Opinión
Alfonso Gallardo Velázquez
10/03/2025 | Mérida, Yucatán
En una
entrega anterior de esta columna periodística, para ser precisos la del 10 de febrero del año en curso, la Dra. Oana Del Castillo nos habló sobre el contexto arqueológico del descubrimiento de este osario, principalmente constituido por niños, de su temporalidad o antigüedad y del parentesco entre ellos. Pero qué podemos decir sobre el origen o ascendencia de estos niños, ¿son originarios de la ciudad de Chichén Itzá? ¿Proceden de otro lugar?
Para dar respuesta a estas interrogantes echamos mano del análisis de las dimensiones y de las formas de los dientes, ya que uno de los procedimientos tradicionales que utiliza la antropología física para realizar análisis de afinidad biológica y, por tanto, obtener las relaciones biológicas y la posible ascendencia entre dos o más poblaciones humanas, representadas solamente por sus restos dentales, es a través de la morfoscopía (formas) y morfometría (tamaños) de las unidades dentales de dichas poblaciones. Esto es posible gracias a que los dientes humanos poseen las siguientes características intrínsecas que permiten este tipo de estudios:
Alta heredabilidad de los rasgos dentales.
Posibilidad de establecer clasificaciones precisas, claras, y comprensibles.
Ausencia de correlación significativa entre los rasgos discriminantes utilizados.
Posibilidad de comparar directamente materiales de diferentes temporalidades.
Estabilidad de los rasgos analizados en el tiempo.
Alta resistencia a distintos procesos de degradación tafonómica.
Como parte de este proyecto, se contabilizaron 1759 piezas dentales aisladas, es decir que se encontraron fuera de sus alveolos, ya que procedían de un osario y, por tanto, se encontraron formando verdaderos cúmulos de dientes separados de sus maxilares y mandíbulas respectivas. De estas 1759 piezas dentales, 693 eran deciduas (dientes de leche) y 1066 permanentes (segunda dentición).
Después de clasificar y organizar las piezas dentales según su tipo (incisivos, caninos, premolares y molares), su posición (superiores o inferiores) y su naturaleza (deciduos o permanentes), se determinó un número mínimo de individuos (NMI) en el osario. A partir del análisis y la contabilidad de los dientes deciduos, el NMI fue de 63 individuos, tomando como referencia el canino superior izquierdo. En el caso de los dientes permanentes, el NMI ascendió a 75 individuos, con base en el incisivo central inferior izquierdo. Es importante recordar que esta cifra representa un número mínimo, ya que no se puede asegurar que el material dental recuperado corresponda a la totalidad de los individuos originalmente depositados. Factores ambientales y antropogénicos (es decir, aquellos derivados de la actividad humana) han actuado sobre el sitio durante más de mil años, lo que probablemente llevó a la desintegración y pérdida de algunas piezas dentales, afectando su conservación.
La información de los datos métricos dentales (diámetro mesio-distal o anchura del diente y diámetro buco-lingual o grosor del diente) que se utilizaron con propósitos comparativos procede de 17 sitios prehispánicos de la zona maya y del periodo clásico. En tanto que la información de los rasgos morfológicos dentales (grado de magnitud o volumen de las cúspides dentales, número de cúspides, forma de las cúspides, número de raíces, etc.) procede de 25 lugares prehispánicos, también de la zona maya y del período clásico.
A estos datos se les aplicaron los análisis estadísticos adecuados para discernir sobre las interrogantes planteadas. Dándonos todos ellos el resultado de la existencia de diferencias métrico-morfológicas dentales significativas entre el grupo al que pertenecían los niños del chultún comparados con los grupos originarios de la zona maya. Es decir, los niños del chultún de Chichén Itzá no pertenecieron a las poblaciones de las Tierras Bajas del norte o del sur, como tampoco a las de las Tierras Altas del sur. Todo ello hace pensar que probablemente dichos niños formaban parte de grupos de comerciantes de larga distancia que se asentaron en Chichén Itzá a partir del 800 d.C. para dominar las rutas de comercio tanto marítimas como terrestres de la Península.
Si desea tener más información sobre esta investigación, puede consultar:
Alfonso Gallardo Velázquez es antropólogo físico del Centro INAH-Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros, antropóloga social del Centro INAH Yucatán
Edición: Estefanía Cardeña