Opinión
La Jornada Maya
28/01/2025 | Mérida, Yucatán
Tekit, la población que se promociona como la capital de la guayabera, amaneció este martes con dos habitantes menos, y tinta en sangre. Un hombre de poco más de 20 años atacó a una adulta mayor en su domicilio, produciéndole heridas que le causaron la muerte pocas horas después. El agresor huyó, pero los familiares de la víctima salieron en batida acompañados de varios vecinos. De victimario, El Wero pasó a ser perseguido; fue localizado y detenido por la policía municipal, pero la misma turba lo sacó de la patrulla para golpearlo y luego quemarlo vivo.
De Alejandro “N”, de 21 años, El Wero, rápidamente salieron varios hechos de su vida que, jurídicamente, lo hacían inimputable; es decir, no se le podría sentenciar porque sus facultades mentales no le permitían comprender la gravedad de lo que había hecho. Sin embargo, todo lo dicho en las redes sociales en cuanto a las condiciones tanto de su vida como la de los familiares de su víctima, son comentarios sin conocimiento de causa, pero que terminan por eliminar el barniz de una población que se presume próspera porque cuenta con cierto dinamismo económico a partir de la elaboración de prendas de vestir.
Lo ocurrido deja muchas interrogantes en el aire y corresponde a la autoridad, específicamente a la Fiscalía General de Yucatán, hacer las investigaciones y ofrecer respuestas a la sociedad. La primera son los motivos de ambos crímenes, porque ni el ataque a la señora María “N” ni el linchamiento están aislados; es altamente probable que haya existido una espiral de violencia que se intensificó en cuestión de minutos.
Después tendría que haber un análisis muy profundo que explique por qué los tekiteños pasaron por encima de los policías para sacar a Alejandro de la patrulla; esto en una entidad que cuenta entre sus atractivos el respeto a los cuerpos de seguridad. Tuvo que existir una reiteración de actos u omisiones que culminaron en que la cadena de custodia se rompiera precisamente en la corporación que representa la salvaguarda del orden público.
Las turbas, las que ejecutan linchamientos, jamás han operado con racionalidad, aunque se argumente que buscan la justicia. Lope de Vega fue quien idealizó la acción popular en el drama Fuenteovejuna, ya en el siglo XV. Pero si esta obra mostró el vínculo de solidaridad dentro de una comunidad y el valor moral de ésta frente a las desviadas acciones individuales, la historia se ha encargado de mostrar que por lo general que estos grupos actúan sin reflexión, solamente con el ánimo de “castigar”, pero más que al culpable, terminan asesinando al que no encaja en el ideal de comunidad. La población afroamericana en los Estados Unidos es tal vez el mejor ejemplo de esta tendencia, retratada en la doliente interpretación de Strange fruit, por Billie Holiday.
De nuevo, que haya surgido una turba en Tekit es síntoma de descomposición en todo Yucatán, no solamente en ese municipio. Será vital encontrar los factores internos que llevaron a esta manifestación violenta. Al momento, tanto el gobierno del estado como la Comisión de los Derechos Humanos de Yucatán (Codhey), en sendos comunicados, han lamentado los hechos. El primero, resaltando que ha ordenado una investigación para dar con los responsables de los actos cometidos y que “Yucatán es y seguirá siendo un estado de paz, que se caracteriza por su solidaridad, con valores y principios”, olvidando que la historia local está llena de episodios violentos.
Por su parte, la Codhey ha llamado a que la justicia no sea administrada por mano propia y a que las autoridades en general implementen medidas preventivas para evitar la repetición de los hechos, priorizando los reclamos de la población “ante señalamientos sistemáticos de presuntos hechos de violencia, los cuales deben ser atendidos de manera oportuna”.
Pero lo cierto es que, en lo que se investiga, aparece también la debilidad institucional para atender a personas inimputables en casos de violencia asociados a la salud mental, pero ahora ha salido a flote que la corporación policiaca, al menos la de primer contacto, puede ser rebasada por el vecindario. Tekit, reiteramos, es síntoma; pero no es uno que deba atenderse con remedios caseros, sino que requiere de análisis e intervención quirúrgica, porque si se deja avanzar, el mal puede resultar en cáncer.
Edición: Fernando Sierra