Especial: Turismo bienvenido
Para hablar de una recuperación plena de la actividad económica tenemos que considerar al turismo, más cuando la principal receta para salir del marasmo producido por la pandemia en ese sector pasa necesariamente por atraer visitantes de las proximidades.
Ahora bien, atraer al turista local no es algo sencillo de realizar. Se requiere de una conjunción de esfuerzos entre empresarios y gobiernos para favorecer el traslado y estancia de un visitante que no necesariamente busca permanecer mucho tiempo en el destino, pero sí acudir más de una vez al año. Tomemos por ejemplo a un meridano que pretenda desplazarse a San Francisco de Campeche con tal de tener un tiempo de descanso y esparcimiento. Es una experiencia que hipotéticamente deberá contemplar cualquier involucrado en el turismo.
Viajar con luz
Por principio de cuentas, el viajero muy probablemente elegirá desplazarse en automóvil, más si va en compañía. La sensación de iniciar el paseo comienza desde el Periférico Manuel Berzunza, cuyo rencarpetamiento ya es urgente en varios tramos.
Un punto a favor es el estado de la carretera, aunque el horario de viaje puede resultar un factor de riesgo. Si el recorrido se lleva a cabo ya sin luz natural, la iluminación resulta insuficiente y, ya en territorio campechano, sorprende que haya postes de luz instalados (una obra que se hizo hace menos de 10 años), que funcionan con celdas solares y… que las luminarias estén apagadas; esto incluso a la entrada de la capital campechana.
¿A quién debe importarle la eliminación del riesgo de viaje? A todos. Suele decirse de broma, pero cuando hablamos de viajes carreteros en la península hay un buen porcentaje de familias involucradas; yucatecos con parientes en Campeche o Quintana Roo somos casi todos.
Oportunidades por doquier
Como destino para el turismo peninsular, Campeche tiene mucho por ofrecer. Cierto que no compite en el ramo de playa, pero su oferta cultural, religiosa, arquitectónica, ecológica y gastronómica, tiene para todos. El esfuerzo por dotar a las poblaciones del Camino Real de identificaciones con su talento, como el pan tradicional en Pomuch, el arte sombrerero en Becal o la elaboración de conservas en Tenabo, responde a ese nuevo turismo interesado en interactuar con las comunidades y fortalecer economías locales.
Pero la pandemia ha hecho estragos y Campeche necesita regularizar sus actividades de corte cultural y turístico. Para este fin de semana largo fue anunciada la reactivación de las fuentes bailarinas y el videomaping en la Plaza de la Independencia, pero esto no ocurrió, y no es por falta de público. Si hay señales para tener optimismo en que estas actividades serán concurridas es la cantidad de personas en los parques, cenadurías o incluso en los bares y restaurantes de la calle 59 del Centro Histórico. Estos últimos no están a reventar, pero se observa que ya hay una asistencia que, de sostenerse, será al menos sana para los negocios.
La Canirac tiene también que ocuparse en preparar a su personal. La capacitación recientemente anunciada por Heineken resultará insuficiente si el empresariado restaurantero no armoniza la actitud de servicio de los empleados -y hay restaurantes que se distinguen por la amabilidad del personal -con el potencial de la cocina campechana, la cual, en mi opinión, debería rivalizar con la de Sinaloa y Veracruz en cuanto a pescados y mariscos. Esto quiere decir también que hay guisos que resultarán muy favorecidos con un vino, y en los establecimientos, particularmente los ubicados sobre el malecón, están compitiendo en colocar enganchadores en sitios estratégicos, o parece que premian al que sea capaz de interponerse en la marcha de un auto con tal de que el potencial cliente entre al negocio que ellos quieren. Eso termina por alejar al visitante.
Hay lugares que merecen llenos, como El Perico Marinero (aunque falte vino en su carta); otros que llaman la atención por lo que quieren presentar al comensal, como Hacienda Chakán y Aduana Vasconcelos; y los que ofrecen tradición y un rincón del mar, como La Uva, que simplemente hay que saber apreciar. Incluso la cochinita de Hecelchakán debe ser degustada por quién se diga conocedor de cómo debe prepararse y degustarse este platillo.
¿Qué llevarse? Experiencias
Atraer turismo de cercanías es un arte. Precisamente por ser visitantes dentro del vecindario, o hasta de la familia, son más difíciles de convencer. Dejar satisfecho a un turista de este tipo será también enriquecedor, porque no necesariamente hará una visita buscando encontrar lo más barato, sino porque es al que se le puede ofrecer lo más distintivo dentro de esa misma área. El ejemplo de las especialidades de cada población dice mucho más que un nombramiento de “pueblo mágico”.
Un turista local también debe ofrecer un perfil, mostrarse responsable con el lugar visitado y comprender que del intercambio de experiencias -y consideremos que hay meridanos que no conocen Valladolid o Tekax -comienza por reconocer que la salud del municipio y el estado vecinos interactúa con la nuestra. La responsabilidad va en dejar de buscar escenografías y aprender de la historia y cultura que compartimos.
Esperemos una época de múltiples visitas mutuas.
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