I
Recuerdo cuando mis hijos comenzaron a asistir a la primaria y se compraron los útiles que llevarían a la escuela. Para inculcar en ellos el compañerismo y la solidaridad, adquirí un par de sacapuntas, un par de gomas de borrar y un lápiz extra; la idea era que si a algún compañero le faltaba alguno de esos objetos, mi hijo pudiera facilitarle el que le sobraba.
El asunto no dio el resultado que se esperaba, pues los objetos prestados nunca se le devolvieron y cuando él olvidó en casa su bolsa de lápices, nadie le facilitó alguno e incluso no faltó quien le dijera era un tonto por olvidar sus cosas.
La ingeniería social del neo-liberalismo estaba funcionando: competencia, individualismo y ausencia total de eso que los cristianos llaman “amor al prójimo” eran (y siguen siendo) el fundamento de las interacciones humanas: #conlosniñosno.
II
Mi experiencia de padre de familia me hace ver que de nada valen los esfuerzos aislados en contra de un sistema que impulsa el conflicto y la competencia como formas de interacción social y que, en todo caso, las posibilidades para que tales factores no devengan en los niveles de violencia que ahora vivimos tienen que ver con nuestra capacidad de entender que sólo la fuerza de la comunidad puede resistir a la violencia que genera nuestro individualismo.
Pensar en términos de comunidad abre otros panoramas y ello siempre genera incertidumbre, más allá de que los beneficiarios de nuestro individualismo (que suelen entrar en la arena con ventajas mayúsculas), se sienten amenazados.
Como quiera, proyectar una ingeniería social que abra espacios para el sentido comunitario y la solidaridad humana no implica una propuesta comunista y sí una apuesta por la tolerancia, la equidad y la alteridad.
No se trata de satanizar el individualismo, se trata de que tengamos formas alternativas de enfrentarnos al mundo, y la solidaridad es una de ellas: #conlosniñossí.
III
Vivimos un tiempo extraño en el que circula una cantidad insospechada de datos que no necesariamente se orientan a la construcción de certezas (pensemos, por ejemplo, en las personas que piensan que la tierra es plana).
Ante eso, la única posibilidad de interactuar ante la avalancha informativa con niveles manejables de certidumbre es el desarrollo del criterio.
Como quiera, la actitud crítica (que supone justamente la maduración del criterio) tiene en la interacción comunitaria su factor decisivo. Tal interacción, sin embargo, sólo es posible a través del diálogo entre perspectivas no sólo distintas sino hasta divergentes.
Un mundo unidimensional no le hace bien a nadie; un mundo unidimensional es el patíbulo del raciocinio. Pensar con orden es la mejor manera de obrar con sensatez y ello nos aproxima a la paz y decisivamente a la felicidad. No pensar es dar oportunidad a la violencia. #conlosniñosno.
IV
Demos la oportunidad a la utopía. Abramos la oportunidad de conversar con el extraño, de sonreír con el diferente, de solicitar el respeto a las ideas propias respetando al que cree en algo absolutamente distinto.
Eso no es comunismo, es sólo un mecanismo de defensa contra el individualismo y la hostilidad; es única y exclusivamente un ensayo de aprendizaje en la tolerancia. Por eso, ahora hay que cambiar el discurso: #conlosniñossí
Lea, del mismo autor: El libro de texto gratuito: Una perspectiva sociológica
Edición: Estefanía Cardeña
Dependemos en demasía de la electricidad; ¿qué pasa con esos rincones del mundo que viven en penumbra?
Rafael Robles de Benito
El instituto electoral deberá emitir una resolución al respecto
La Jornada
La censura intenta destruir la curiosidad humana, pero en los rebeldes, la alimenta
Margarita Robleda Moguel