Febrero llegó a sus últimos días, mas la semana concluirá en un acto simbólico: el inicio formal de la campaña electoral, con miras a la elección presidencial, así como a la renovación del Congreso de la Unión.
Se llega a este punto en un momento en el cual las precampañas y el registro de las dos principales candidatas a la Presidencia, Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz, abanderadas de la coalición Sigamos Haciendo Historia y Fuerza y Corazón por México, respectivamente, fue superado mediáticamente por las marchas y la concentración a que convocaron diversas organizaciones cercanas a la oposición, en lo que fue llamado la “Marea rosa”.
La agenda política de esta semana es ya partidista. De un lado, Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y el Partido del Trabajo (PT) han urgido a sus clientelas a mantenerse en unidad y organizarse “ante la ofensiva de la derecha”. Por el otro, Marko Cortés, presidente del Partido Acción Nacional, manifestó que las puertas de la oposición están abiertas a quienes confiaron en el presidente Andrés Manuel López Obrador y hoy están “amlopentidos”.
Lo cierto es que la clase política se encuentra en un proceso de reacomodo en el cual antiguos opositores al Presidente hoy se encuentran entre las filas de sus partidarios, incluso cobijados con alguna candidatura, así hayan dado un salto de fe hacia Morena hace apenas 15 minutos. También es verdad que en las filas del oficialismo existe descontento precisamente por la recepción que se ha dado a estos personajes “chapulines”.
La manifestación de la “Marea rosa” el pasado 18 de febrero puede verse también como una señal de arranque de la campaña por parte de la oposición. Sin embargo, la capacidad de convocatoria no implica un voto a favor de Fuerza y Corazón por México. Ni siquiera puede decirse que se haya tratado de un acto electoral, pero sí uno en el que se expresó una posición conservadora en cuanto a lo que se entiende como democracia y derecho a la participación política.
Dicho de otra forma, la oposición está iniciando su campaña desde la negatividad, expresamente en el no al paquete de reformas constitucionales y legales que promovió el presidente López Obrador el pasado 5 de febrero. Sin embargo, la alternativa política es inexistente; no existe una propuesta de reorganización del país en caso de triunfar el próximo 2 de junio.
El ambiente electoral, de inicio, se encuentra polarizado. En el centro del debate se encuentra el Presidente y, pese a que no figurará en la boleta, representa todo aquello que rechaza la oposición. La continuidad de su proyecto resulta, para buena parte de este sector de la población, una afrenta a la democracia.
No deja de ser contradictorio que el hecho de integrar a la nación, es decir, a la participación política, a jóvenes ignorados por el mercado laboral o desechados por la oferta estudiantil, así como a personas con discapacidad o adultos mayores, sea interpretado como una perversión de la democracia. Esto lo entiende así quien se formó en el paradigma de que el acceso a los cargos públicos debe ser exclusivo para el sector ilustrado de la población, aunque esto tampoco sea una verdad absoluta.
Pero también es incongruente que esta oposición, que defiende una concepción de democracia para los ilustrados, carezca en este momento de un proyecto realmente alternativo al que plantea la Cuarta Transformación. Su mensaje se ha centrado en lo que no se quiere, pero no han alcanzado a elaborar un discurso que articule una hoja de ruta en materia política, económica, de obra pública, salud y seguridad, por decir lo menos.
Pero entonces, ¿que ha organizado la oposición en estos cinco años? En gran medida, sus dirigentes se concentraron en buscar escándalos y asegurar que las obras realizadas durante este gobierno serán de nula utilidad, o destacar los accidentes ocurridos durante su ejecución.
Con la campaña a punto de iniciar, las encuestas marcan por lo pronto ventaja para la candidata Claudia Sheinbaum, quien resume su proyecto en la construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación. Las encuestas, sabemos bien, no son el resultado de las elecciones, y los próximos tres meses serán de mayor polarización. En Morena y el PT, ya advirtieron que el 2 de junio “no será un día de campo” y esperan el proceso más sucio de la historia.
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