Opinión
José Juan Cervera
22/10/2025 | Mérida, Yucatán
En los caudales del registro impreso sobresalen publicaciones periódicas cuyo contenido gravita en torno de actividades extractivas del medio físico, en relación directa con zonas geográficas que con sus instalaciones transforman las empresas que representan. Avalan un sentido de identidad colectiva nacido de la presencia de trabajadores que, ante el compromiso de residir en el territorio que ocupa su centro laboral, demandan servicios básicos, sobre todo por situarse en puntos lejanos de las grandes urbes. La revista Frente a la Selva ofrece el ejemplo claro de un proceso en que intervienen estos elementos.
De periodicidad bimestral, circuló entre enero de 1950 y diciembre de 1951. Fungió como órgano de las compañías madereras fundadas por el ingeniero Alfredo Medina Vidiella en La Sierra y Colonia Yucatán (poblados de esta entidad) y en Zoh-Laguna (Campeche). Si bien acogió temas ligados con estas tres localidades, su mayor interés radicó en la segunda de ellas, que hoy figura entre las comisarías de Tizimín, municipio del oriente yucateco. Es una población relativamente joven, fundada en 1940 al calor de un proyecto de aprovechamiento forestal que cobró auge inusitado gracias a la suma de varios factores, dando motivo a diversas crónicas que reconocen su importancia. Dos autores destacan por ocuparse de ella: José Antonio Ruiz Silva y Ariel López Tejero.
Es notable el entusiasmo con que los nativos de Colonia Yucatán se proponen honrar sus raíces comunitarias, ya que varios de ellos dieron vida, en febrero de 2011, a la Fundación Amigos de Colonia Yucatán. Ruiz Silva, además, ha publicado tres libros que tratan sobre esa localidad (2009, 2013 y 2022); vecino de ella desde temprana edad, en 2023 editó un volumen que compila la colección completa de Frente a la Selva, obra que constituye una fuente indispensable para documentar la historia de un centro poblacional que, habiendo surgido en tierra agreste, se volvió entrañable.
La revista toca aspectos tan variados como la organización de las fábricas en donde las maderas eran transformadas para distribuirlas con fines comerciales, las múltiples gestiones de su cuerpo directivo, los sistemas de trabajo, noticias de la vida cotidiana, nociones generales de la explotación forestal, asuntos educativos y de salud pública, entre otros. Sus colaboradores fueron los propios empresarios, técnicos, empleados, vecinos y visitantes que fortalecieron la iniciativa editorial. El compilador incorpora un apéndice que reúne semblanzas de la mayoría de ellos.
Desde la Selva se imprimió en la capital del país y tuvo como editor a Fausto A. Hijuelos Febles. Los artículos principales versaron sobre el uso de recursos forestales: especies arbóreas, rendimiento productivo, reforestación, fomento de viveros y aprovechamiento integral de la madera. Tuvo secciones fijas, sobre todo las que abordaron procesos educativos y medicina e higiene. La primera fue cubierta casi en su totalidad por el profesor Max Molina Fuente, director de la escuela Manuel Alcalá Martín, quien dio a conocer temas pedagógicos y describió aspectos específicos del plantel a su cargo; Hernán Pérez Rivero, maestro de Zoh-Laguna, refirió su experiencia docente en ese pueblo campechano. La sección de tópicos médicos la ocuparon varios facultativos, entre ellos el jefe de Previsión Social de las firmas madereras, un pediatra de la Secretaría de Salubridad y Asistencia y Madeline O. Holland, los que abordaron aspectos prácticos de sus respectivas especialidades. Otros médicos intervienen con textos de distinta índole; así, Narciso Souza Novelo, profundo conocedor de la botánica, publicó una serie de consideraciones acerca del cedro. Los doctores Álvar Carrillo Gil y Domingo Cohuo Vázquez colaboraron con ensayos y artículos varios.
La expresión literaria cobra presencia en autores como Luis Rosado Vega, Antonio Mediz Bolio y Carlos Duarte Moreno, con materiales preparados exclusivamente para la revista o bien con extractos de alguna de sus obras. En una de sus ediciones figura un pasaje de La vorágine de José Eustasio Rivera, seleccionado por su ambiente selvático. El sociólogo Carlos Echánove Trujillo colabora con un estudio vinculado con su disciplina profesional. El editor Fausto Hijuelos publica algunos textos, entre ellos un cuento. Otros escritos provienen de periódicos diversos (El Universal, Excélsior, Novedades y Diario del Sureste), a la manera de una crónica de Salvador Novo. Una nota incluida en el número 2, de marzo-abril de 1951, da cuenta de la obra inicial de Fernando Castro Pacheco, “joven pintor y grabador”. La cultura popular se aprecia, por ejemplo, en tres artículos dedicados a la llamada bomba yucateca y en tres corridos del compositor Acrelio Carrillo Castillo, quien en ese entonces era empleado de la compañía maderera y con el tiempo destacaría como autor de boleros, algunos de gran éxito, entre ellos “Reconciliación” (1968).
Recién cumplido su segundo año, Desde la Selva se despidió de sus lectores tras dejar testimonio de un consorcio que al término del periodo presidencial de Miguel Alemán habría de enfrentar problemas de fondo en los cuales latía el germen de su ruina definitiva. Sin embargo, los lazos creados entre los moradores de Colonia Yucatán perduran entre sus descendientes y amigos.
Edición: Fernando Sierra