Iván Vallado Fajardo
Todos hemos escuchado alguna vez la dramática historia de los náufragos españoles que sufrieron un percance en alta mar y navegando a la deriva en una pequeña barcaza recalaron en la costa oriental de Yucatán. Para colmo, fueron recibidos por mayas, que se comieron al capitán Valdivia y a otros cuatro en un banquete caníbal. Después pusieron al resto a engordar para un futuro ritual, pero lograron escapar. Dos de ellos, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, lograron sobrevivir como esclavos cautivos hasta que en 1519 Hernán Cortés se llevó a Aguilar a la Conquista de México, mientras que Guerrero permaneció con los mayas. Pero, la historia no fue así.
Sucedió en realidad que tampoco naufragaron en 1511, sino en 1512. Eran conquistadores de las armadas de Alonso de Ojeda y Diego Nicuesa que habían sido derrotados y reducidos por los indios de “El Darién” (Panamá). Salieron a principios de 1512 con rumbo a “La Española” (Haití) para pedir ayuda en armas, hombres y bastimentos a Diego Colón, pero no eran los primeros, ni fueron los últimos. En efecto, chocaron en los bajos de “Las Víboras” al sur de Jamaica, no en “Los Alacranes” como señala Bernal Díaz del Castillo, y recalaron posiblemente en lo que hoy es Playa del Carmen.
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Al llegar, los mayas no se los comieron, sino que los ayudaron. Cortés lo declaró diciendo: “que si los indios no los remediaran, no escapara ninguno”, pero no sabemos cuántos se recuperaron. Obviamente, Aguilar y Guerrero sí lo hicieron, porque fueron vistos con vida y tratados por otros conquistadores. También sabemos que en 1519 vivían en poblados distintos, no sabemos por qué y, que estaban “casados” con indias. Guerrero tuvo varios hijos y se integró a su nueva comunidad. Aguilar no tuvo hijos y debió haber mantenido más distancia con sus anfitriones. Al pasar Cortés por Yucatán, ciertamente Aguilar se unió a él, mientras que Guerrero se quedó entre los mayas. Tampoco sabemos bien a bien por qué.
Como fuera, entre 1512 y 1519 los náufragos sobrevivientes estuvieron perdidos. Se les consideró muertos, devorados por caníbales en Cuba, porque en 1513 otra expedición salió de “El Darién” por ayuda y también naufragó. Pero, en vez de caer en Yucatán, lo hizo en Cuba. Sus integrantes dijeron haber encontrado unas tablas en una playa y supusieron eran de la expedición anterior. Y al no encontrarlos dedujeron que habían sido devorados. Estos segundos náufragos lograron volver a “La Española” y de ahí algunos regresaron a España. En España fueron entrevistados por Pedro Mártir de Anglería, cronista oficial del momento, quien lo contó en su Segunda Década (1514) y así quedaron las cosas por seis años.
Mientras en España los lloraban, nuestros náufragos vivían en Yucatán. Incluso existe una anécdota sobre la madre de Aguilar que enloquecía si veía a alguien asando carne. Entonces Cortés pasó por Yucatán, dio con Aguilar y se lo llevó. Se negó a buscar a Guerrero y ni siquiera lo mencionó en sus cartas. Pero sí mencionó a Aguilar y eso fue suficiente para que Mártir se diera cuenta que había errado: no todos los náufragos estaban muertos, ni habían caído en Cuba, sino en Yucatán.
Al escribir su Cuarta Década (1520) corrigió el error: sólo que la corrección salió peor. No eliminó el festín caníbal, sino que lo trasladó a Yucatán. ¿Por qué lo hizo? No lo sabemos, pero tal corrección tenía un problema: ¿por qué si los indios eran caníbales no se comieron a todos los náufragos? Entonces inventó el supuesto escape que explica por qué Aguilar y Guerrero no fueron devorados en ese momento.
En realidad, no hubo banquete caníbal, ni escape. Además, el hecho de que ambos náufragos vivieran cómodamente con indias cuestiona su supuesta esclavitud (Aguilar la pudo haber inventado). Por último, tampoco estaban cautivos. Simplemente, no tenían a dónde ir, no sabían bien dónde estaban. Tampoco tenían un navío para tratar de llegar a Cuba o irse costeando.
Es así como un accidente marítimo en esos tiempos, más los vaivenes de los escritos que se extravían y reaparecen, o los informes parciales y equivocados, forjaron un episodio dramático y espectacular que llegó a nuestras historias tradicionales. Pero al someterlas a una revisión crítica, se desmoronan. En esas mismas historias Aguilar se volverá un cristiano devoto, célibe y diacono. Guerrero en un detestable hereje “peor que indio”. Y los mayas seguirán “cargando con el muerto del canibalismo” aunque el banquete nunca haya existido.
Iván Vallado Fajardo es profesor investigador en Historia.
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social
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