La disputa en las elecciones presidenciales del año próximo es por la continuidad del obradorismo y su Cuarta Transformación o su erradicación y el retorno al poder político del Neoliberalismo abanderado por la derecha conservadora.
Quizás quienes más lo entienden así son los integrantes del denominado Frente Amplio por México que agrupa al Partido Acción Nacional (PAN). Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido de la Revolución Democrática (PRD), por eso el aspirante panista de la “lágrima fácil”, Santiago Creel, y también la muy experimentada priísta Beatriz Paredes se plegaron y declinaron para apoyar la candidatura de Xóchitl Gálvez.
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Los tres partidos que forman el PRIAN-RD están muy menguados, desgastados electoralmente, con muy pocos Estados y municipios bajo su poder: cinco del PAN: Aguascalientes, Chihuahua, Querétaro, Guanajuato y Yucatán. El PRI contabiliza dos: Coahuila de los Moreira y Durango que más parece blanquiazul. El PRD no gobierna en ninguna entidad. La alianza no parece haberlos fortalecido, sino todo lo contrario, según las cifras, a pesar de contar con el apoyo de las élites económicas, mediáticas, y una buena partes de las académicas e intelectuales, además del Poder Judicial y varios organismos autónomos.
El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador también tiene muy claro lo que está en juego en las elecciones de 2024, sería ingenuo, una inocentada, creer que López Obrador no conoció con anticipación el rumbo para definir a quien seguramente lo relevará en el cargo. Eso no significa necesariamente que hayan “cuchareado” las encuestas.
Desde el inicio de su gobierno AMLO les permitió a sus colaboradores con aspiraciones presidenciales a trabajar la posible candidatura. Por supuesto que la persona que más se identifica con López Obrador ganaría. Debe estar fuera de duda que quien tiene la fuerza electoral, la popularidad aplastante es Andrés Manuel. Solo la ceguera política, la soberbia haría creer a alguien que podía relevarlo en su movimiento y en el gobierno del país sin identificarse plenamente, sin titubeos, con él. Claudia Sheinbaum no tiene pasado ni presente político fuera de López Obrador. Ni siquiera el tabasqueño Adán Augusto López que sirvió al ex gobernador priista de Tabasco Manuel Andrade. Marcelo Ebrard no lo entendió o no quiso entenderlo y ahora se encuentra metido en la arena movediza política de rechazar el proceso interno de Morena y sus aliados, pero sin querer salirse del obradorismo al que obstaculiza con sus dichos, su conducta y sus acciones. Como la canción de José Alfredo, “porque estás que te vas y te vas, y no te has ido…” y cada día se hunde más y más. Vencido por su neoconservadurismo descrito con precisión por el escritor y periodista Fabrizio Mejía en su videocolumna publicada en el portal Sin Embargo.
En Quintana Roo tendrán un especial impacto las recientes designaciones que hizo la Coordinadora Nacional de Defensa de la Transformación, Claudia Sheinbaum, quien nombró a Adán Augusto López como Coordinador Político, y a Ricardo Monreal como Coordinador de Organización y de Enlace Territorial. La senadora quintanarroense Maribel Villegas Canché recibió una bocanada de aire revitalizante para sus aspiraciones por la presidencia municipal de Benito Juárez con el nombramiento de Monreal Ávila, cuyo hábil manejo le hace ganar cuando pierde. En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño estado.
¡Hasta la próxima!
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