Opinión
Eduardo Lliteras
07/07/2025 | Mérida, Yucatán
"Quis custodiet ipsos custodes?", quién vigilará a los vigilantes, planteaba Juvenal en sus sátiras. Hasta ahora, nadie, ya que la realidad supera a la ficción y a las declaraciones de buenos propósitos de que “el gobierno, ni censura ni espía”, como afirmó el titular de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT), José Antonio Peña Merino, durante una Mañanera en Palacio Nacional.
En efecto. Un rugido en medio de la madrugada, que me hizo brincar de la cama, me reveló en una ocasión de hace dos sexenios que mi computadora, a pesar de estar apagada, estaba siendo manipulada por alguien, de forma remota. Había cerrado la tapa de la pantalla con la canción de los Rolling Stones, “Simpatía por el Diablo”, la que me sacó de la profundidad del Hades en la que me encontraba roncando. El susto fue mayúsculo y al inicio, segado por los brazos de Morfeo, no entendía qué clase de huracán estaba azotando mi oficina ubicada junto a mi habitación en aquel entonces, mientras se escuchaba a todo volumen: “Just as every cop is a criminal. And all the sinners saints. As heads is tails just call me Lucifer. 'Cause I'm in need of some restraint”.
Ese jueguito prosiguió por años, pero ya en silencio, porque sabía que había que dejar apagada la música antes de cerrar sesión: entonces, sólo escuchaba que la computadora empezaba a funcionar solita, siempre a la misma hora, a las 3:33 am. Y luego siempre, se apagaba. La habían programado así para dar fastidio. Para romperte el sueño y la tranquilidad: “Aquí estamos, vigilando y escudriñando todo lo que haces”.
Nadie sabía, ningún técnico en Yucatán, cómo remediar el entuerto, la posesión diabólica de mi computadora, por lo que tuve que recurrir a mis viejos contactos en la Santa Sede. Y se la hice llegar a Gabriel Amorth, el exorcista oficial, para que intentara sacarle el kisin, pero el problema era el sistema Galileo operado desde las sombras de Palacio de Gobierno, como después me reveló la oficina de análisis cibernético en Roma.
Otro capítulo de posesión diabólico me sucedió en Mérida, con mi celular, estando en una conferencia de prensa: el muy grosero comenzó a vociferar como poseído mientras todos a mi alrededor se quedaban estupefactos y yo intentaba, infructuosamente, apagar o controlar el maldito teléfono, que estaba siendo manipulado a control remoto. Los ponentes brincaron de sus asientos, y claro, el audio sobre los intereses torcidos del secretario de Gobierno, quedaron inservibles.
El espionaje ha seguido a lo largo de los años. Unos han venido y salido de mis tabletas y móviles, a lo largo de los gobiernos, dejando sus huellas, y grotescas interrupciones de las conversaciones telefónicas. Gracias a la tecnología GPS, he descubierto que me seguían a distancia, y llegaban a donde me encontraba y monitoreaban mis movimientos.
Pero como dice Francia Pietra Santa, abogada de la Red en Defensa de los Derechos Digitales, en un albazo se aprobó el paquete legislativo que arriesga nuestros datos personales, legaliza la vigilancia masiva y vulnera derechos humanos.
Además, “se instrumentaliza la crisis de personas desaparecidas para tener información de la ciudadanía sin límites ni controles democráticos”.
¿De qué se habla?: bueno, durante el reciente periodo extraordinario, diputados y senadores de Morena aprobaron de prisa y corriendo (sin leer), incluida la madrugada, un paquete de reformas que incluyen, por ejemplo, que el gobierno mexicano podrá tener acceso a toda tu información personal, empezando por la biométrica, con el llamado CURP (Clave Única de Registro de Población Digital), el que incluirá huellas digitales, fotografía e iris. Hablamos de la Ley del Sistema de Inteligencia, la Ley General de Población y la Ley de Telecomunicaciones. En conjunto, advierten, estas leyes permiten que instituciones como la Guardia Nacional y el Centro Nacional de Inteligencia accedan a bases de datos públicas y privadas en tiempo real y sin control judicial, incluyendo datos biométricos, bancarios, fiscales y de geolocalización. Tus placas, datos hospitalarios, y sobre todo, cada una de las compras que realices, quedarán registradas para que las autoridades las consulten.
Pero claro, la presidenta Claudia Sheinbaum aseguró que en la nueva ley solamente podrá haber una intervención telefónica o una localización de GPS bajo orden judicial, salvo en casos de desapariciones o de un asunto extraordinario. “Una intervención telefónica solamente la puede aprobar un juez por Constitución y por leyes”, agregó. “En ningún momento se está espiando a nadie”. Eso promete.
Pero como recuerda Luis Fernando García director ejecutivo de R3D, hasta hace poco, durante tiempos de Peña Nieto también nos decían que el artículo 16 no permite la intervención de comunicaciones sin autorización judicial.
Pero, tanto en tiempos del PRIAN como de la 4T el artículo 16 no ha evitado la corrupción y el espionaje ilegal con esas tecnologías. Y allí están los
casos de espionaje con el sistema Pegasus en el pasado sexenio, sin ir más lejos. Mientras tanto, quién vigilará a los vigilantes, tan proclives en nuestro país a actos de corrupción y a nexos con la delincuencia organizada. Tampoco hay que preocuparse, nos dicen, por la posibilidad, nada remota, de que nuestros datos biométricos, acaben en manos del big brother de las barras y las estrellas, del vecino país del norte. O de algún cártel o mafia digital dedicada a la extorsión.
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Edición: Fernando Sierra