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La Jornada
07/10/2025 | Ciudad de México
Entre la angustia y el orgullo de ver que su hijo Diego Vázquez Galindo estuvo dispuesto a ayudar al pueblo de Gaza en “un gran gesto a favor de la humanidad aun a costa de su vida”, embarcándose en la misión de la Flotilla Sumud, Roberto Vázquez sintió su alma en vilo desde las primeras horas del 1 de octubre, cuando el ejército de Israel empezó el operativo de intercepción y detención ilegal de las 43 naves, con 462 personas a bordo, en aguas territoriales de Palestina. Sin embargo, antes de partir, Vázquez Galindo le había dicho a su papá que en caso de que ser arrestados por Israel, él no aceptaría ser deportado y preferiría ir a juicio.
La mañana de este martes, lo despertó con mensaje en el celular que le devolvió el alma al cuerpo. El grupo de seis mexicanos retenidos ilegalmente en la prisión de Ktziot había salido de Israel, trasladado por tierra a Amán, la capital jordana. Ahí tomarían un vuelo hacia Estambul y de ahí, finalmente, a la Ciudad de México, donde esperarían llegar, si todo sale bien, a las 7 horas de este miércoles.
Diego Vázquez es bailarín, coreógrafo de la compañía de danza de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Y además tiene sangre árabe por parte de un abuelo materno”, dice Roberto Vázquez. Ese vínculo lo hizo interesarse desde muy joven con las causas de esta región.
Cuenta el padre que Diego Vázquez Galindo viajó el año pasado a Palestina y logró entrar a la franja de Gaza, donde estuvo durante casi tres meses impartiendo clases a los niños desplazados. “Cuando regresó ya tenía otras ideas en la cabeza, ya tenía un plan”.
De manera que no le sorprendió a su papá la noticia de que Diego Vázquez sería uno de los seis mexicanos que viajarían en la misión humanitaria a Gaza con el fin de romper el sitio impuesto a esa nación por Israel, junto con Arlín Medrano, Karen Castillo, Dolores Pérez Lascarro, Sol González Eguía, Carlos Pérez Osorio y Ernesto Ledesma.
“En toda esta odisea, mi mayor temor fue lo que les podría pasar en el mar. Para los militares israelíes lo más fácil hubiera sido atacarlos con bombas, hundirlos. Pero eran más de 40 naves. Quizá por eso no lo hicieron”.
Pero Roberto Vázquez tenía un temor adicional. Antes de partir, Vázquez Galindo le había dicho a su papá que en caso de que fueran interceptados y arrestados por Israel –el desenlace más previsible, tal como sucedió—él no aceptaría ser deportado.
Me dijo que se negaría, que él quería ir a juicio para que, a través de ese juicio, se pusiera más atención en el mundo sobre las atrocidades que sufre el pueblo palestino. “Por fortuna las cosas tomaron otro rumbo. Ahora espero a mi hijo en las próximas horas”.
Edición: Estefanía Cardeña