Foto: Fernando Eloy

Ex diputada y la primera mujer indígena en ser alcaldesa de un municipio campechano, Sonia Jacqueline Cuevas Kantún, calkiniense, destacó la importancia de los pueblos originarios no sólo en su estado y en la península de Yucatán, sino en todo México. La ex funcionaria consideró que los gobiernos federales y estatales le han quedado a deber a las comunidades, pues hoy en día son visibles las carencias en estos sectores.

Vestida con su tradicional terno maya, y con una sonrisa amigable, Cuevas accedió a ser entrevistada. La ex diputada, goza de estima entre la gente de Calkiní, no sólo en la cabecera municipal, sino también en las comunidades rurales, señaló que para muchos es vergonzoso vestirse como lo harían sus abuelos, bisabuelos o tatarabuelos, los chichís.

Según opinó, esto se debe a la mezcla de culturas resultado del arribo de pobladores de otras partes del país o el estado, así como la salida de las nuevas generaciones para estudiar en escuelas de mayor prestigio en Yucatán, Quintana Roo, Tabasco o en otros países. Para Cuevas, siempre, cuando un indígena sale de su comunidad, está destinado a cambiar su percepción cultural y su lengua madre.

Por ello, dijo que no hay mucho que celebrar en el Día de la Mujer Indígena -que se conmemora este 5 de septiembre-, pues aunque hay avances, no existe una plena defensa de los derechos de los pueblos originarios, ni en Campeche, ni en los demás estados del país, especialmente los de la mujer. Estas -aseguró- son las más afectadas por las políticas públicas hechas sólo para cumplir con algún mandato o alerta social y no para darles certeza de bienestar.

Sonia mencionó que ella es uno de los ejemplos claros de cómo es manejado el tema del indigenismo en Campeche: “llegué a ser diputada local solo para cumplir con la cuota de género y cultural, tanto cuando fui diputada local en el 97, como cuando fui alcaldesa de Calkiní del 2000 al 2003”, dijo.

Y es que -sentenció- a los indígenas los utilizan para mostrar algo que no es real, socialmente hablando. Si las cuotas políticas fueran una representación certera, no sólo veríamos a los jóvenes vestidos como lo hacían sus ancestros, sino que todos hablarían de manera natural su lengua madre, el maya.

 

Un proyecto sin beneficios

Respecto al Tren Maya, la ex munícipe argumentó que el proyecto no trae ningún beneficio directo a las comunidades por donde pasará, mucho menos a las mujeres: “ellas son las menos beneficiadas. ¿Ves a alguna mujer indígena trabajando en la obra? Incluso la cantidad de hombres considerados por las estadísticas como indígenas que trabajan en el megaproyecto es mínima. El Tren Maya no está cumpliendo con las expectativas que nos crearon en las consultas, que, por cierto, no fueron consultas, sino más bien un cuestionario”, precisó.

“En Campeche, actualmente, sólo los adultos mayores de 50 a 70 años hablan maya. Un número importante de jóvenes no lo hablan ni siquiera entre ellos. La edad promedio de muerte de los adultos indígenas hoy en día es entre 63 y 70 años, por lo que aún hay muchas personas que llegan a esa edad defendiendo su cultura; sin embargo, el porcentaje de jóvenes orgullosos de sus raíces es muy menor”, aseguró.

Cuevas consideró necesario que quien esté a cargo de las políticas enfocadas en los pueblos indígenas recorra todas las entidades y sus comunidades originarias, pues no pueden comparar a las culturas madres de Campeche con las de Tamaulipas, por ejemplo. También dijo que actualmente las políticas públicas cubren necesidades generales, pero cada pueblo tiene necesidades particulares.

Recordó que para el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los requisitos mínimos para ser considerado indígena son hablar y entender a la perfección una lengua originaria, además de saber al menos una de las costumbres contenidas en la lista de celebraciones tradicionales, y practicarla, actividades que hoy están casi perdidas o modificadas.

 

Conservando costumbres

La ex funcionaria reveló que hoy en día ya está alejada de la política campechana y dedica su tiempo a sus negocios familiares, llevando a las comunidades cercanas a su lugar de residencia productos del campo a bajo costo o en su caso, a modo de “trueque”, porque esa fue la primera moneda de cambio que hubo en la era precolombina.

“Somos ricos en producción del campo. Tenemos maíz, tomate, chigua y otros productos que la gente tiene que comprar más caro incluso a los mercados. Vamos a comunidades y los ofrecemos en los parques a costos de producción y en algunos casos nos cambian por animales de traspatio, eso nos da el cariño de la gente y nos mantiene en la lucha por defender a mis hermanos indígenas”, finalizó.

 

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Edición: Laura Espejo 


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