Cuándo el sol ya pasó de la mitad de su recorrido se que ya está “La Chiquita” por aquí y puedo encargarle un ratito a su hermanito, y me voy con las Comas justo bajo ese árbol que nos cobija de la lluvia y nos deja a merced de la resolana. Esta sombrita nos permite ver como se desliza hacia abajo el cielo por la montaña. Ahí, cada inicio de tarde, y luego de comer, solemos compartir quienes somos, las historias que se cuentan de oreja en oreja en nuestras voces, los cuentos que las abuelas de nuestras abuelas nos heredaron, esos que nos dicen por qué estamos aquí y cuanto hemos caminado agarradas de la mano unas de otras.

Es ahí, cuando se cuenta la historia de nuestro origen cada cierto tiempo. Las Comas somos un grupo de mujeres que venimos del vientre de la tierra a susurrar los secretos de ésta a las mujeres de otras comunidades, como punta de flecha, nos toca abrir el paso hacia otras, nuevas, viejas, jóvenes y abuelas. Ellas saben reconocerse en el color de nuestros ojos, en la textura de nuestras voces, en los sueños de sus ancestras, y en las carcajadas de nuestras compañeras. Y es por esto último que algunas dicen que bien podrían habernos nombrado Las Guacamayas, pero las plumas, las alas y los colores corresponden a las tareas de otras como nosotras que llevan historias y tareas en el atronador poderío de sus voces.

Cuando nos reunimos con otras de comunidades aledañas se cuenta la historia más importante de nuestro grupo, ya que nos sabemos con la confianza de que viene un paso importante. Y es que no importa si eres Coma, Guacamaya o Colibrí, todas tenemos, como fin último, enseñar que el sueño nuestras vidas es sembrar y cosechar la vida en comunidad. Cada una y cada uno debe soñar en como seremos libres y como veremos florecer la libertad en las manos y los pies de nuestras hermanas y hermanos. Esos días de sol, son en realidad todos los días, pues la luz que nos alumbra es algo mucho más impresionante que el astro rey: es la vida misma.

Por eso, le aviso a Pedro que se acerca la luna nueva, la noche más oscura del ciclo. Él sabe que he estado preparándome para esta noche por varias lunas y por decenas de días soleados, por fin ha llegado la hora de encontrarme conmigo, así que le doy de cenar a Andresito y se lo encargo, “La Chiquita” y Francisca ya saben cenar solitas así que me despido besándole la frente a la primera y haciéndole una trenza para dormir a la segunda. Antes de salir tomo entre mis manos la veladora y los cerillos los guardo en la bolsa al frente de mi faldón.

La despejada noche me acompaña con un susurro de viento, camino a tientas por las brechas que ya conozco, me interno en la oscuridad hasta que las luciérnagas son las únicas luces casuales que me acompañan, un par danzan por la izquierda y alguna veo de reojo por la derecha. 

 

Es el momento

Mi mano izquierda se desliza por la bolsa y saca los cerillos, con calma los manipulo para sujetar la cajita contra la veladora que traigo en la mano derecha y raspo el fósforo, unas chispas salen coquetas y se esfuman. Segundo intento y la cabeza del cerillo sale volando. Tercero, chispas bailarinas y al cuarto por fin veo la flamita, esa pequeña y tersa se aferra a la cabeza del diminuto palito y la acerco al filamento que mi veladora.

Entre mis manos se desparrama la luz que alumbra toda la selva ante mi mirada atónita.

Regreso a mí al sentir el calor, que me reconforta casi de inmediato recordándome la humedad ya hace mella contra mi piel y suelo poder medirlo con cierta rigidez en mis dedos y latidos en mi rodilla. Ahora las luciérnagas se ven más lejos, a unos metros, y la selva es todo lo que me rodea a una vara de distancia, lo que alcanzan mis ojos a ver con esta lucecita. Sigo el caminar que ya conozco casi de memoria, solo que ahora puedo apreciar ligeramente las cortezas de los árboles, observar la capa de humedad sobre la tierra y ver algunas gotitas que quedaron de la lluvia vespertina en las hojas que están sobre mi cabeza.

La verdosa densidad de los árboles que fue negrura antes de la luz, ahora es mucho más disfrutable y me hace sentir en casa. Reconozco el altillo y la vuelta a la izquierda, ya estoy casi por llegar a mi destino. Al asomarme veo luciérnagas que van andando en la misma dirección que yo, se mantienen en el aire y a la distancia pero no titilan tanto. Al entrar al pueblo veo un mar, aunque nunca he estado en la costa, reconozco el oleaje de la respiración de muchas mujeres, ellas traen otras veladoras cerca de sus corazones. 

En un silencio que solo es acompañado por la orquesta de grillos las demás hacen guiños y solemnes empiezan a colocar una a una las veladoras en el piso, a la altura de nuestros tobillos observamos cómo se aferran a la tierra las endebles lucecitas y coloco también la mía. Es la hora: la larga noche ha llegado a su fin, nosotras necesitamos encontrarnos con otras para hacer un firmamento de luces sobre la tierra que refleje el cielo nocturno y para recibir a las compañeras con los corazones abiertos necesitamos cubrirnos los rostros con nuestra piel de tela.

Florece la palabra, en la mirada colectiva, en el encuentro de corazones, en la alegría de la noche. Llegarán a la próxima luna llena, decenas de palpitares que harán de nuestro mar un hermoso y rítmico oleaje.

[email protected]

 

También te puede interesar: 

-Otra forma de ser mujeres

-Uláak’ u ko’olelil kaaj

-Toj Óolal Puksiik’al, a 13 años de ir contra la violencia de género

-Mujeres rurales han tenido que adaptarse a los cambios: Venancia Coh

-Mujeres rurales, sinónimo de 'todólogas', pero sin derechos sobre su tierra

-Aldea Ahau Chooc preserva las costumbres mayas

-Centros Regionales Violeta refuerzan su presencia en Yucatán

-Mujeres rurales artistas piden espacios para identificarse sin culturas estereotipadas

-U Yich Lu’um y una radical idea de progreso para municipios rurales como Sanahcat

 

Edición: Laura Espejo


Lo más reciente

Gimnastas yucatecas y nacionales logran bronce en torneo panamericano

Patricia Núñez Pavón y Verónica Borges Medina formaron parte de la medalla grupal

La Jornada Maya

Gimnastas yucatecas y nacionales logran bronce en torneo panamericano

Empresarios de Quintana Roo firman pronunciamiento conjunto para fomentar el voto

Cerca de 30 cámaras se pronunciaron en favor de promover la participación ciudadana el 2 de junio

Ana Ramírez

Empresarios de Quintana Roo firman pronunciamiento conjunto para fomentar el voto

Estudio de animaciones japonés recurre al talento de artistas autistas

Innovadora iniciativa brinda formación laboral a personas neurodivergentes

Afp

Estudio de animaciones japonés recurre al talento de artistas autistas

Leones va por su quinta serie consecutiva en Querétaro

Será la primera ronda de juegos realizada en la ciudad homónima

La Jornada Maya

Leones va por su quinta serie consecutiva en Querétaro