“Quisiera que tu comprendas
Lo que está pasando aquí
Yo no crucé la frontera
La frontera me cruzó a mi”
Maldita vecindad en ‘Sur del sur’.
El dolor de los pies ha tenido un sentido transformador el último año de mi vida, adaptarme al dolor y seguir andando, cuidar cada paso, moldear mi pisada a un malestar crónico ha sido tarea de los últimos meses. Estos pasitos, haciéndome consciente de cada uno, me han traído a escribir dos docenas de textos para La Jornada Maya y éste, con el que cerramos el año, tiene una especial mirada a los pies, al camino, y a las personas que deciden fluir hacia una vida digna lejos de donde está enterrado su ombligo.
Vivian Mansour escribe Códice Peregrino (Fondo de Cultura Económica, 2022) a raíz del encuentro con unos pies que anduvieron todo el camino de ida y vuelta a la tierra de los sueños y las pesadillas, pero esos pies no son los únicos protagonistas de este cuento, ni de esta invitación a la lectura. A principios de mes conocí a Vivian en la presentación de su libro en la FIL. En la mesa de la presentación se sentaban ella, una ávida lectora, el ilustrador del libro y amante de la cultura mexica, y el dueño de los pies andantes de la historia y la sonrisa callada.
Vivian viene de una familia migrante que, a la vieja usanza de principios del siglo XX, ponía todo lo que cabía en un mueble de considerable tamaño antes de agarrar algún barco e inesperadamente desembarcarse en un nuevo territorio profundamente desconocido. El caso de la familia de Vivian fue un baúl que guarda toda la historia familiar y que contrasta con las mochilas que ahora, desde finales del siglo XX hasta ahora, llevan lxs migrantes al hombro cuando cruzan la frontera hacia el norte global y flotan cuando atraviesan el río bravo rumbo al otro lado.
El códice peregrino es la historia de un niño y su familia, misma que se extiende y achica durante el viaje hacia el norte, con mochilas al hombro, encuentros inesperados, nado en ríos gélidos, sonidos de helicóptero y ladridos de perro. Pero también es la historia de los pies de los personajes, los encargados de llevarlos a la felicidad sin importar la edad, la condición social, los impedimentos físicos o tener una vida creciendo dentro de ti.
Se deslizan, corren, se tropiezan y se golpean. Los pies de Rubén se ensucian mientras conocemos la ficcionalización de su historia. Cuando lo conocí en la FIL, contestó algunas preguntas en la presentación del libro, pero lo que más me sorprendió no fueron sus palabras sino verlo haciendo una fila. Rubén estaba delante de mi en el stand del fondo de Cultura Económica con dos ejemplares de su historia en la mano haciendo fila para pagarlos, le pregunté que porqué los compraba, suponiendo que ya tendría más de uno, su respuesta fue que quería más de uno para poder regalar. Después de pagar Rubén se forma en la fila para los autógrafos en su libro, su amiga y entrevistadora Vivian y el ilustrador Emmanuel que recién lo conocía, se sonrieron al ver a Rubén enfilado.
En la oleada de la narrativa para infancias del siglo XXI, ya es imposible separar el objeto, de la ilustración, de la historia. Emmanuel, un fan del códice Boturini, el que narra la migración de Aztlán a Tenochtitlán, ilustra el Códice Peregrino en clave neotradicional, con una paleta de color vívida observamos a los personajes siempre de perfil en lógica bidimensional que caracteriza a los códices y también miramos detalles como pies, volutas, animales y a los personajes. Todo esto enmarcado en el objeto que la editorial decidió articular como se merece, en un dispositivo que se desdobla, como los códices o los biombos.
El Códice Peregrino es una lectura que aparenta tener una sola dirección, o un público determinado, pero es algo que va mucho más allá. Aunque la historia tiene un final positivo hay detrás muchas historias que se quedan en el camino. Como caravana migrante, no todas las personas llegan al destino que esperaban, ni sus historias. La lectura de este libro nos invita a pensar en quienes se quedaron atrás, cuestionar la noción de que alguna persona puede ser ilegal, y replantearnos cómo nos relacionamos con las personas que habitan nuestro mismo territorio que su cultura está arraigada en otra parte.
Al final, todxs somos afluentes del caudal humano que se transporta en una dirección u otra, que recibe llamadas por teléfono de ¿cuándo vas a regresar? Y que siempre mira hacia el horizonte con el fin de que tarde o temprano encontremos el recodo donde confluyen todos nuestros anhelos.
@RuloZetaka
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