Katia Rejón
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Jueves 27 de junio, 2019

Manuel V. es un lector de tiempo completo desde hace 20 años. No hay algo como unas olimpiadas de lectura, pero de haberlas sería muy difícil competir con los 100 libros que consume anualmente. Además de ser mi consultor de lecturas (el que recomienda títulos, autores y habla de la última novedad) es mi aval en la biblioteca pública. Por eso, para hablar de bibliotecas recurro a él primero que a nadie.

La importancia de las bibliotecas públicas en México radica precisamente en la falta de estos espacios o libreros particulares de la mayoría de la población. Manuel, como muchos otros lectores, no tenía en su casa una gran dotación de libros de ficción más allá de los de la Secretaría de Educación Pública, sin embargo, tenía la ventaja de que su padre era el encargado de una sala de lectura cuando él apenas tenía ocho años.

“En mi casa sólo había enciclopedias, pero desde muy chico mi papá me llevaba a la sala de lectura y me acercaba a la sección infantil. La biblioteca siempre estaba llena de jóvenes de secundaria y estar ahí significaba también oír risas y bromas de adolescentes. Veía cómo a partir de imágenes de un libro, se ponían a hacer bromas, así que vi el espacio como algo muy dinámico”, cuenta en entrevista.

De acuerdo al manifiesto sobre la biblioteca pública de la Unesco, éstas son centros locales de información que facilitan a sus usuarios todas las clases de conocimiento e información, pero son también un espacio democrático, pues el acceso debe ser para todas las personas sin tener en cuenta su edad, raza, sexo, religión, nacionalidad, idioma o condición social.

También “deben ofrecer servicios y materiales especiales para aquellos usuarios que por una u otra razón no pueden hacer uso de los servicios y materiales ordinarios, por ejemplo: minorías lingüísticas, personas con discapacidad, en hospitales o en prisión”.

En Yucatán existen 160 bibliotecas públicas que forman parte de la Red Estatal de Bibliotecas Públicas que coordina Clotilde Moguel Medina, y a su vez, la Dirección Nacional de Bibliotecas Públicas es la que se encarga, desde la federación, de la normatividad técnica para la prestación de los servicios bibliotecarios, la dotación y el mantenimiento de los acervos bibliográficos, la capacitación y el entrenamiento del personal adscrito a las bibliotecas públicas y el fomento de la lectura, entre otras cosas.

Sin embargo, Nadia Pérez Basulto, directora de Fomento Literario de la Secretaría de Cultura y las Artes de Yucatán, dice que el trabajo comienza en los municipios.

“Si los municipios no están convencidos o no le dan prioridad a sus bibliotecas, las cierran. Nuestro trabajo es convencerlos y hacer contacto con ellos cuando se ha perdido. Clotilde Moguel va a hacer visitas cuando no contestan correos, oficios o las llamadas”, explica.

Tiene claro que la biblioteca pública no es “para estudiar” o sólo es un depósito de libros sino un centro cultural y “un punto neurálgico en la vida de las comunidades”. Opina que cada biblioteca responde a la personalidad del espacio en el que está y la de sus habitantes.

Manuel coincide con esta idea: “No es sólo para hacer tareas sino espacios donde se puede jugar ajedrez, u otras actividades que no requieren apreciación intelectual. En cierto modo, cuando conocí la biblioteca me di cuenta que podía desenvolverme más que en una cancha de básquetbol o centros de maquinitas”, dice.

[b]Acervo bibliográfico[/b]

La Biblioteca Central “Manuel Cepeda Peraza” tiene una sección de nuevas adquisiciones. Los títulos que aparecen en este librero son [i]El libro de la medicina familiar[/i], [i]El gran libro de lo asombroso e inaudito[/i], [i]Reparelo usted mismo[/i] y [i]El Mundo perdido de los romanos[/i]. La última vez que la Dirección Nacional de Bibliotecas les envió “dotaciones de mantenimiento” fue hace cuatro años y hay un periodo en el que pasaron 10 años sin que la federación enviara libros.

Clotilde Moguel recuerda el sexenio de Vicente Fox (2000-2006) como aquel en el que dejaron de recibir las cajas de libros. La única que llegó durante ese período fue de libros de la prepa abierta y a partir de ese sexenio, enviaron con menos frecuencia. “Me consta porque yo estaba en procesos técnicos y recibía el material”, afirma. Ahora lo único que mandan puntualmente son revistas, y el año pasado, a través de la gestión del Patronato Vasconcelos, recibieron 170 libros infantiles para 30 bibliotecas, pero no le tocó a la central.

