Un sello indiscutible de la actual administración es que fija la agenda nacional día a día, en boca del gran timonel, durante sus sesiones “mañaneras”. La Doctora Claudia Sheinbaum nos promete que, de ganar las elecciones dentro de unos meses, continuará con esta práctica, que suele confundirse con una manera de garantizar que todos tengamos acceso permanente a toda la información relevante acerca de las acciones del gobierno federal. La verdad es que las mañaneras contribuyen bien poco a que sepamos lo que pasa en nuestro país. Sirven más bien para que nos enteremos de qué es lo que le disgusta al presidente, para que recordemos que “todo tiempo pasado fue peor”, y para que renovemos las oportunidades para aplaudir lo que nos indique que es digno de aplauso. Para muchos mexicanos, parece que resulta cómodo asumir que la voz del presidente es la de la nación entera, y quien no la repita como mantra debe ser, en el mejor de los casos, un pobre hipnotizado por el canto de las sirenas del neoliberalismo y, en el peor, un traidor a la patria.
Ahora se añade a este ejercicio cotidiano de post verdad una imagen espejo: Xóchitl amaga con recetarnos su propia versión de la mañanera, dizque “de verdad”. No creo que por esta vía nos enteremos demasiado acerca de lo que es realmente importante entre lo que sucede en México. Más bien creo que entre las dos mañaneras veremos una suerte duelo de narrativas, al estilo de lo que nos deleitaba hace algunas décadas cuando cantaban a dúo Pedro Infante y Jorge Negrete, en Dos Tipos de Cuidado. Nada más que eso sí era divertido, y no ponía nada en juego más que las sonrisas. Lo que nos comunican hoy desde Palacio Nacional, y lo que responden quienes dicen merecer contender por el poder, nos lleva un paso más allá de la post verdad, y nos mete en el terreno de pesadilla de lo post real.
Ya no importa lo que sucede ahí fuera, en las comunidades, pueblos y ciudades del país. Carece de sentido pretender comprender lo que sucede con los puertos aeropuertos, caminos y carreteras. Es trivial entender lo que acontece con los recursos naturales, o con la producción agropecuaria. No digamos ya con la violencia o la inseguridad. Nada de eso acontece. Lo que importa comprender, debatir, y sopesar, lo que debe determinar qué partido tomamos, es decidir, a la luz de lo que nos dicen unos y otros, quién miente más, quien roba menos, quien engaña mejor, o quien promete con más convicción.
Ahora resulta que los desaparecidos pueden volver a desaparecer, porque estaban mal contados, que los recursos naturales se protegen mejor que nunca, porque se decretan más áreas que en cualquiera de los sexenios anteriores, aunque se reduzca el presupuesto destinado a su manejo. No importa, una vez establecidas, las áreas protegidas se cuidan solas. Las fuerzas armadas administran y controlan puertos, aeropuertos y aduanas, componen la mayor parte de los efectivos de la guardia nacional, ejecutan obra pública, construyen y administran hoteles, contienden con el flujo de migrantes irregulares…. Pero el país no se está militarizando.
La narrativa de la supuesta oposición no parece ofrecernos un panorama alternativo. Los temas de interés público también están ausentes de su discurso, que se limita a decir que todo lo que hace la actual administración está destinado al fracaso, y que lo que se nos informa como logro de gobierno es falso, o por lo menos cuestionable. Pero no parece haber propuestas concretas acerca de qué hacer con la cosa pública nacional, y cómo encarar los problemas que México sufre cada día.
Desde luego, en todos los bandos enzarzados en la lucha electoral que suponemos democrática, los asuntos que realmente importan a la sustentabilidad y crecimiento de la nación quedan fuera de la agenda.
Poco o nada se dice que permita identificar si unos y otros grupos políticos contendientes reconocen la existencia de una crisis climática global que determina la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua, la salud, y la capacidad de generación de energía para el desarrollo. Poco a nada se dice de las maneras en que una u otra de las candidatas – o el candidato – a la presidencia se han propuesto garantizar al pueblo que el estado le brindará sus servicios fundamentales: seguridad, salud y justicia. Entiendo que estamos en ese limbo que se ha dado en llamar el “período intercampañas”; pero en un escenario donde todas y todos se las han apañado para romper con los límites legales del proceso electoral, parece que se nos hace tarde para conocer con precisión qué pretende hacer con nuestros votos quien logre hacerse con la mayoría de ellos.
Es difícil decidir a quién otorgarle un voto, cuando todo lo que escuchamos es que el de enfrente miente más, roba, más, es menos libertario, o finge más que otros ser demócrata. Una de las candidatas ha llegado incluso a apropiarse de la verdad, la justicia y la libertad, diciendo que pertenecen a quienes militan en su partido, o simpatizan con él. Los demás, por lo visto, no están interesados en conocer la verdad (si es que ésta existe en algún lado), ni aspiran a alcanzar la justicia, ni anhelan una libertad genuina. Y nadie parece capaz de decir cómo se propone indagar en busca de una verdad satisfactoria, ni garantizar el acceso a una justicia cabal, ni mucho menos vivir en paz con libertad. ¿Cómo elegir, entonces?
Lea, del mismo autor: Las guerras
Edición: Fernando Sierra
"La industria cinematográfica estadunidense está muriendo rápidamente", justificó el mandatario
Europa Press
Las últimas actividades tuvieron lugar en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI
La Jornada Maya
Los melenudos cayeron 13-12 ante los locales
La Jornada Maya
La Semar y la Segey firmaron un convenio para erigir el proyecto educativo
La Jornada Maya