Opinión
José Juan Cervera
29/10/2025 | Mérida, Yucatán
El inventario de las publicaciones impresas antiguas incluye a las que propagaron creencias minoritarias en la sociedad de su tiempo, como prueba de su fe y de su sistema de organización: en suma, de sus postulados y de sus prácticas distintivas. En Yucatán, el espiritismo cohesionó un movimiento que entre 1876 y 1878 editó el quincenario La Ley de Amor, que entró en sintonía con las tendencias europeas en boga extendidas a varios países del continente. Constituyó una muestra de la sensibilidad moderna que marcaba distancia de los viejos moldes corporativos de las instituciones tradicionales.
Los espiritistas yucatecos adoptaron las prédicas de Allan Kardec, nombre con el que se dio a conocer Hippolyte Denizart Rivail (1808-1869), quien creó un cuerpo de doctrina a partir de las nociones animistas de la antigüedad basadas en la existencia del alma; propuso llamarla espíritu cuando acaece la muerte de las personas, que a su juicio puede manifestarse en la incidencia de fenómenos que actúan sobre las entidades físicas. Kardec comenzó a atraer prosélitos alrededor de 1850 fundando asociaciones de esa índole en Francia; en 1858 dio vida a la Revue Spirite, publicación periódica que circuló hasta 1891, dos décadas después de su deceso.
Los periódicos de esta clase proliferaron en el mundo occidental; hacia 1875 se reporta la existencia de siete de ellos en Estados Unidos, seis en Francia, cinco en España y otros tantos en Inglaterra; en ese año se tiene noticia de cuatro de ellos en México. La Ilustración Espírita inició sus ediciones en el país en 1872, órgano que impulsaron ciudadanos como Refugio I. González, Manuel Plowers y su director Santiago Sierra Méndez (hijo menor de Justo Sierra O’Reilly), a quien su biógrafo Javier Perucho considera escritor raro, indocumentado y desconocido. Se le recuerda de manera especial por el duelo de honor que sostuvo con Ireneo Paz, en el que perdió la vida.
De este modo puede observarse que, en el contexto yucateco, La Ley de Amor compartió un impulso general del que también formó parte la edición de folletos propagandísticos y extractos de los libros de Kardec, tal fue el caso de algunas páginas del autor francés que salieron de la tipografía de Gil Canto en 1874. Rodulfo G. Cantón, director del periódico, empresario y pianista aficionado al que se han referido Enrique Martín Briceño y Raúl J. Casares G. Cantón en sendos estudios, fue muy activo en este terreno. La librería de su propiedad expendía textos diversos, entre ellos medios de prensa extranjeros dedicados a este credo; también funcionó como agencia que distribuyó La Ilustración Espírita.
El nombre de aquel órgano propagandístico deriva de la idea de que el mandato divino de amarse los unos a los otros coincide con el mensaje del que son portadores los espíritus, y a su vez representa la ley del progreso por la cual obra el perfeccionamiento gradual de la especie humana. Por reconocerse como cristianos, los espíritas yucatecos fueron combatidos por los católicos más exaltados, entre ellos Crescencio Carrillo y Ancona, clérigo que en 1869 hizo imprimir el opúsculo Verdadera filosofía del magnetismo animal y del espiritismo o el demonio en sus relaciones con la humanidad, en coautoría con el médico Federico Pedrera. El movimiento espiritista se muestra como un espacio de encuentro alternativo que tuvo puntos de contacto con el protestantismo y la masonería: cada cual manifestó algún aspecto de oposición a la jerarquía de la Iglesia católica, que los condenó a todos, igual que al pensamiento liberal. Por este motivo abundaron alocuciones y cartas pastorales que llamaban a los fieles a rechazarlos.
La lectura de La Ley de Amor expone un afán persistente en enarbolar los valores del progreso, apreciados por los liberales al grado de hacer de ellos su divisa. Los espiritistas juzgaron que la voluntad de Dios ponía en marcha ese impulso renovador de la sociedad que, desde su punto de vista, puede advertirse simultáneamente en el desarrollo de las cualidades de cada individuo en el curso de existencias sucesivas, es decir, de reencarnaciones. Por ello es fácil encontrar un dejo evolucionista en sus ideas.
Las polémicas entre espíritas y católicos alcanzaron cierta resonancia que se reflejó en las columnas de otros periódicos, los que reprodujeron notas provenientes de medios de prensa capitalinos y de otras entidades. Un ejemplo de esto fue la controversia que sostuvieron Santiago Sierra y Crescencio Carrillo y Ancona para ventilar sus desacuerdos religiosos, de la que se hicieron eco La Razón del Pueblo –diario oficial del estado– y algunos impresos más. Los más combativos del lado de la Iglesia romana fueron El Mensajero y La Revista de Mérida. Las turbulencias políticas y el antagonismo ideológico dejaron una huella muy marcada en ese entonces.
Después de extinguirse esta primera modalidad del espiritismo en Yucatán a fines del decenio de los setenta del XIX, surgirían otras agrupaciones del mismo signo a principios de la centuria siguiente, en cuyas filas estuvieron algunos veteranos de aquella primera oleada. Avanzado el tiempo, tales creencias fueron asimiladas en el ámbito rural en la medida en que confluyeron con determinadas nociones autóctonas en torno a curaciones y poderes extraordinarios de algunos sujetos dotados de ellos. Luego vendrían otras corrientes espiritistas como la de Joaquín Trincado, quien se ostentó fundador de la Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal: esta variante tuvo una oficina en Progreso, puerto peninsular que acogió otras expresiones heterodoxas en distintas épocas, cumpliendo la función de escaparate de minorías.
Edición: Fernando Sierra