María Elena Briceño Cruz
Foto: Andrea Ynsunza
La Jornada Maya

Dentro de la FILEY, entre libros nuevos y viejos, entre jóvenes lectores que descubren a sus nuevos ídolos literarios y junto a escritores consolidados en busca de novedades, se enraizó la redacción de [i]La Jornada Maya[/i].

Trasladamos las computadoras, las barbas afiladas, las pastillas para el dolor de cabeza, una buena cantidad de cubrebocas y caramelos de miel para los enfermos de la garganta, y, sobre todo, café.

Nos dimos a la tarea de editar el periódico frente al público, día a día. Así que además de escribir, editar, subir fotografías y cumplir llamados de prensa, le sumamos el recibir a los visitantes y mostrarles un poco de lo que hacemos.

A diario recibimos la visita de lectores jornaleros, escritores, periodistas, familiares, niños, jóvenes, estudiantes que cumplían con una tarea de periodismo, mayahablantes, y algunos curiosos que acechaban desde afuera del stand.

Con paso firme, unos se animaban a subir al segundo piso de la Redacción, que se convirtió en el mirador panorámico de la feria. Otros preguntaban primero, pero prácticamente todos estuvieron tentados a mirar desde las alturas el hormigueo entre los libros.

Sin lugar a duda, nuestras visitas preferidas fueron las de esas personas de menos de metro y medio de estatura: los niños no disfrazan sus comentarios, son directos y mordaces.

- “Buenas tardes ¿Ya conoce [i]La Jornada Maya[/i]?” -inquiría Tania Medina, reportera entusiasta del periódico, para invitar al público a pasar.

Un par de niñas, al ver el pizarrón en donde se arma la edición diaria del periódico, preguntaron:
-¿Por qué está escrito en otro idioma?
-No es otro idioma, es la letra del director del periódico

Al presentarles al director, Fabrizio León Diez, sólo tuvieron un comentario: “Usted tiene muy mala caligrafía ¿por qué no hizo planas de niño?” A lo mejor nosotros ya nos acostumbramos a los garabatos oscuros que se forman en el pizarrón de edición, o las clases de paleografía de Felipe, nuestro jefe de mesa, han tenido efecto.

Una niña de ocho años nos preguntó “¿Por qué algunos periódicos ponen a mujeres en bikini en la parte de en medio?”. Sorprendidos, no pudimos ofrecerle una respuesta inmediata. ¿Qué habría contestado usted?

Los lectores jornaleros que desde hace 30 años siguen la edición nacional también llegaron a donde nos encontrábamos para externar su apoyo a nuestra empresa, y su beneplácito por K’iintsil, la contraportada en maya. Por supuesto, igual se quejaron porque [i]La Jornada Maya[/i] sólo se publica en impreso de lunes a viernes.

Muchos de nosotros llegábamos cuando los libros en la feria aún estaban ocultos tras toldos y mantas que cubrían celosamente los stands y nos marchábamos cuando terminaba el día, y en algunas noches, varias horas después de que los libros volvían a estar cubiertos.

La FILEY se torna distinta sin gente, se convierte en un espacio místico y le da ganas a uno de ser niño, como esos que nos visitaban y permanecer toda la noche desordenando los stands, editorial por editorial.

La feria nos permite ver como lectores a los escritores, verlos caminando con prisa por los pasillos Uxmal número al infinito o ver a Elena Poniatowska de escucha en el salón Ek Balam, sentada en una de las sillas negras con libreta en mano, tomando apuntes.

No puedo dejar de mencionar las visitas que llegaban con un fuerte apretón de manos: el periodista José Luis Preciado, quien fue el primer visitante; nuestros columnistas Pablo Cicero, José Luis Domínguez, Giovana E. Jaspersen, Manuel Escoffié, José Juan Cervera Fernández y Enrique Martín Briceño; los cartonistas Rocha, [i]El Fisgón[/i], [i]Tony[/i] Peraza, Marcelo Santos y el jovencísimo Ek Ek Benito; los escritores Paco Ignacio Taibo II, Margarita Robleda y Javier Valdez. Los Cuentrova nos llevaron unos minutos de alegría, acompañados de las risas de los niños que se encontraban en nuestro stand. Llegaron amigos nuevos y viejos, como Juan José Abraham Dáguer y Ricardo Campos, Olga Moguel y Óscar Muñoz.

La repartición de nuestro periódico fue gratuita en la feria.

La redacción de [i]La Jornada Maya[/i] se acostumbró a teclear mientras se presentaba con todos los visitantes que recorrían nuestro stand, a tener en la pared nubes y dinosaurios que pintaban los niños visitantes, a trabajar a lado de personalidades como Paco Ignacio Taibo II, Rocha y [i]El Fisgón[/i], a comprar cacahuates de 25 pesos el vaso, pero sobre todo a dar más del ciento por ciento en lo que hacemos, porque si nos preguntan a cada uno por la experiencia vivida en la FILEY, estoy segura que nuestra respuesta sería “lo volvería a hacer”... y ya estamos pensando en la próxima.


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