Opinión
La Jornada Maya
29/10/2025 | Mérida, Yucatán
En la economía contemporánea, pocas sociedades son autosuficientes en cuanto a producción de alimentos. Gran parte de la ingesta mundial, especialmente de cereales, depende de la producción de unos cuantos países que consiguen un muy alto superávit que les permite abastecer a la mayoría. En la práctica, el conseguir el abasto directo a partir de la propia comunidad y los mercados próximos es simplemente poner mayor presión sobre quienes se dedican al campo sin los incentivos con que cuentan los grandes productores.
El hecho de que pocos produzcan para muchos siempre es peligroso: pone a esos muchos en una situación de dependencia cuando el excedente no es tanto y suben los precios; o los convierte en vulnerables cuando se desata una crisis. Tal vez lo más llamativo del comercio internacional de cereales y leguminosas es que los países más identificados con alguno de estos productos -como México lo es con el maíz -no se encuentran entre los grandes líderes exportadores.
En México,
la protesta de productores de maíz en el Bajío, concentrada en agricultores de Jalisco, Michoacán y Guanajuato, ha conseguido del gobierno federal un apoyo de 950 pesos por tonelada del cereal, pero esto no es más que un auxilio ante la caída del precio internacional del grano; en el país, sin embargo, los productores juegan un papel secundario en la comercialización, que queda en manos de intermediarios y “coyotes” que son quienes terminan vendiendo a los industriales.
Por esto último, resulta positivo que el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) haya accedido a hacer a un lado el precio base de 5 mil 200 pesos por tonelada, pues el comportamiento conocido de los compradores es no ofrecer más.
Pero el maíz no es el único producto agrícola que requiere de apoyo. Desde hace ya casi un año se detectó
la presencia del gusano barrenador del ganado en suelo nacional. El manejo de la plaga ha sido limitado en buena medida porque las acciones de eficacia comprobada resultan imposibles de llevar a cabo en la escala debida, principalmente por la carencia de una producción de moscas estériles.
El efecto ha sido también internacional: Estados Unidos cerró su frontera al ganado mexicano, lo cual afecta gravemente al sector en los estados de Sonora, Chihuahua y Nuevo León, especialmente, los principales exportadores de reses en pie a través del río Bravo. Mientras, las reses tampoco pueden ser absorbidas por el mercado interno, a causa del mismo riesgo sanitario.
En tanto, los reportes de avance del gusano barrenador han aparecido en todo el sur -sureste. Incluso se han dado a conocer casos de miasis, en los que la mosca causante de la infección a los animales de corral opta por depositar sus huevecillos en humanos que presenten alguna herida, por lo que la atención debe ampliarse de la Sader al Sector Salud. El impacto económico es, pues, profundo porque alcanza a ganaderos, consumidores y ahora a personas padeciendo los efectos de una enfermedad que en principio no debiera afectar a seres humanos.
El tema no es la cantidad de toneladas. Esta fue la meta establecida al principio de la temporada, pero recordemos que poco después del levantamiento de la veda apareció la marea roja. Al momento, la captura entre ambos estados ha superado las 15 mil toneladas, pero es momento en que los frentes fríos comienzan a reducir las posibilidades de hacerse a la mar.
El reto de asegurar la producción de alimentos, y más cuando se trata de la que se exporta y atrae divisas, es constante. Resulta necesaria la coordinación entre autoridades, pero también fortalecer la vigilancia ante amenazas por sequías o excesos de lluvias, presencia de plagas y eliminación de prácticas nocivas en la pesca. Eso, si pretendemos asegurar la comida.
Edición: Fernando Sierra