Daniela Ramírez Montalvo*
La Jornada Maya

16 de julio, 2015

“Trece vueltas hacia un mismo lado, un mismo camino que recorrer; trece vueltas hacia el lado contrario, de regreso, para entender el comienzo, o por si hay que corregir algo” son los caminos que dicen los mayas que hay que pasar para la ceremonia iniciática del [i]hetzmek[/i].

[i]Del Manantial del Amor[/i] es el nombre de la última puesta en escena de Conchi León, beneficiada por el fondo municipal para las artes escénicas y la música 2015, acompañada por las actrices Andrea Herrera y Addy Téyer, además de una mujer y una niña que comparten el escenario y entretejen las historias de la obra.

Es un trabajo escénico que condensa las experiencias de vida y muerte de tres mujeres yucatecas, tradicionales, de las que rezan a los santos, de las que piensan que la ciudad de México está muy lejos y dejan todo en “manos de Dios”, donde el amor es el elemento clave que hace brotar los manantiales de los ojos.

Empiezan juntas, rezando, platicando, abrazando sus creencias, pero después se desprenden y cada una comparte con el público su sentir de mujer, de personaje que se mimetiza con su ser actriz en esencia, comparten su vibrar, los suspiros contenidos, los silencios, la voz, los llantos, tristezas y rezos de mujeres/actrices/yucatecas.

Se narra la historia de una mujer joven, a la que llaman “india”, que le reza al Divino Niño, cuyo esposo la deja para irse con otra y ella, embarazada, confía su vida y la de su hija a la partera de la región.

“Cuando una niña nace los pájaros cantan de melancolía” dice la actriz, que narra la historia de una madre que da a luz a un niño “especial” al que llaman “el Chino”, que duerme, despierta y vive prisionero de su hamaca y de la vergüenza de su madre.

O la mujer que pierde a su hijo, el niño muere de hambre ya que no le puede dar de comer porque su leche está “podrida”, a causa de un golpe que le propinó su esposo por dejar sus pechos al aire. La mujer se va a una casita en medio del monte donde sahúma y plancha pañales; en el escenario se desprende el aroma a romero y alhucema.

“De las que traemos a la vida a los niños del Mayab”, dice la partera, interpretada por la misma Conchi León, que da inicio a la tercera parte de la obra, en la que se explican todos los pormenores de las costumbres y tradiciones; las creencias y los mitos de la cultura maya prehispánica fusionándose en sincretismo evidente con la religión católica colonial. Las tijeras abiertas bajo la hamaca, los baños con hierbas, las compresas de hoja de naranja agria para producir más leche, el mito de la serpiente de cola bifurcada que vive en la mata de huaya, ¿qué hacer con el “tuchito” del bebé cuando se le cae? Éstas y más creencias, supersticiones o sabiduría ancestral se platican con el público, que opina, responde y participa activamente con las actrices. La ceremonia del [i]hetzmek[/i], que simboliza la consagración a Dios, el ciclo de la vida, muerte y renacer, que se ofrece a los cuatro puntos cardinales, es llevada a cabo en el escenario, con un bebé menor de un año, su madre e integrantes del público que hacen la labor de “padrinos” al compartir con el niño sus mejores deseos para con él.

[i]Del Manantial del Amor[/i] es un ritual escénico donde el público está dispuesto en círculo sobre el escenario, alrededor de las actrices, todos compartiendo, siendo testigos vivenciales y activos, los cuatro puntos cardinales están simbolizados y marcados con grandes cruces de colores, canastas con semillas como ofrendas, flores, fotografías, veladoras e imágenes religiosas; y como todo ritual debe contener un elemento sagrado que en este aquí y ahora es el Teatro.

La dramaturga Conchi León ha encontrado la fórmula entre el teatro regional y la ficción anecdótica y teatral con una técnica actoral y una estructura dramática, además de que logra que el público yucateco se identifique de manera directa y por completo con su cultura y la de sus antepasados, aparte de involucrarlos sentimentalmente a la situaciones, tristes y cotidianas, que pueden pasarle a la vecina, la prima, la señora de los tamales, etcétera, y de esta manera, conectarse tanto con las actrices como con las demás personas asistentes.

[i]Los Xtoles[/i], cantos religiosos de la ceremonia eclesiástica, y música hecha por Pedro Carlos Herrera, sonorizan y resaltan las raíces mayas, los sentires más profundos de todas las mujeres que han respirado la esencia de dar vida y la caricia de la muerte en su haber de madre, de esposa y de ser llena de secretos. “Secreto entre Dios nuestro señor y yo”.

Al parecer esta obra se presentará en diferentes comunidades, así como en el Centro Cultural Olimpo, pero aún no hay fechas confirmadas.

* Licenciada en Teatro y directora escénica con el grupo Teatro para la Vida.


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