Manuel todavía “no estaba en edad” de leer [i]Complot Mongol[/i] de Rafael Bernal, una de las primeras novelas negras mexicanas, cuando lo vio en la biblioteca. En un principio este fue el acceso a esos libros que se guardan porque se piensa que no son adecuados para cierta edades. “Te expande la realidad que conoces”, afirma. Pero ahora no puede conformarse con el acervo porque la mayoría de las bibliotecas está desactualizada.

“Tienen un acervo de los setentas. Se nota porque los libros son viejitos, cómo huelen las páginas o cómo están las portadas. De repente ves alguna novedad pero no es que haya una sección de: Narrativa Actual Mexicana. En las bibliotecas, como en las galerías y museos, debería haber una curaduría. Poner los temas o géneros que se están leyendo. Ahora, por ejemplo, hay un regreso de la literatura fantástica pero no hay una iniciativa de juntar todos esos libros que se recomiendan mucho, o traerlos”, opina.

Nadia Pérez reconoce la necesidad de hacer campañas de donación de particulares y buscar editoriales que quieran colaborar. “Es un plan que se tiene para ver qué tan factible es. Yucatán tiene una cuestión geográfica que es bien compleja de maniobrar. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara algunos mediadores se llevaban tres cajas de libros porque se iban en camión y los de Campeche, Quintana Roo y Yucatán nos llevábamos poquitos porque íbamos en avión. Desde ahí ya hay dificultades. Vamos a buscar de qué forma empresas, editoriales y particulares pueden apoyar, pero es importante que los ciudadanos exijan a las autoridades mejorar las condiciones de sus bibliotecas”, explica.

Manuel sigue yendo a las bibliotecas cuando sabe qué quiere leer y no puede comprar los libros porque son muy caros o están descatelogados. “Hace poco me interesé por textos clásicos y no me iba a comprar tomos completos de autores griegos. Hay libros que son fáciles de encontrar en ediciones "chafas", y en las bibliotecas hay ediciones antiguas con traductores como Justo Sierra o el propio Borges”, aclara.

Con todo, asegura que una política pública no es nada más llenar la biblioteca con libros: “Creo que si así fuera ya se habría hecho. Se necesita otro tipo de actividades. Todo influye: dónde está colocada la biblioteca, cuáles son las facilidades que te da, el propio personal que te atiende, los libros que están disponibles y cómo llamas a la gente. Hay gente que -aunque haya un catálogo muy bueno- no sabría cómo empezar, cómo buscarle. Si a eso le sumas que a veces los bibliotecarios no son muy amables, que si los ventiladores no te dan aire o está muy oscuro... a veces parece que todo está en contra para que te sea placentero leer. Más bien parece que vas a una cueva a revolver archivos”.

La desactualización de las bibliotecas no es sólo en las públicas, acota Nadia. Las de escuelas privadas también llevan rezago de varios años. “Por otro lado, como un centro cultural de comunidades, municipios y escuelas, las biblioteca escolar se ha perdido. Son muy pocas las que tienen una biblioteca actualizada y en uso. Sé de escuelas privadas que cerraron su biblioteca y ahora todo es el línea. Pensar que en internet puedes tener lo que en una biblioteca, es equivocado. Sí hay una necesidad urgente, darle prioridad y fortalecerla”, señala Pérez.

[b]Infraestructura y personal[/b]

Hacer uso del espacio es esencial para mejorar las bibliotecas. En los últimos años la biblioteca central “Manuel Cepeda Peraza” ha ofrecido una serie de actividades culturales. Es el laboratorio que se busca replicar en otras partes pues tiene una cartelera actualizada y una accesibilidad importante para quienes desean utilizar el espacio.

“La biblioteca debe responder las necesidades de la comunidad. Por ejemplo, en África hay bibliotecas que se vuelven centro de apoyo laboral porque hay una necesidad de la gente que busca trabajo. Se enseña cómo llenar una ficha de solicitud, cómo hacer un currículum, hay bibliotecas con espacios makers. Aquí nos encantaría pero hay que preguntar qué se requiere”, afirma.

