La lengua de señas surge como una herramienta indispensable para “lograr la participación plena de las personas sordas en el entorno social”, de tal forma que su interacción con la comunidad a través de una comunicación eficaz y fluida, sea posible, así lo detallan María Esther Serafín de Fleischmann y Raúl González en el Diccionario de Lengua de Señas Mexicana.
Pero, ¿qué sucede con la lengua de señas cuando el idioma cambia, qué pasa, por ejemplo, al interior de una población indígena? Sobre el estudio al interior de las comunidades, el antropólogo lingüista Olivier Le Guen documenta, con base en la experiencia de sus usuarios, el uso de la lengua de señas maya en la Península de Yucatán, centrando su investigación en rasgos específicos de su desarrollo, como aspectos sociolingüísticos y su gramática.
En el libro El habla de la mano. La Lengua de Señas Maya Yucateca y sus señantes, 2018, Le Guen explica que la Lengua de Señas Maya Yucateca (LSMY) es una lengua emergente en peligro de desaparición. Esta surge de manera espontánea dentro de las comunidades mayas yucatecas donde nacen personas sordas, de tal forma que “los señantes de la LSMY comparten un mismo trasfondo cultural con los hablantes de maya yucateco”.
El autor refiere que la pérdida de la capacidad auditiva es una problemática poco atendida al interior de las poblaciones indígenas en México, cuyos miembros la han confrontado con la creación de una lengua particular que dé paso a la comunicación. La LSMY, señala, fue creada en beneficio de una minoría de personas sordas y usada por un gran número de personas oyentes para relacionarse entre ellos.
Lenguas de señas emergentes
En el Día Internacional de las Lenguas de Señas, retomamos la LSMY, la cual forma parte del grupo de las “lenguas de señas emergentes”, es decir, aquellas que fueron inventadas por grupos de sordos en comunidades indígenas en México y en otras partes del mundo. Son emergentes ya que no existe una lengua de señas previa en la comunidad y tampoco proviene de lenguas de señas ya establecidas.
La creación de las lenguas emergentes es relativamente nueva, ya que su registro se halla entre una y tres generaciones atrás; son creadas por los usuarios sordos y sus familiares bilingües-bimodales, es decir, que hablan maya y son señantes de la LSMY. La interacción de las personas oyentes de la comunidad “es una base fundamental para la creación de una gran parte del vocabulario de la LSMY”.
Al ser una lengua emergente, la LSMY se encuentra en peligro de desaparición, es catalogada por el “Atlas de las lenguas del mundo en peligro” de la UNESCO en “peligro extremo”.
Dada la influencia del español al interior de las comunidades, el cual se enseña en las escuelas por personas que no hablan maya, el autor avecina un cambio lingüístico “dramático” en las próximas generaciones de comunidades como Chicán, la cual registra el mayor número de sordos en la Península de Yucatán, con 17 sordos señantes, que representan alrededor de 2.36 por ciento del total de su población.
Una lengua diferente
Aunque la LSMY tiene un fuerte lazo con el maya yucateco no es “una versión señada del maya hablado”, sino que se trata de una “lengua diferente”. Mientras que su contacto con la Lengua de Señas Mexicana (LSM) es “mínimo y superficial”, pero va en crecimiento.
Aunque se piense que la lengua de señas es un sistema universal de comunicación, existen diversas lenguas de señas con tantas variantes como las lenguas habladas, explica Le Guen. Las lenguas de señas poseen gramática, sintaxis y lexicón, de tal forma que tienen el mismo alcance que las lenguas habladas.
Entre sus particularidades destaca que es posible la simultaneidad de mensajes, ya que se pueden hacer dos señas al utilizar ambas manos, mientras que en una lengua hablada es imposible decir dos palabras al mismo tiempo.
La sordera, una característica personal
Contrario a la percepción que se tiene sobre la sordera en el resto de México o Estados Unidos, el autor Robert E. Johnson, apunta que dentro de la sociedad maya yucateca la sordera es considerada como un rasgo de la personalidad, tal como lo es el temperamento, por lo que no hay lugar para la discriminación.
Le Guen identifica que la única diferencia significativa entre las personas oyentes y sordas mayas yucatecas es el grado de educación que reciben y, guiado por su investigación al interior de las comunidades -entre ellas Chicán, Nohkop, Trascorral y Cepeda Peraza-, concluye que “son muy pocos los sordos que tuvieron acceso a la escolarización y menos aún a la literacidad en español”.
Lengua de señas entre oyentes
Bajo la mirada de María Esther y Raúl González, la enseñanza de la lengua de señas -sin importar cuál sea ésta- entre las personas oyentes, es el resultado de una búsqueda de una “sociedad justa”, donde todos los individuos de una sociedad tengan acceso a la información y comunicación por igual, lo que a su vez representa un “acto de solidaridad”.
Sugieren que el entorno social debe incluir en su quehacer cotidiano la diversidad de personas que lo conforman, “para ello, debe adecuar sus contextos para que las oportunidades lleguen a todos por igual”.
Fuentes:
Serafín de Fleischmann, María Esther y González Pérez, Raúl. Diccionario de Lengua de Señas Mexicana. Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. México. 2011.
Le Guen, Olivier. El habla de la mano. La Lengua de Señas Maya Yucateca y sus señantes. Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. México. 2018.
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