La mayor parte de las veces cuando me siento a escribir busco el silencio, trato de enfocarme en las ideas que quiero narrar o argumentar y combato con la hoja en blanco. A veces la fiera página me vence luego de poner algunas de las ideas principales que quiero trazar, otras veces mientras escribo, esas ideas van bajando a lo largo de la página. En esta ocasión realizo una actividad que contraviene a mi práctica de escritura, busco una grabación específica en Spotify y le doy reproducir. Esa grabación me guiará en este texto.
Lo que escucho mientras escribo es el soundtrack de Spiritfarer: farewell edition (2020) un videojuego publicado en múltiples plataformas que me llevó a cuestionarme ¿tengo las herramientas suficientes para escribir una reseña de un videojuego para quien no juega? Y me percaté que la respuesta, como siempre, no era la que quería.
Este es un texto que tiene otro objetivo y que probablemente no responda a esa pregunta, pero eso lo sabremos hasta el final del texto.
Foto: Captura de pantalla
En la primera escena, al iniciar el juego, descubres que jugarás como Stella, una niña con un apariencia que enternece y que todo el tiempo estará acompañada de Daffodil, su peludo felino. Ella llega en una barca ante la puerta eterna y ahí un ser descomunal y sombrío le encarga hacer su trabajo pues él se está jubilando. Este ser es Caronte y deja en manos de Stella la difícil tarea de cumplir las últimas peticiones de algunas almas para después trascender y atravesar el umbral por el que vemos a Caronte irse en el video introductorio.
En la primera misión Stella tendrá que conseguirse un barco para navegar el océano que es una complicada versión del río Estigia y conocerá a Albert, un naviero y mitad humano mitad tiburón que será en parte su guía, y en parte su mecánico.
En el juego conoceremos a un puñado de almas que necesitan los más diversos favores y que habitarán temporalmente el barco que navegas, un portento de la navegación que tendrá desde un aserradero y un huerto hasta una forja y una casa de huéspedes. El barco será el espacio fundamental de juego donde sembrarás o guardarás lo que se vaya requiriendo para tu misión. A este tipo de juegos suelen llamarles “sandbox”, una caja de arena donde todo lo que suceda dentro es posible dentro de las reglas mínimas del juego y que va a ir develando más partes del mapa conforme cumplas las misiones de las almas.
Foto: Captura de pantalla
Empecé el juego a los pocos días de que falleció mi papá y me pareció un encuentro trágico y hermoso. Pensé en los primeros días que no podría “entregar”, como le terminé llamando a la acción de llevarlos a la puerta eterna, a ninguna de las almas del juego pues te vas encariñando con esos seres antropomorfos que guían la historia.
Pronto descubrimos que varios de ellos están familiarizados con Stella y perseguimos sus últimos designios a razón de sus caprichos. Tardé mucho en encontrar a Gwen para su último designio, no sé si fue por despiste o algo detrás de la oreja me susurró que era la última misión antes de que me encargara llevarla a la puerta eterna.
Gwen fue la primera habitante del barco y también la primera en irse, una gran amiga de Stella que en el último trayecto hacia hacerse luz narra cariñosamente sus dolores y sus amores, te agradece por haberla acompañado en estos últimos momentos y te abraza antes de hacerse una con la eternidad.
Foto: Captura de pantalla
Sin spoilear el juego, sólo diré que conoceremos diferentes vidas que se van desgranando ante nuestra mirada en la partida. Un cuidador con depresión, el tío más bonachón del mundo, la vecina que combatió fervorosamente contra el cáncer, una pareja de hermanos que derrocha tristeza en su despedida y unos amantes trágicos que se acompañaron toda la vida.
Con cuidado, los guionistas narran historias sin develarlas por completo y aún después de su partida sigues descubriendo matices de quienes se fueron. Cuando un alma se funde con la luz, se convierte en una constelación que podrás ver por las noches mientras navegas el océano.
Aunque he jugado mucho en mi vida y he descubierto diferentes formas de narrativa, me sorprendió que alguien escribiera un juego con tanta responsabilidad afectiva. Cada matiz en la historia me sorprendía sin dejar a un lado una jugabilidad tersa y convenientemente lenta. Un juego con una profundidad que no podría haber sido escrito y realizado por personas que no estuvieron o están en un proceso de duelo mientras hacen un juego hermoso que continuamente te pregunta si estás listo para la siguiente misión.
Ahora, en algún punto de un proceso de duelo, me percato que no todo el tiempo está ahí, que a veces paso un día completo sin sentir el vacío de la ausencia. La línea temporal se desdobla y fluye de manera paralela la mayor parte del tiempo y a veces se interseca con la línea cotidiana. Lo veo en el incienso que le enciendo a mi papá todas las mañanas, pero también en las continuas y entrañables despedidas de cada una de las historias que se narran en Spiritfarer.
A veces en la vida, nada es mejor que el silencio. Pero hay otras ocasiones, donde los susurros en forma de narrativas, música o juegos son el mejor bálsamo para la ausencia y logran ayudarnos a encontrar el objetivo que me planteé en un principio en este texto: descubrir las múltiples maneras de decir adiós.
Decir adiós de manera cotidiana, como una bienvenida a la vida que habito, día con día.
@RuloZetaka
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