En la biblioteca central se dan asesorías para gente que toma educación para adultos y se planea un club de tareas; en las vacaciones es muy concurrida porque cierra la biblioteca de la Universidad Autónoma de Yucatán, a unas cuadras de la central. Acuden a este espacio estudiantes, público infantil al sábado de cuentos, gente mayor que va religiosamente a leer el periódico. A la semana hay entre 300 y 500 consultas, y cuando hay actividad puede subir a 800.

“Las bibliotecas están en un lugar muy frágil. A nivel municipal, cada tres años están con la expectativa de qué va a pasar. Es un problema muy grave, a menos de que haya una continuidad y se respete el trabajo de los bibliotecarios que le dan seguimiento a un proyecto. Pero en muchos casos, cada tres años se empieza desde cero”, afirma la directora de Fomento Literario.

Clotilde Moguel apunta que la mayoría de los bibliotecarios sólo llegan a secundaria. Y aunque hay bibliotecas municipales que hacen sus reportes, que le dan seguimiento transexenal, no se les pinta el espacio o cambian las sillas. Desde enero de este año han visitado bibliotecas para apoyar a los encargados, darles capacitación en varios municipios. Les mandan cápsulas de la Dirección General de Bibliotecas por Whatsapp y recientemente los dotaron de repositorios digitales con más de 100 títulos de literatura.

“Implementar de forma correcta la documentación que pide la Direccion Nacional puede llevarnos hasta tres años. Entonces hay una inversión de capital cultural a estas personas y a los tres años se van”, complementa Nadia Pérez.

La coordinadora de la Red Estatal cuenta que muchas veces, al hacer las visitas, se dan cuenta de que la biblioteca desaparece de la vista de las autoridades y comunidad. “Cuando llegamos a visitarles nos dicen que no saben que tienen una biblioteca, dicen que no les entregaron documentación de nada. Otros nos dicen que no recibieron nada pero podemos contar con ellos”, agrega Moguel.

A finales del 2018, por gestiones de la Red Estatal se entregaron cinco paquetes tecnológicos de 100 mil pesos cada uno a cinco bibliotecas: pantalla, bocina, tablets, computadora, proyector, a bibliotecas modelo que tuvieran reportes al día y pudieran dar mayor uso a los equipos.

[b]Librerías[/b]

En Yucatán hay una librería estatal con varias sedes, una de cadena nacional y otras más pequeñas y especializadas como Áncora, librería de arte; y La Meiga, librería feminista. Todas son relativamente nuevas y la oferta es limitada y muy costosa, según Manuel.

“Ser lector es un vicio muy caro. Más caro a lo mejor que el alcohol. Además tienes el riesgo de comprar un libro de 300 pesos y que no te guste”, dice.

Pablo lleva seis años trabajando en una de las librerías más populares de Mérida. A excepción del libro [i]En el viejo sillón de Ivonne Ortega[/i] que lleva años ahí, los libros están en constante movimiento y actualización. Además, a veces realizan eventos y clubes de lectura. En un día pueden vender hasta cien mil pesos en libros y esta cantidad y movimiento del sector privado de la oferta literaria no coincide con las estadísticas de la lectura en México que afirma que no se lee más de tres libros al año.

“Los números no mienten. Los índices de lectura son muy bajos y las encuestas nos hablan de la falta de comprensión lectora de chicos de secundaria y preparatoria. No se está leyendo”, dice Nadia Pérez. Clotilde Moguel explica esta dicotomía porque hay personas que leen por su trabajo, pero no por placer.

Las formas de acceder a la lectura son muchas: comprar en oferta, pedir prestado, librerías de viejo, en digital o intercambios de libros. Manuel dice que barajando estas fuentes nunca se queda sin lecturas, pero siempre está limitado. En las librerías, opina que siguen trayendo autores que funcionan y venden: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, pero no hay de nuevas editoriales. “Si pudiéramos definir en una sola palabra a las librerías de Yucatán sería: básicas. Tienen las novedades y lo que les funciona, a los autores ya probados”, agrega.

Para él, la diferencia de consumo entre librerías y bibliotecas tiene que ver con la idea de lo público y privado: “Mucha gente no ve el interés de apropiarse de espacios que son de ellos y donde pueden hacer comunidad”. Una vez más, está de acuerdo con Nadia Pérez cuando ella dice que la mejora de bibliotecas es “una transformación lenta y necesitamos estar todos en sintonía”.


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