Paul Antoine Matos
Foto: Fabrizio León
La Jornada Maya

4 de marzo, 2016

El oficio del cantinero, ese que era una especie de confesor y compañía para lograr grandes tertulias, ha empezado a caer en desuso.

Se puede decir que es un trabajo que está en riesgo de desaparecer, consideró el antropólogo yucateco, Sergio Grosjean Abimerhi.

En entrevista para Notimex, previa a la presentación de la segunda edición de su libro Anécdotas de las Cantinas de Mérida, indicó que desafortunadamente aquellos cantineros que escuchaban y entablaban una plática o daban un consejo, ya son los menos.

“Antes los cantineros eran una especie de confesores, muchos llegaban a la cantina a contar sus penas y hasta pedir consejos; les gustaba mantenerse bien informados para poder hablar de cualquier tema o las noticias del momento con los parroquianos”; explicó.

Las cosas han cambiado en los últimos años, pues las cantinas tradicionales empezaron a convertirse en bares que ya no operan los cantineros, sino los denominados barman y sus respectivos meseros solo tienen un trato, digamos, “comercial” con los clientes, subrayó el entrevistado.

En los nuevos bares se ha roto esa regla no escrita de las cantinas que no permitía la entrada a mujeres; más que por un asunto de discriminación, era porque en las cantinas abundaban las conversaciones llenas de malas palabras.

“Hoy ya son muy pocas, aunque todavía las hay, las que son exclusivas para hombres y no dejan entrar a las mujeres para no causarles molestias, pues los parroquianos suelen mentar madres a todo pulmón y obvio que no actuarían igual si hay damas presentes”, añadió.

En cuanto a su libro, expuso que este recoge testimonios y anécdotas que datan de las primeras cantinas registradas oficialmente en Mérida, hasta los bebederos actuales e historias relacionadas con políticos, artistas que solían acudir a las cantinas para beber y departir.

Comentó que las primeras cantinas registradas oficialmente datan del año 1884 y éstas se encontraban en lo que hoy se le conoce como el Pasaje García Rejón a unos cuantos metros de la plaza principal de esta ciudad capital.

“Era una zona en donde operaban entre cuatro y cinco cantinas y fueron muy concurridas pues mucha gente que salía del trabajo, solía ir a tomarse unos cuantos tragos antes de emprender el regreso a casa”, comentó.

“También fueron famosas porque ahí servían un licor denominado Ron Titzcoc que se producía en Yucatán, y que era muy demandado, debido a la escasez de licor importado por la prohibición al consumo en Estados Unidos”

El libro contiene más de 150 fotografías de las cantinas más emblemáticas, así como la forma en que se promovían para captar clientes.

Las imágenes también son de personajes de la vida política y artística que fueron captados mientras bebían en esos lugares.

La presentación es el próximo sábado, precisamente en una cantina, y cuenta con el patrocinio de varios de los negocios que son mencionados en el trabajo editorial de Grosjean Abimerihi.


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