Opinión
José Díaz Cervera
18/12/2024 | Mérida, Yucatán
Es claro que hemos tenido una errática gestión cultural con respecto de la Trova Yucateca y que ello la ha llevado a una situación crítica. Cuando se habla, sin embargo, de “gestión cultural” el asunto no se reduce a las políticas oficiales ni a la buena o mala voluntad de los funcionarios, sino a la dinámica y a la configuración del campo; el asunto, entonces, no es de buena o mala voluntad individual o de impericia, aunque es claro que quienes tienen las posiciones de poder en el campo tienden a conservarlas buscando que nada cambie en él.
En alguna otra entrega he referido la perspectiva de Pierre Bourdieu, quien desarrolló un enfoque sociológico denominado “Teoría de los campos”, que son parcelas de la vida social cuya dinámica permite reproducir las condiciones de lucha y de inequidad en que acontece la vida comunitaria. Los campos son espacios de confrontación entre quienes tienen posiciones de poder y quienes no las tienen, lo que equivale a que entre sus “jugadores” acontecen relaciones de fuerza diferencial determinadas por factores muy diversos, factores a los que Bourdieu denomina en conjunto como “capital simbólico”. Así, a mayor cantidad de “capital simbólico” dentro de un campo (pensemos, por ejemplo, en un científico que gana el Premio Nobel o en un cantante que vende millones de copias de una canción), un jugador del mismo posee una posición que se traduce en mayor influencia y poder.
En el caso de la Trova Yucateca podemos distinguir una serie de “jugadores” del campo como lo son los propios trovadores, los compositores, los funcionarios culturales, los estudiosos del fenómeno, los promotores culturales tanto privados como del sector gubernamental, las emisoras radiofónicas, la televisión y actualmente las plataformas digitales, las industrias discográficas, los diversos tipos de receptores, los empresarios del espectáculo y del turismo, etc., que en conjunto gestionan la dinámica de esa manifestación sociocultural.
En un ámbito tan conservador como el de Yucatán, algunos campos de la vida social tienden a esclerotizarse y van perdiendo capacidad para estar a la altura del devenir, y en buena medida eso es lo que ha pasado con la Trova Yucateca, misma que no solamente no ha sabido distanciarse de la canción de consumo y sigue aun concibiendo sus canales de distribución a través de la industria discográfica y de la promoción radiofónica, cuando esos caminos ya no sólo no ofrecen gran cosa, sino que están enquistados en el pasado y cada vez nos proporcionan más basura para entretenernos.
Si a esto le agregamos que la mentalidad conservadora inhibe nuestra capacidad para dialogar con el devenir y que nuestros compositores han perdido total o parcialmente el hábito de la lectura (factor decisivo en el desarrollo de la cultura literaria), el resultado es una crisis cuyas dimensiones apenas se adivinan.
Como quiera, hay otros factores de gran relevancia que afectan la situación del campo y uno de ellos tiene que ver con la manera en que hemos ido documentando todo lo relacionado con la canción yucateca, donde prevalecen los anecdotarios y las referencias superficiales. Si bien es cierto que estudiosos como Enrique Martín, Felipe Escalante Tió y otros han hecho un trabajo más sistemático para analizar con un aparato crítico de mayor rigor a la Trova Yucateca, todavía falta mucho por hacer. No debemos perder de vista que el discurso literario es en realidad una práctica social cuya unidad más simple, según lo plantea Bajtin, es el enunciado, donde se expresan las condiciones de existencia de los hablantes y donde se puede ver en qué dirección un conglomerado humano planta su mirada y desde qué perspectiva acontece la misma. (La anécdota de la gestación de “Peregrina” oculta el contexto tenso y amenazador que se vivía en Yucatán cuando Carrillo Puerto instauró el primer gobierno socialista de América Latina, oponiéndose no sólo a las poderosas oligarquías locales, sino a toda la estructura imperialista de la economía de mercado; otro caso similar es el de “La puerta”, de Luis Demetrio, canción de la que se ofrece una explicación ridícula donde el compositor, atraído por una mesera, la ve desaparecer detrás de la puerta abatible de la cocina de un restaurante).
Necesitamos estudiar la Trova como un fenómeno socio-antropológico para entenderla mejor y ver así sus dimensiones más complejas; paralelamente debemos desarrollar estrategias integrales de enseñanza-aprendizaje para quienes deseen dedicarse a esa actividad, ya sea como ejecutantes o en el terreno de la composición de las letras y de la música. Asimismo, hay que buscar que la Trova interactúe con otras manifestaciones artísticas como el teatro y las artes escénicas, pero también con otros géneros musicales de índoles y épocas diversas, buscando con ello desarrollar la capacidad dialógica de ese patrimonio tan caro a nuestra historia y nuestra cultura.
Asimismo, se hace necesaria una profunda renovación del discurso literario de la Trova Yucateca, no sólo en sus aspectos retóricos, sino también en sus posibilidades temáticas. Hay asuntos humanos que deben recuperarse desde la Trova Yucateca y ello la obligará a dialogar con un tiempo marrullero como el que nos ha tocado vivir, lo que redundará en su continuidad histórica.
La tarea es ardua, pero tenemos hoy día todo lo que se necesita para emprenderla y de ello hablaremos en la entrega final de esta serie.