Estimados lectores, en las tres entregas anteriores hablábamos de la importancia de la lectura para contar con un lenguaje que nos permita comunicarnos, construir opiniones e intercambiar sentimientos. Señalábamos que los científicos generamos conocimiento y tenemos que comunicarlo a colegas y con el público, porque “Ciencia que no se Comunica no sirve” y todo científico debe saber “Contar su Cuento”.
Dicho lo anterior, continuamos. Nos quedamos en que tuve una infancia y adolescencia acompañada del cariño de mi familia donde aprendí a quererme, tal y cómo escribió Víctor Hugo " Il faut s'aimer, et puis il faut se le dire, et puis il faut se l'écrire" (Hay que quererse, y después hay que decírselo y luego hay que escribirlo).
Durante los años de bachillerato me acompañaron los programas de las exploraciones submarinas de Cousteau, influyendo en definitiva en la carrera que quería estudiar, Biología marina. Yo venía del bachillerato del Instituto Politécnico Nacional (Vocacional 6) por lo que sigo mi Licenciatura en el Politécnico, en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas. Me preparé para el examen de admisión e ingresé a la carrera de Biología. Durante la carrera varias profesoras influyeron en mi vida: María Luisa Sevilla en la parte marina y en mi formación política. Imelda Martínez, maestra exigente que impartía Embriología y tenía la visión de completar la formación en el extranjero, ella me impulsó a realizar un Doctorado en Francia. Elia Moreno, no fue mi maestra, pero me hizo comprender las razones de las diferencias de clases en México a través de la lectura. En la carrera tuve profesores que son referentes nacionales, Daniel Lluch (pesquerías y evolución), Jerzy Rzedowski (Botánica), Galar (fisicoquímica), Raccota (Fisiología). Otro aspecto que influye significativamente en mi formación es haber realizado el servicio social en brigadas interdisciplinarias en comunidades rurales. Nos asignaron a comunidades pesqueras en Baja California Sur: El Sargento y Todos Santos. En el primero, construimos un huerto y en el segundo, se diseñó un horno para ahumado de pescado, ya que carecían de electricidad y hielo para conservar su pescado. Trabajábamos diario con los pescadores. Ahí, aprendí la importancia de la Captura sustentable, el Comercio y Consumo responsables. Principio sencillo y tan poco aplicado. También aprendí que el Periódico es excelente para conservar calientito la botella de vidrio con café y los taquitos de machaca con tortilla de harina, el “lonché” de los pescadores.
Además de los maestros y del servicio social, contribuyeron en mi formación mis nueve compañeros con los que realicé la carrera. Éramos un grupo privilegiado de 10 estudiantes. Jóvenes, con 360 grados de diversidad y talentos. Todos hemos construido sólidos caminos profesionales contribuyendo al conocimiento y gestión sostenible de los recursos naturales de México y del sector salud. Mi cariño: Ana, Mario, Mundo, Charly, Alfredo, Mayita, Alonso, Elda y Chava.
Ni yo, ni nuestros lectores somos de la época de los Dinosaurios, pero cuando cursé la carrera no había internet. Al terminar, mi maestra Imelda, elaboró cartas para ingresar al doctorado en Universidades de Francia: Pierre et Marie Curie (Paris), Marseille y Bretaña Occidentale (Brest). En las tres me aceptaron. La maestra me "ayudo" a elegir la Universidad que me convenía. Pragmático fue su análisis, “Marseille, c’est le Midi, te me vas a distraer (yo ni sabía que era el Midi), Paris no tiene mar, no tienes nada que hacer ahí. Te vas a ir a Brest”. Cabe señalar que la profesora, jamás había estado en Brest, ni idea tenía de su clima. Voilá, como quedo decidido que la mejor Universidad para hacer mi doctorado en Ciencias marinas era la Université de Bretagne Occidentale, y lo fue. Esta región cuando no llueve, chispea y cuando no, hay tormentas. Aprendí a vivir espléndidamente en este clima. Aprendí a aimer la mer avec ses reflets changeants, sous la pluie (amar el mar con sus reflejos cambiantes bajo la lluvia).
A los 21 años estaba viajando a Paris, para un curso intensivo de francés. Me fui con mi beca del CONACYT (sin “H”) y con todo el cariño de mi familia. Crucé por primera vez el Atlántico, con boleto de ida, por aquello que ya les había contado de una economía limitada. Me instalé en una casa de estudiantes en habitación doble. Mi compañera, resulto ser una niña bien de Polanco, cuando yo salía a clases, ella dormía. Cuando yo me acostaba, ella aún no llegaba. Un día coincidimos y me preguntó “¿qué haces en París?” —Soy becaria de Conacyt, voy a preparar un Doctorado y debo aprender francés. —¿No sales a divertirte? —Tengo que estudiar. Abrió su bolsa y me regalo los tickets de comidas y excursiones. Me dijo, todo está pagado, a ti te servirán. Nunca más coincidimos. Me gustaría decirle Merci, j’ai bien réussit. Seguro me leerá en La Jornada. Como Hemilghway, decía quien vive de joven en Paris, te acompañara toda la vida donde quiera que vayas.
Continuara…
Lea, de la misma autora:
- Cuéntame tu Cuento Científica: Primera parte, de niña a la Legión de Honor
- Cuéntame tu Cuento Científica: Segunda parte, de niña a la Legión de Honor
- Cuéntame tu Cuento Científica: Tercera parte, de niña a la Legión de Honor
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